Dr. Hugo Kuyumdjian: "Hemos aprendido a defendernos y luchar a fuerza de los golpes de la historia"
Para quienes hemos nacido en la Argentina y reconocemos nuestra identidad armenia, para los sobrevivientes del Genocidio, para los migrantes contemporáneos armenios, este país, del cual nos sentimos orgullosos de formar parte y en el que participamos en la construcción de una sociedad libre, democrática, rica en su diversidad étnica, religiosa, cultural, y comprometida con la Verdad, la Memoria y la Justicia, nos emparenta el mes de mayo, ya que por casualidades de la historia, ambas naciones están atravesadas por hechos trascendentales que marcaron el destino de sus pueblos.
La Revolución de Mayo de 1810 es, sin dudas, una fecha importante en la historia argentina que marca el punto de partida hacia la formación de la identidad nacional. Un camino que llevará, después de muchos años, a la consolidación de la Nación Argentina.
En el Cáucaso Sur también en mayo, pero de 1918, el pueblo armenio, sobreviviente del Genocidio perpetrado por Turquía iniciado apenas tres años atrás, logró fundar la República de Armenia y crear el Estado Armenio, garantes de la perpetuación de la Nación. Y fue también la República Argentina uno de los primeros países en reconocerla.
Si bien la independencia del 18 surgió como consecuencia de las condiciones históricas imperantes, no fue el resultado de una planificación, ni de un diseño ideológico, ni un objetivo pragmático, sin embargo, la lección que dejó la independencia ganada ese 28 de Mayo de 1918 ha sido unívoca: un estado nacional soberano, es imprescindible, para la existencia de un pueblo.
Esta República y su Estado, debió ocuparse de los refugiados que dejó el Genocidio, afrontando la difícil situación que aparejaban las consecuentes enfermedades y epidemias, carencia de alimentos, y además, organizar y rearmar un país bajo la amenaza latente de la Turquía genocida, con aciertos y errores, tuvo la visión y la virtud de dejarnos un legado claramente idealista, en el sentido más amplio y noble de la palabra, ser un Estado comprometido con la reunificación territorial, comprometido con la democracia y con la justicia social.
Implementó modificaciones en términos de igualdad de género, con el voto femenino, los derechos del niño, el derecho a la salud y a la educación pública, votando leyes que aspiraban a crear un país moderno y progresista con un sistema parlamentario, como el que hace un año adoptó la República de Armenia, que evitaba la concentración de poder y permitía a todas las fuerzas políticas participar del proceso nacional, con representación de todas las fracciones políticas y sociales.
Incentivó la creación de Homenetmén como proyecto educativo social y deportivo, con el objetivo de contener a los niños, adolescentes y jóvenes sobrevivientes del Genocidio Armenio, ayudando a que adquirieran valores, entendiendo la importancia del deporte en el desarrollo físico y emocional del individuo, para poder convertirse y ayudar a construir un mundo mejor, donde las personas puedan realizarse jugando un papel constructivo en la sociedad.
Articuló con HOM, cuyo rol fue invalorable, no solamente durante el Genocidio, sino con posterioridad al mismo, rescatando a niños y niñas islamizados o esclavizados para la servidumbre, y su rol activo en la contención social y solidaria para con el pueblo.
Un proyecto de gobierno progresista con fuerte identidad nacional. También en mayo, para ser más precisos el 9 de mayo, se conmemoran dos hechos importantes en Armenia y Artsaj.
Uno tiene que ver con un hecho mundial, la celebración del Día de la Victoria y la Paz en Armenia, aniversario de la victoria sobre la Alemania nazi en la Segunda Guerra Mundial, donde intervinieron más de 500.000 soldados armenios, perdiendon sus vidas la mitad; dicho de otro modo, casi el veinte por ciento de la población de Armenia.
Una de las seis divisiones armenias que luchó incansablemente estaba entre las tropas soviéticas que capturaron Berlín entre abril y mayo de 1945, la división Tamanian.
La victoria para los armenios tenía un doble significado: vencer al nazismo pero, además, obligar a Turquía a replegar sus tropas, dispuestas en la frontera para completar su idea de expansión y aniquilamiento de los armenios. El otro, mucho más reciente y no menos importante, parte de nuestra historia contemporánea, tiene que ver con Karabagh, con la República de Artsaj, ocurrido tan sólo hace 25 años.
Me refiero a la Liberación de Shushí, una ciudad situada a 5 km de Stepanakert, la capital de Artsaj, ubicada estratégicamente a 600 metros de altura, desde donde Azerbaidján acosaba con sus misiles insistentemente, sin discriminación alguna, sobre la población civil.
La recuperación de Shushí marcó el hito trascendental en la lucha de la liberación de Artsaj, en su legítimo derecho de autodeterminación de su pueblo, por tratarse de sus tierras ancestrales.
Así como no es posible imaginarse siquiera una victoria del nazismo y sus implicancias, del mismo modo no es posible imaginar a Artsaj bajo dominio azerí.
La victoria de Shushí representó la batalla clave que los hijos de la Nación Armenia liberaron para detener el ataque sistemático de Azerbaiján, estado que abraza la misma política genocida y negacionista de Turquía.
