Con prisa, sin pausa, van cumpliendo con sus objetivos

14 de noviembre de 2021

A exactamente un año del término de la guerra de Artsaj, el sentir colectivo de la mayoría de los armenios, sea cual sea su lugar de residencia, parece ser el mismo: indignación y deseo de justicia.

No haremos hincapié en las estadísticas, como se suele hacer en estos nefastos aniversarios: tantos los muertos, tantos los desaparecidos, tantos los prisioneros, tantos los discapacitados... Hartos estamos de datos -en cálculos oficiales del tipo “plus-minus”- que transforman en simples números a la gente de carne y hueso y a los territorios patrios en meros porcentajes...

Eso sí, debemos señalar que la última víctima –y seguimos sumando– de la agresión turco-azerí ha sido Mardik Yeremian, un joven armenio de 22 años, oriundo de Stepanakert, trabajador en la restauración de la red hidráulica de Artsaj, que acaba de ser asesinado a sangre fría cerca de Shushí por un miembro de las fuerzas azeríes.

No hay duda de que el simbolismo juega un rol importante para esta gente. Ninguna de las fechas elegidas por el tándem turco-azerí en su agresión contra los armenios es casual: Desde el 27 de septiembre de 2020 (inicio de la guerra) hasta el 9 de noviembre (firma del acuerdo tripartito en la madrugada del 10) hay un hilo conductor con el 27 de septiembre de 1920 (inicio de la guerra kemalista contra Armenia) y con el “día de la bandera” azerbaiyana (9/11).

Y para festejar la fecha patria y el primer aniversario de la “victoria”, qué mejor que la visita de Aliyev y del ministro de Defensa de Turquía a Shushí, los desfiles militares, los fuegos artificiales... y el asesinato de un civil armenio y la balacera contra otros tres que resultaron heridos...

Por su parte, la víspera de ese primer aniversario, el primer ministro Pashinyan apareció en la televisión pública en una entrevista a su periodista favorito. Para decirnos –entre otras cosas- que Armenia está dispuesta a que Azerbaiyán tenga acceso a Najicheván a través del territorio “soberano” de Syunik y que en contrapartida, los armenios obtendrán acceso a Rusia y a Irán a través del territorio azerí...

Es una pena que el periodista no le haya formulado una duda colectiva: si Armenia ya tiene acceso tanto a Irán a través de su propia frontera sur como a Rusia a través de Georgia en la frontera norte ¿qué gana cediendo su territorio para que Bakú consiga algo que no tiene?

Pashinyan tampoco ha explicado hasta ahora por qué motivo no ha visitado Stepanakert ni una sola vez en los últimos doce meses y sobre todo, qué pasará con Artsaj desde el mismo instante en que Armenia reconozca con su firma la integridad territorial de Azerbaiyán, uno de los requisitos sine qua non de Bakú para la “normalización” de las relaciones bilaterales. No es difícil imaginarlo: la cuestión de Artsaj –incluido el corredor que la une a Armenia- se transformará de facto y de jure en un asunto interno de Azerbaiyán. Más claro, echarle agua...

Es cierto que hoy por hoy las fuerzas armadas rusas están presentes controlando la situación en lo que ha quedado de Artsaj. Es cierto también que están llevando a cabo una indispensable tarea de asistencia humanitaria a la población que ha regresado a sus hogares luego del conflicto armado. Pero ¿quién asegura a ciencia cierta que esa presencia se extenderá más allá de los próximos cuatro años establecidos en el acuerdo trilateral? Y lo peor: si con la presencia de las fuerzas rusas en el lugar, los azeríes disparan impunemente y a plena luz del día contra civiles armenios ¿qué ocurrirá si esa fuerza de pacificación decide retirarse al vencer ese plazo?

Con una población que se debate entre las dificultades económicas y la emigración masiva; entre la tragedia cotidiana de las muertes por la pandemia y la constante amenaza e intimidación contra los habitantes de Artsaj y de los pueblos fronterizos de Armenia, el gobierno de Pashinyan continúa con su política de “buen alumno” en aras de una futura “era de paz” con Turquía y Azerbaiyán.

¿Acaso el gobierno no se ha percatado aún de que el precio de esa supuesta “era de paz” es ceder frente a todas y cada una de las exigencias de Ankara y de Bakú? O bien, lo sabe y actúa en consecuencia...

Mientras tanto, la oposición sigue sin encontrar un claro rumbo de acción política. La reciente concentración popular en Yerevan –la primera desde las últimas elecciones del 20 de junio pasado- no parece haber aportado nada nuevo más allá de mensajes y advertencias de los líderes opositores al gobierno.

Lo “nuevo” ha venido de la comisión parlamentaria de Defensa y Seguridad. Su presidente, el verborrágico Antranik Kocharian, ha asegurado que Ardzrún Hovannisian, alias “Venceremos”, se incorporará como experto (perito) de la mencionada comisión parlamentaria en la futura comisión investigadora de la guerra de los 44 días...

Más que “experto”, Ardzrún debería ser convocado por dicha comisión como uno de los involucrados –y llegado el caso, imputados– principales en la guerra. ¿O no era él quien durante 43 días machacó la conciencia de los armenios con el falso “haghtelú enk”? ¿Acaso ignoraba la poca veracidad de los datos que suministraba cada noche?

