Ecuador: Aquí manda el pueblo, no manda Erdogan
Recuerdo que en la Cancillería existía -y estoy seguro de que debe existir aún- una Unidad de Análisis Político de temas internacionales. A lo mejor el informe en el cual se recomienda no invitar a un personaje políticamente como el presidente de Turquía Erdogan o por lo menos no ponerle a disposición un espacio para su triste exhibición no ha sido transmitido a tiempo. Una dificultad burocrática que dejó el informe colgado en alguna oficina; entenderán, a veces puede pasar. Y así, los de arriba, sin el insumo necesario para tomar una decisión sensata, sin conocer bien la realidad turca, se lanzan en una invitación arriesgada, que no tenía sentido. Espero que haya ido así.
Porque de otra manera no se explica cómo el lamentable espectáculo de la semana pasada, con agentes de seguridad extranjeros reprimiendo en suelo ecuatoriano a mujeres y hombres que demostraban pacíficamente su desacuerdo, se haya podido dar. Correa dijo que se le debe respeto a un presidente de otro país elegido democráticamente. Es un argumento carente de fundamento.
Correa debería entender dos cosas: primeramente, que la solidaridad no tiene fronteras y que cada uno tiene el derecho y el deber de sentir como cercanos los atropellos y las injusticias cometidas en cualquier latitud del mundo. En segundo lugar, que no basta con ser elegido democráticamente para estar por encima de la crítica cuando se reprimen sistemáticamente a los opositores, cuando se encarcelan periodistas incómodos, cuando se considera a la mujer como un ser intrínsecamente inferior, cuando se lanza la guerra contra un pueblo entero, como sucede con los kurdos.
Ojalá Correa no reduzca el concepto de democracia a la convocatoria a las urnas. Después de todo, el comportamiento de la guardia turca en el IAEN no es nada más que el reflejo de la actitud fascistoide de quien cuidaba.
Ya lo dije alguna vez y lo repito: la realpolitik -y peor aún en tiempos de crisis- impone hacer negocios y relacionarnos incluso con actores estatales o personalidades políticas con las cuales no se comparten ni las más mínimas coordenadas de civilización.
No soy un ingenuo. Pero otra cosa es organizar banquetes presidenciales, tender alfombras rojas y dar la oportunidad a embusteros de posicionarse como grandes estadistas.
No es suficiente, por lo tanto, solidarizarnos con los perjudicados de la agresión y rechazar enérgicamente la actuación de la guardia presidencial turca, así como el mismo Correa y muchísimas voces en el oficialismo han hecho.
Es menester que la política exterior ecuatoriana saque la verdadera lección de los sucesos de la semana pasada: a los dictadorzuelos y los represores de derechos humanos no los queremos en Quito. Así de claro. ¡Aquí manda el pueblo, no manda Erdogan!
Samuele Mazzolini
eltelégrado.com