Del Reino de Urartú a la moderna y cosmopolita Ereván

15 de octubre de 2024
Ph.: Davit Hakobyan.

Un recorrido histórico por las diversas capitales de Armenia, un crisol que mezcla pasajes de la historia, con la política y la cultura. Ascenso y caída de grandes centros urbanísticos que, sin embargo, dejaron su huella.

A lo largo de más de 4500 años de historia Armenia tuvo momentos de máximo esplendor y expansión territorial y otros de pérdidas territoriales y dominación extranjera. Partiendo del período Urartiano, y atravesando cinco dinastías y tres repúblicas en los últimos cuatro milenios, Armenia tuvo una docena de capitales que dan cuenta de su grandeza.

Ereván, la capital actual, cumplió el sábado pasado 2806 años de vida. Es contemporánea de Roma, a la que aventaja por casi 30 años, y sólo la supera la mítica Atenas. En ese contexto, Ereván es más antigua que casi todas las capitales europeas.

La propia Bizancio fue fundada 125 años después que Ereván. Cabeza del Imperio Romano de Oriente, con el tiempo tomó la denominación de Constantinopla en épocas de los griegos bizantinos y luego durante el Imperio Otomano, y sólo fue renombrada Estambul tras el surgimiento de la República de Turquía y el advenimiento de los nacionalistas kemalistas.

Ereván es una de las pocas ciudades en el mundo de la que se guarda un testimonio fehaciente de su fundación, en este caso encontrado en 1950 durante unas excavaciones arqueológicas. Allí se encontró una piedra de basalto con una inscripción cuneiforme, en la que se da cuenta de la fundación de la ciudadela de Erepuní, hoy Ereván, por parte del rey urartiano Argishtí I.

“Por la grandeza del Dios Jaldí, yo Argishtí, hijo de Menuá, construyó esta fortaleza poderosa y la proclamó Erepuní, por la gloria de Biainili (Urartú) e inculcar temor entre los enemigos del rey”, dice la escritura que data del año 782 antes de Cristo.

Y Argishtí aportó datos sobre su paso por el lugar. “La tierra era un desierto, antes de las grandes obras que logré sobre ella. Por la grandeza de Jaldí, Argishtí, hijo de Menuá, es un rey poderoso, rey de Bianili y gobernante de Tushpa (actualmente Van)”.

De aldeas a grandes urbes

A lo largo de su historia los diferentes reinos y las repúblicas de Armenia tuvieron 12 capitales, que quedaron inmortalizadas en el célebre campanario del Memorial de Sardarabad.

No hay criterio uniforme sobre si el período de la Dinastía Oróntida (331-176 a.C.) es esencialmente armenio o no, dado que en esos años hubo reyes delegados o sátrapas que gobernaron en nombre de fuerzas extranjeras dominantes como los medos y los aqueménidas.

Ereván fue la capital de la República Democrática de Armenia entre 1918 y 1920, continuó siéndolo en la República Socialista Soviética de Armenia por siete décadas cuando fue parte de la Unión Soviética y es la sede del gobierno y la principal ciudad del país desde la independencia del 21 de septiembre de 1991, cuando se estableció la Tercera República.

Todo empezó en Urartú, también conocido como Reino de Van y estado sucesor del imperio de los hititas. Durante más de dos siglos (850 a 600 a.C) el reino de Urartú tuvo primero su capital en Manazkért (o Manzikert) entre los años 850 y 820 antes de la era cristiana, y luego pasaría la cabecera a Tushpa, actual ciudad de Van, a las orillas de lago homónimo en el sudeste de Turquía. De este período data la fundación de Ereván por parte del rey Argishtí I, mencionado más arriba.

Le siguió la dinastía Oróntida, o Yervanduní en armenio. Los oróntidas establecieron dominio sobre Armenia aproximadamente en el siglo V a.C., con capitales fijadas en Armavir, República de Armenia, entre los años 331 y 210 a.C. y Yervandashat, provincia de Igdir en Turquía, entre 210 y 176 a.C.