Artsaj significa el inicio del camino hacia el objetivo que tuvimos, cuando, bajo el liderazgo de Aram Manukian, la historia del pueblo armenio vio nacer a la República del 18, el camino de la reunificación de todos los territorios que pertenecieron históricamente a Armenia, el camino de la emancipación y de la integración de la Nación Armenia.
No somos amantes de la guerra, aunque hemos aprendido a defendernos y a luchar a fuerza de los golpes de la historia. Somos un pueblo pacifico, amamos la paz y deseamos tenerla con nuestros vecinos, creemos en la solidaridad y la amistad entre los pueblos.
Pero no hay paz posible y verdadera sin tolerancia y sin entendimiento reciproco, no hay paz posible y verdadera sin justicia, no hay paz posible y verdadera para Artsaj y para Armenia mientras Turquía y su aliada Azerbaidján continúen con su política de agresión.
Nos agreden cuando sostienen su política negacionista, nos violentan en cada escalada bélica con el objetivo de invadirnos, nos amenazan cuando el presidente azerí afirma y arenga en los medios de comunicación y en sus declaraciones que todos los armenios del mundo son enemigos de Azerbaidján, o dan a conocer listas negras de todas aquellas personalidades de la política, de la cultura, del periodismo, del empresariado, que visitan Karabagh sin el consentimiento del gobierno azerí.
Aliados de una misma política, engranajes de una misma maquinaria, que persiguen un objetivo en común, el mismo que se planteó el genocida Talaat Pashá en 1915.
No tenemos dudas, nos sobran ejemplos que desde hace años, Turquía y Azerbaiján , ejercen agresivamente a través de las respectivas embajadas sus influencias, generando intereses y amistades en los distintos niveles de la política, sin distinción partidaria, generando interés con falsas promesas de inversiones, seduciendo con viajes y premios, creando cátedras universitarias en el ámbito académico, con una sostenida presencia en el ámbito de las relaciones internacionales en Argentina y Latinoamérica, con el fin de hacer prevalecer su negacionismo.
Es muy importante que, como comunidad armenia, como Diáspora, lo tengamos muy presente y le destinemos a la cuestión de Artsaj la misma trascendencia, el mismo esfuerzo, la misma participación como lo hacemos cuando salimos a exigir justicia por el reconocimiento del Genocidio de los armenios por parte del estado turco.
Somos una comunidad formada principalmente por sobrevivientes del Genocidio. Es parte de nuestra identidad, y lo que ello nos moviliza año tras año está más que claro y a la vista. Sin embargo, debemos imprimir en nuestras conciencias la necesidad de pensar y actuar también en favor de Artsaj. No pensarlo simplemente como un destino turístico más por visitar. Debemos entender que el futuro de la Nación Armenia depende de cómo se resuelva, entre otras cosas, el conflicto en Artsaj.
Pues si las batallas de Sardarabad, Gharakilisé y Pash Aparán han sido decisivas para resolver la cuestión de ser o no ser del pueblo armenio, la definitiva liberación de la República de Artsaj y su reconocimiento internacional, el respeto a la autodeterminación y su decisión de ser parte de una misma Nación, marca el comienzo, del proceso de reunificación territorial, hacia la restitución completa para una Armenia Libre, Independiente y Unificada, que fue ,es y será siempre uno de los objetivos del Tashnagtsutiún.
Fuimos gobierno de esa nueva República, sostuvimos su importancia histórica y política, y reivindicamos su creación y existencia, y hoy la República del 18 es parte de la historia de la Armenia actual. Sin embargo, la realidad nos pone a prueba, nos desafía a que esos valores e ideas progresistas que nacieron en el 18 se corporicen en la conciencia colectiva de los actores políticos y sociales actuales y futuros en Armenia y su Diáspora.
Pues mas allá de las importantísimas y vitales cuestiones nacionales, que hacen imprescindibles la gobernabilidad, la estabilidad política y la paz en Armenia y en Artsaj, no podemos dejar pasar, de pensar y ser consecuentes, en la necesidad que la justicia social, la igualdad de derechos y oportunidades, la posibilidad del desarrollo colectivo e individual sin tener que verse obligados a emigrar para encontrar mejores horizontes, la consolidación de la democracia, y el rol imprescindible de un estado solidario y activo, como herramienta fundamental para garantizar una sociedad más justa, más equitativa y más igualitaria, sean puestas en relieve para que Armenia sea ese país ideal para vivir.
Para finalizar, y a modo de honrar a todos aquellos que lucharon, se sacrificaron y dieron sus vidas para ver nacer a la República y a su Estado, a quienes la defendieron incluso bajo otro sistema político, a los combatientes de Shushi y de toda Artsaj, que hicieron posible que hoy pueda seguir desarrollándose y consolidando su democracia, y a los que hoy defienden sus fronteras. Para todos ellos, nunca más justas y precisas aquellas palabras que entonamos en la última estrofa del Himno Nacional "Mer Hairenik". Nunca más reales, idealistas y coherentes en el accionar de todos aquellos que dieron sus vidas por la integridad del pueblo armenio a lo largo de la historia.
"Amenayn degh mah@ mi e, mart mi ankam bid merni. Paitz ieraní vor ir azkin azadutián gue zohví".
¡Que viva la República de Armenia! ¡Que viva la República Argentina! ¡Que viva la República de Artsaj!