No tenemos ningún prejuicio. Hemos defendido a Ardzrún creyendo en su labor informativa en momentos muy difíciles. Y también lo hemos criticado, por haber hecho “mutis por el foro” tras la guerra... Los justificativos del estilo “no le quedaba otra que mentir”, no resultan convincentes. Si ha debido mentir durante la guerra, tendrá que llegar el momento –para él y muchos otros- de explicar los motivos. Pero decididamente, no como “experto” en una comisión investigadora que debe encargarse de investigarlo a él...

Un plan minucioso, paso a paso

La noticia “bomba” que acaba de acaparar la atención es que Azerbaiyán pondrá puestos de control aduanero en el tramo de la ruta Gorís-Kapán que ocupa ilegalmente. Lo más curioso es que lo ha anunciado entre gallos y medianoche por la televisión, Armén Grigoryan, secretario del Consejo de (In)Seguridad nacional...

Es el mismo funcionario que no tuvo ningún reparo en criticar públicamente la persona y la labor del Defensor del pueblo, Armán Tatoyán, quien con sus intervenciones y su incansable y puntillosa tarea, se ha convertido en la conciencia misma del pueblo armenio en esta difícil coyuntura y en un “dolor de cabeza” para las tesis gubernamentales.  

Todo indica que el actual objetivo turco-azerí es controlar definitivamente la ruta principal (M2) Yereván-Syunik-Irán a través de la usurpación de ese tramo de 21 km de Gorís a Kapán, con el consiguiente bloqueo de los pueblos fronterizos de la región. Las escasas rutas provinciales alternativas que el gobierno se jacta de haber asfaltado, no parecen convencer a la población local por ser difícilmente transitables –especialmente en época invernal– y por el tiempo adicional que requieren esos caminos.

El próximo objetivo no está lejos: a la altura de Voskepar en la región de Tavush, la misma suerte le espera a uno o varios tramos de la ruta principal (M4-M16) Idjeván-Noyemberián-Georgia, cuya eventual ocupación por parte de los azeríes implicaría el control de una de las dos arterias que comunican Armenia con la capital de su vecina del norte. De hecho, se trata del camino más corto para ir de Syunik a Tbilisi.

De esta manera, convertida en enclave, bloquedas sus fronteras tanto al este como al oeste y bajo control enemigo las principales conexiones al sur y al norte, a Armenia no le quedaría más opción que ceder el corredor de Syunik para obtener a cambio el supuesto acceso a Irán y a Rusia a través de Azerbaiyán... Sólo así cobran sentido las palabras de Pashinyan durante la mencionada entrevista televisiva acerca de la “ventaja” que debería obtener Armenia cediendo el sur de su territorio...

Sin mediar aún proceso de delimitación y demarcación de fronteras alguno, la justificación del gobierno armenio ha sido que el tramo ocupado de Gorís-Kapán es ahora “territorio azerbaiyano”, sin especificar en qué se basa para tal afirmación. Más aún, el mimso Pashinyan ha confesado que de no aceptar esa medida “lo presionarían con el corredor...”. No sería nada raro que llegara el momento de justificar “si no entregamos el corredor de Syunik, tendremos serias dificultades en nuestras comunicaciones terrestres con Rusia y con Irán...”

Ante estas declaraciones, una vez más, la reacción de la oposición política en Armenia ha sido más que tenue: una movilización de unos pocos frente a la sede del gobierno y un intento fallido de varios diputados de entrar a la sede donde sesionaba el gobierno. Y una vez más, la actitud policial de los boinas rojas quienes se han destacado por su brutal represión contra los manifestantes. El mismo día, la comisión parlamentaria de Derechos Humanos se reunía de forma “extraordinaria” para analizar el asunto de las medidas adoptadas por Bakú, en una sesión en la que los diputados oficialistas brillaron por su ausencia...

En cualquier país en el que gobierno y oposición mantienen canales de comunicación frente a la amenaza externa, masivas y permanentes manifestaciones lideradas por la oposición podrían ser un instrumento a favor en manos del gobierno para no ceder en las negociaciones con el enemigo. No parece ser el caso de Armenia, donde la oposición se limita –hasta el momento– a su labor parlamentaria y no da muestras de llevar la confrontación interna a la calle.

Cierto es  también, que cualquier provocación disfrazada de “incidentes callejeros” puede desembocar en justificativos gubernamentales de “desestabilización” e imponer no sólo una mayor represión policial sino incluso, alentar la posible injerencia de Turquía y Azerbaiyán en el panorama político interno...

Sea como fuere, mientras Artsaj vive en la incertidumbre total acerca de su futuro y mientras Armenia no encuentra una mínima salida a sus problemas debido a un gobierno incapaz en sus funciones y a una oposición que no se anima a ejercer las suyas más allá del recinto parlamentario, Ankara y Bakú siguen adelante, con prisa y sin pausa, cumpliendo uno a uno con sus objetivos.  

Ricardo Yerganian
Exdirector de Diario ARMENIA

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