Azerbaiyán exigió a Armenia y Francia que encarcelen a quienes queman banderas turcas o azerbaiyanas, mientras el presidente Ilham Aliyev hizo lo mismo con banderas armenias

El Ministerio de Asuntos Exteriores de Azerbaiyán emitió un comunicado el 25 de abril en el que condenó la quema de banderas de Azerbaiyán y Turquía durante las procesiones de antorchas realizadas en Ereván y París en el marco de las conmemoraciones del 110º aniversario del Genocidio Armenio. Según Bakú, los gobiernos de Armenia y Francia "deberían haber impedido" estas manifestaciones y "exigir cuentas a los responsables", calificando los actos como "una clara manifestación de una mentalidad revanchista y basada en el odio étnico".
Sin embargo, la reacción oficial azerbaiyana muestra una profunda hipocresía. En numerosas oportunidades, el propio presidente de Azerbaiyán, Ilham Aliyev, fue fotografiado pisoteando símbolos armenios, entre ellos la bandera de la República de Artsaj (Nagorno Karabaj) y señales de tránsito escritas en idioma armenio. En ningún caso esas acciones fueron condenadas por el aparato estatal azerbaiyano; por el contrario, fueron promovidas y publicitadas como gestos de "victoria".
Además, Aliyev posó en numerosas ocasiones haciendo el gesto de los Lobos Grises, organización ultranacionalista turca señalada en distintos países por su discurso de odio.

Cada año, en vísperas del 24 de abril, se celebra en Armenia la tradicional marcha de las antorchas, en la que se queman las banderas de los países responsables del genocidio y de los crímenes actuales contra el pueblo armenio: Turquía, responsable del exterminio de 1915, y Azerbaiyán, por la limpieza étnica cometida en Artsaj. Este año, también se realizaron actos simbólicos similares en París.
La protesta azerbaiyana pretende instalar una equivalencia que ignora su propia responsabilidad en crímenes contemporáneos y minimiza el contexto de las conmemoraciones. Mientras condena las acciones simbólicas en Ereván y París, guarda silencio ante las humillaciones públicas, gestos de provocación y persecuciones sistemáticas llevadas a cabo por su propio presidente y aparato estatal.