Azerbaiyán Occidental, la nueva escala de la narrativa azerí para inventarse una historia
Bajo ese concepto el gobierno de Aliyev busca basar reivindicaciones territoriales contra toda Armenia. Hace un siglo y por decisión política se decidió forjar una identidad azerbaiyana, siguiendo los preceptos del panturquismo.
Las primeras confusiones e incongruencias respecto al nombre Azerbaiyán, en mi caso, tuvieron lugar hace ya medio siglo, cuando cursaba la primaria en el Colegio Jrimián de Valentín Alsina.
En las clases de Ashjarhakrutiún (Geografía armenia) nos enseñaban que el territorio de la Armenia histórica estaba enclavado entre los tres grandes mares del Cáucaso Sur, el Mar Negro al norte, el Caspio al este y la zona más oriental del Mar Mediterráneo al sudoeste, bañando las costas de la región de Guiliguiá (Cilicia).
Era un mapa que permitía ver en forma clara y gráfica cuál era la máxima extensión que había alcanzado el reino armenio en épocas de Dikrán Medz (Tigranes el Grande) en el siglo I antes de Cristo, incluyendo al este hasta la ciudad de Bakú, hoy capital de la República de Azerbaiyán.
En paralelo, aprendimos que la República Socialista Soviética de Armenia, limitaba al norte con Georgia y al este con Azerbaiyán, otras dos repúblicas socialistas integrantes de la extinta Unión Soviética. Al sur Armenia limitaba con Irán y al oeste con Turquía, hoy autodenominada Türkiye.
Vaya a saber uno a qué responde esta pulsión por rebautizar todo que tienen los turcos, una creatividad toponímica sorprendente y abrumadora, que como se ve hoy en día no es exclusiva de los descendientes del Sultán Abdul Hamid II sino también de sus autoritarios primos azeríes.
La complicación de nombres empezaba a crecer en las clases de Hayóts badmutiún (Historia armenia), cuando a los musulmanes que habitaban al este de Artsaj se los denominaba “tatarnér” (tártaros). En algún momento de la historia los tatarnér se transformaron en “adrbeiyantsinér” (azerbaiyanos), ya veremos cómo y por qué.
Un párrafo más para completar el panorama de nombres difíciles, se refiere a la influencia en cierto momento de la región de Adrbadagán, al noroeste de Irán, conocida en la antigüedad como Atropatene, un reino persa que tuvo vigencia entre los siglos IV antes de Cristo y el siglo III de nuestra era.
Del nombre Atropatene se derivan Media Atropatene, Tropatene, Aturpatakan y Adarbayjan. El sátrapa Atropates (gobernante en el imperio persa), de donde surge el nombre original de la región, dominó allí en la época de Alejandro Magno. Desde mediados del siglo XIX esa región se corresponde con el territorio de la provincia iraní de Azerbaiyán, de donde fue tomado por los turcos azeríes.
La novela de Aliyev
Si bien este racconto puede parecer ocioso, no lo es de ninguna manera. Los nombres y la toponimia tienen una gran relevancia en la geopolítica global, y precisamente el nombre de Azerbaiyán tiene extrema importancia para Armenia y los armenios.
Mucho más cuando desde las más altas esferas del poder dictatorial de Bakú se hacen frecuentes alusiones a la República de Armenia como Azerbaiyán Occidental, una entelequia que está tratando de instalar el presidente Ilham Aliyev, instando también al retorno de los supuestos habitantes nativos de origen azerí e incluso con alusiones a ciudades armenias a través de nombres ficticios como Iraván en lugar de Yereván, por mencionar un caso emblemático.
Todos sabemos que esa narrativa no tiene fundamentos históricos, geográficos, ni siquiera políticos, pero tal como enseñó el ministro para la Ilustración Pública y Propaganda del Tercer Reich, Joseph Goebbels, al decir “miente, miente, que algo quedará”, Aliyev actúa con lógica nazi y fascista, y premeditadamente genera confusión en algunos círculos políticos que desconocen la historia del Cáucaso.
Gran parte de la estrategia agresiva del gobierno de Azerbaiyán contra Armenia se deriva de las disputas y guerras entre los imperios ruso y persa en los siglos XVIII y XIX, que derivaron en los tratados de Gulistán (1813) y Turkmenchay (1828).
Tanto los poblados armenios como los tártaros vivían azotados por estas disputas y revistaban como súbditos de los zares rusos o khanes persas, según se inclinara la balanza.