En ese momento la debacle de los oróntidas dio lugar al surgimiento del Reino de Armenia a través de la dinastía Ardashesian (Artáxida), que primero estableció su centro neurálgico en una ciudad fundada por Ardashés I, fundador de la dinastía, a la que denominó Artashát (del 176 al 77 a.C.).

Este es un período de mucho poderío del reino armenio y expansión territorial con Tigrán El Grande (Medz Dikrán), nieto de Ardashés, quien llevó los confines de imperio desde el Mar Caspio (actual Bakú incluida) hasta el Mar Negro y el Mar Mediterráneo en la zona de Cilicia. Tigrán fundó Dikranakert (Tigranocerta) en el siglo I a.C., hoy Diarbekir en el sudeste de Turquía y considerada la capital del Kurdistán.

Dikranakert fue capital del imperio entre el 77 y el 69 a.C. Luego el centro administrativo volvió a Artashát (69 a.C.- 120 d.C).

Tras el período Ardashesián sobrevino el surgimiento de la dinastía Arshakuní (Arsácida), cuya primera capital fue Vagharshapat (hoy Echmiadzín, en la provincia de Armavir) entre el 120 y el 330. En este período el rey Drtád III adoptó oficialmente al cristianismo como religión de Estado.

Fue sucedida por Dvin, en la provincia de Ararat de la Armenia actual, dominando la escena política entre los años 336 y 428 en la Alta Edad Media, un período que alumbró la invención del alfabeto por Mesrob Mashtóts en 406.

Esplendor Pakraduní

Tras un largo período de pérdida de autonomía de más de cuatro siglos, la nobleza armenia nucleada en la familia Pakraduní (Bagrátida) alumbró un nuevo estado independiente liderado por el rey Ashot I a fines del siglo IX. Este período de esplendor y de desarrollo de las artes y la cultura armenias tuvo cuatro capitales.

Primero fue el turno de Bagaran, que fue capital por sólo cinco años (885-890), trasladándose luego hacia Shiravakan, que dominó entre 890 y 929. Más tarde fue el momento de Kars, que fue asiento de las autoridades hasta el año 961.

Pero fue con Ani cuando el reino Pakraduní llegó a su máximo esplendor. Ya en el siglo X Ani tenía una población estimada en unas 100.000 personas, casi exclusivamente de etnia armenia, que vivían al interior de la ciudad fortificada, que se había transformado en una urbe que competía en influencia y esplendor con Constantinopla, capital del Imperio Bizantino, Bagdad y El Cairo.

Ani fue designada como capital del reino Pakraduní en el año 961 por el rey Ashot III y mantuvo su poder regional hasta el siglo XI. El monarca mejoró las fortificaciones de la ciudad que databan del siglo V y por aquella época fue también un importante centro comercial, enclavado en la Ruta de la Seda. En el año 992 su importancia como centro urbanístico era tal que el Katolicosado Armenio movió su sede a Ani.

Tras la llegada de las hordas turcomanas en el siglo XI y la derrota bizantina en la Batalla de Manzikert en 1071, la nobleza armenia se desplazó hacia la zona de Cilicia y las costas del Mar Mediterráneo. Allí se fijó la capital del reino en Sis en 1080 y permaneció en esa condición hasta 1375 cuando cayó la resistencia armenia a manos de los mamelucos. 

A partir de allí se abriría un período de seis siglos y medio de pérdida de la condición de estado independiente, primero a manos de los mamelucos y luego de los otomanos. 

No fue hasta comenzado el siglo XX y tras las graves consecuencias que dejó el genocidio planificado, diseñado y ejecutado por el gobierno turco-otomano en 1915, que el 28 de mayo de 1918 se declaró la independencia de la primera República de Armenia. Tuvo una vida breve de sólo 30 meses, golpeados por la hambruna, epidemias y varias guerras contra los turcos que buscaban hacer desaparecer a los armenios que habían sobrevivido a las masacres. 

Desde ese momento la capital se estableció en Ereván y continúa en esa condición hasta la actualidad. Hoy Ereván es una ciudad moderna, dinámica y, sin dudas, la puerta de entrada a un país milenario, con mucho para descubrir y de lo que enorgullecerse.

Carlos Boyadjian
Periodista
coboyadjian@yahoo.com.ar

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