Cómo jugar al póker con el enemigo, sin perder de vista el objetivo nacional

09 de febrero de 2024

Mientras Azerbaiyán siempre pide nuevas concesiones, el gobierno armenio no logra desbaratar la estrategia de Bakú, ni acierta a imponer sus puntos de vista.

El presidente de Azerbaiyán, Ilham Aliyev, es un maestro en el arte de correr permanentemente el arco y siempre pide algo más a cambio de la nada misma. Que el dictador de Bakú sea un mal nacido, hijo de una madre de dudosa reputación, por decirlo en términos educados, no le quita el saber aprovechar su reconocida capacidad para fingir demencia y decir cada vez que no dijo lo que dijo con anterioridad, o no acordó lo que acordó en una instancia negociadora anterior.

El caso más claro se refiere a la política oficial de Bakú de hacer referencia en todos los niveles de Gobierno, por supuesto también en discursos del propio presidente Aliyev y hasta en la televisión estatal, al delirante concepto de Azerbaiyán Occidental, y a supuestas ciudades azeríes o de raíz turca en el corazón de Armenia como Ereván, Gegharkunik, Jermuk o Syunik.

En contraste, el primer ministro de Armenia, Nikol Pashinyan, se muestra cada vez más retrocediendo en pantuflas, haciendo malabares por no caer y quedar en ridículo.

La estrategia de Azerbaiyán de reclamar localidades de Armenia, o incluso toda Armenia como “territorios ancestrales de Azerbaiyán”, no es nueva, empezó a desplegarse ya a comienzos de 2018, y justificó las agresiones de julio de 2020 y la guerra de los 44 días entre septiembre y noviembre de ese año.

Todo el mundo sabe que mientras Armenia figura en mapas antiguos y en las narraciones de Herodoto, ya en el siglo V antes de Cristo y tuvo su primer Estado independiente en el siglo II antes de la era cristiana, no hubo conocimiento de un Estado azerí hasta mayo de 1918, más de dos milenios después.

Pero la estrategia goebbeliana de “miente, miente, que algo quedará”, seguramente le da algunos réditos al dictador de Bakú, especialmente en círculos interesados en quedar bien con Aliyev para la provisión de hidrocarburos. O porque eso obliga a poner todo en duda.

Algo así como el llamamiento de Occidente a deponer las armas a los dos países combatientes en la guerra de los 44 días, cuando claramente uno fue el agresor y el otro el agredido.

Reforma constitucional

La última jugada de Aliyev fue decir que una reforma de la Constitución de Armenia allanaría el camino a la firma de un acuerdo de paz. El argumento es que en la actual Constitución hay referencias a Artsaj como un territorio armenio, y eso en su visión es inaceptable.

Lo peor es que Pashinyan juega la misma carta, la de la reforma constitucional. Tal vez porque legítimamente cree que es necesario modernizar las estructuras jurídicas de la Tercera República de Armenia. Pero un político profesional no puede desconocer que una declaración de ese tipo en este contexto, le hace el caldo gordo al enemigo.

El punto más cuestionable hoy es la actitud pasiva del gobierno armenio. Pareciera que, con tal de firmar la paz a cualquier costo, se aceptarían todos los condicionamientos de la otra parte.

Ciertamente es muy difícil negociar con un megalómano y delirante, que por otra parte recientemente ganó una guerra y fue reelecto, en comicios sin observadores internacionales, por el 93% de los votos. Casi como era en la era soviética, con oponentes testimoniales.

Pero en ese contexto, el gobierno de Armenia debiera apelar a una estrategia más efectiva. Por ejemplo, frente al permanente reclamo de más territorios armenios por parte de Azerbaiyán -recordar la cuestión de los enclaves y las ocho aldeas, sin mencionar el enclave armenio de Artvashén, rodeado por territorio azerí- reclamar como una línea roja irrenunciable la liberación de todos los prisioneros de guerra y los presos políticos.