Pero sin desmedro de esa situación, hoy el gobierno de Bakú pretende que todo lo que fue el Imperio Ruso en el Cáucaso le pertenece y son las “tierras ancestrales azeríes”. Ésta es hoy la pulseada.
Construir la identidad
El historiador e investigador turco Harun Yilmaz sostiene en un esclarecedor ensayo sobre la construcción de la identidad nacional azerí (“The Soviet Union and the Construction of Azerbaijani National Identity in the 1930s”) que antes del gobierno bolchevique, las ideologías rivales definían de diferentes maneras a la mayoría de habla turca tanto del Azerbaiyán histórico al sur del río Arax (en Irán) como las provincias de Bakinskii y Elizavetpolskii gobernadas por los rusos en el norte.
“La potencia colonial rusa dijo que ‘los tártaros azerbaiyanos eran erróneamente llamados persas. Eran chiítas por denominación e imitaban a los persas en muchos aspectos, pero su idioma es turco-tártaro’”, explica Yilmaz.
Los registros oficiales del Imperio Ruso y varias fuentes publicadas del período anterior a 1917 los llamaban “tártaros” o “tártaros caucásicos”, “tártaros azerbaiyanos” e incluso “tártaros persas” para diferenciarlos de los otros “tártaros” del imperio y de los hablantes de persa de Irán. Esto fue el resultado de un uso más amplio del término tártaro en el idioma ruso como nombre genérico para todos los hablantes de turco.
A fines del siglo XIX intelectuales como Hasan bäy Zardabi (1837–1907) que operaba desde su periódico Äkinchi (1875–77) impulsaron la consolidación de una identidad turca entre los tártaros, o también Ali bäy Huseynzadä (1864–1941) a través de la publicación Hayat, quien definió a los azerbaiyanos como turcos.
Por entonces, tres eventos relevantes en la región, la Revolución Rusa de 1905 y el posterior choque étnico con los armenios, sumado a la Revolución Constitucional de Irán en 1906 y la Revolución de los Jóvenes Turcos de 1908, que llevó a los panturquistas al poder, incrementaron los sentimientos nacionalistas turcos en Azerbaiyán.
“El 27 de mayo de 1918, se declaró la República Democrática de Azerbaiyán (RDA) con el apoyo militar otomano. Los gobernantes de la RDA se negaron a identificarse como tártaros, lo que consideraban, con razón, una definición colonial rusa. En su lugar, definieron al pueblo musulmán de habla turca del sudeste del Cáucaso como turcos”, asegura Harun Yilmaz.
Agrega que “los funcionarios de la RDA también usaban con frecuencia ‘musulmán’ para identificar al mismo grupo, porque la mayoría de la población todavía se identificaba por religión”.
Nuevo país, nuevo nombre
¿Pero de dónde surge el nombre Azerbaiyán para denominar al país? Todo es debido al Partido Musavat, fundado en 1911 en Bakú como Partido Musulmán Democrático Musavat.
Antes de la Primera Guerra Mundial, Musavat era una organización clandestina secreta relativamente pequeña, que bregaba por la prosperidad y la unidad política del mundo musulmán y de habla turca.
Su fundador, Mammed Amin Rasulzade, que había estado exiliado en Constantinopla, rápidamente se volcó por la ideología panislámica y simpatizaba con el movimiento panturquista. Además, tenía como norte “la unidad de todos los pueblos musulmanes sin importar la nacionalidad o la secta”.
Tras la desintegración del Imperio Ruso y la declaración de Independencia en 1918, Musavat se convirtió en el partido líder de la recién creada República Democrática de Azerbaiyán, ocupando la mayoría de los mandatos en sus parlamentos, en el Consejo Nacional de Azerbaiyán y luego en Parlaman (Parlamento), siendo Rasulzade el primer jefe de estado (28 de mayo al 7 de diciembre de 1918).
Fue justamente bajo el liderazgo de Musavat que se adoptó el nombre "Azerbaiyán", un nombre que antes de eso se utilizaba sólo para referirse a la región adyacente del noroeste de Irán contemporáneo.
“El vecino Irán no vio con buenos ojos que la RDA adoptara el nombre de ‘Azerbaiyán’ para el país, ya que también podía referirse al Azerbaiyán iraní e implicar una reivindicación territorial”, remarca Harun Yilmaz. Incluso en la década de 1940 hubo un intento militar de forzar la unión con el Azerbaiyán iraní, una intentona que duró sólo unos meses.
Carlos Boyadjian