Recientemente, Argishti Kyaramyan, presidente del Comité de Investigación de Armenia, declaró que Bakú confirma la presencia de unos 23 prisioneros armenios, aunque la parte armenia tiene información objetiva de que Azerbaiyán tiene otros 32 prisioneros armenios.

Entre los prisioneros políticos figuran los ex presidentes de Artsaj, Arkady Ghukasyan, Bako Sahakyan, Araik Harutyunyan; así como el ex ministro de Estado de Nagorno Karabaj, Ruben Vardanyan; el presidente de la Asamblea Nacional de Artsaj y miembro del Buró de la FRA-Tashnagtsutiún, Davit Ishkhanyan; el ex comandante del Ejército de Defensa, Levon Mnatsakanyan; el exministro de Relaciones Exteriores, Davit Babayan, y el exviceministro Davit Manukyan, a quien Azerbaiyán detuvo en forma ilegal recientemente. Todos recibieron acusaciones falsas y detenciones prolongadas.

Es una forma de mantener el reclamo sobre la mesa de negociaciones. Por otro lado, hay que reclamar el retorno perentorio y seguro de los armenios de Artsaj desplazados a través de la política de limpieza étnica. El gobierno azerí se jacta de que mientras el reclamo lo hacen los gobiernos de Francia y otros países occidentales, el gobierno armenio no dice nada.

Cuestión territorial

El tercer punto a considerar es el retiro de las tropas azeríes de los más de 200 km2 de territorio soberano armenio. En la reunión de Praga en agosto pasado, junto a Pashinyan y el presidente del Consejo de Europa, Aliyev acordó el reconocimiento de los 29.800 km2 que tenía Armenia al momento de la independencia. Pero luego no hizo más alusiones.

Ese punto es crucial para destacar la falta de voluntad de diálogo y de acordar la paz por parte de Bakú.

Además, es necesario desactivar completamente la cuestión del supuesto corredor Zankezur, por violar el territorio de Armenia. Claramente, la propuesta Encrucijadas de Paz del gobierno armenio, que busca destrabar las comunicaciones terrestres en la región del Cáucaso Sur, no arranca.

Es claro que Azerbaiyán no tiene interés en la iniciativa, pero en estos casos es bueno cerrar los acuerdos con los países que quieran, por caso Rusia, Georgia, Irán, y de alguna manera “forzar”que al quedar afuera de los beneficios, los otros países -Turquía y Azerbaiyán- se sientan más inclinados a sumarse más adelante.

En suma, lo que hay que hacer es tomar la iniciativa, subirle a apuesta a Azerbaiyán, no jugar a la defensiva y tratando de responder a cada uno de sus pedidos. Armenia es un Estado independiente, que ciertamente perdió una guerra, y debió ceder temporalmente una parte de su territorio, pero eso no es una situación dada y para siempre. La estrategia que desarrolle Ereván es clave para negociar desde otro lugar.

Estos son algunos de los aspectos incluidos en un comunicado del Buró de la FRA-Tashnagtsutiún, fechado el 5 de febrero, en el que detalla, además, que “la base de la delimitación y la demarcación deben ser las fronteras reales vigentes en el momento de la adhesión de la República de Azerbaiyán a la CEI (24 de septiembre de 1993)”.

Y agregó: “La delimitación y demarcación entre ambos países debe cumplir con las mejores prácticas y normas internacionales y debe basarse en la “Convención de Viena de la ONU sobre el Derecho de los Tratados Internacionales” (1969), el “Acta Final de Helsinki” (1975) y el documento de la secretaría de la OSCE‘Delimitación y Demarcación de las Fronteras Estatales’, a partir de las normas conceptuales del documento ‘Cuestiones Urgentes y Vías de Solución’ (2017), incluyendo el principio de que nada se pacta mediante amenaza de fuerza ni ningún acuerdo internacional alcanzado mediante su implementación”.

Carlos Boyadjian
Periodista
coboyadjian@yahoo.com.ar

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