El año del Centenario y nuestra comunidad
El Centenario del Genocidio Armenio ocupó el centro de la escena de los armenios de todo el mundo. Un siglo después de haber sufrido el peor de los crímenes contra la humanidad, la nación armenia recordó a sus mártires sin dejar de lado las impostergables reivindicaciones de su pueblo.
Por primera vez luego de la recuperación de la independencia, el gobierno armenio encabezó un ente de conmemoración del que participaron también representantes de todas las instituciones sociales, políticas y benéficas de la Diáspora. La saludable intención de aunar esfuerzos recibió el apoyo de todos los actores de las comunidades de todo el mundo. A lo largo de más de dos años se sucedieron las reuniones en Ereván analizándose propuestas, discutiendo líneas de acción y lo que es fundamental se buscó coincidir en un mensaje lo suficientemente claro y vigoroso para todas las naciones del planeta, aquellas que reconocieron el genocidio y las otras que aun no tomaron esa importante decisión, tal vez influenciadas por el lobby turco y sus vergonzosas tácticas de comprar voluntades políticas.
El viernes 29 de enero, durante un acto llevado a cabo en el Memorial de Dzidzernagapert, el presidente Serge Sarkissian pronunció el trascendental discurso que sintetizó la posición del gobierno, pueblo y nación armenias. Lo hizo delante de gran cantidad de dirigentes comunitarios que tomaron parte de las labores previas al Centenario.
El modelo se replicó en las distintas comunidades donde de un modo u otro se establecieron procesos de labor para que la conmemoración tuviera la repercusión deseada. En nuestro país también se formó un conjunto de trabajo integrado inicialmente por casi todas las vertientes comunitarias. Se sucedieron las reuniones de trabajo y se tomaron decisiones conjuntas. Sin embargo, pronto aquellos grupos iniciales se fueron disgregando y la ejecución de muchos de los proyectos aprobados quedó en manos de un núcleo reducido que en muchos casos tomó atajos para organizar muchos de los eventos ya anunciados.
Los medios de prensa de la colectividad tuvieron la responsabilidad de anunciar y promover el extenso programa de actividades. Las redes sociales se sumaron a la tarea y dicha conjunción resultó clave para que miles de personas descendientes de los mártires del genocidio acompañaran de modo multitudinario eventos como la Marcha a la residencia del embajador de Turquía, el acto en la Rural y como colofón el evento que se desarrolló en el Luna Park.
Por supuesto, es difícil identificar cada uno de los actos organizados en el país, pero es un deber poner de manifiesto la capacidad de convocatoria y organizativa de las comunidades armenias de Córdoba y Rosario. Con muchos menos recursos, las acciones por ellos emprendidas tuvieron excelente repercusión a nivel provincial y nacional.
La colectividad respondió satisfactoriamente, la presencia de sus integrantes proveyó el contexto adecuado a las importantes actividades conjuntas. Sin embargo, esa nutrida concurrencia conformada por muchos armenios que no participan habitualmente de la vida comunitaria no fue usufructuada por las instituciones que se limitaron a poner el marco, pero poco hicieron por desarrollar algún procedimiento que al menos los reconociera para que su participación no quedara reducida a las conmemoraciones de 2015.
El Centenario ya es historia y lo que verdaderamente nos debe preocupar es que aun no estén resueltas la enorme mayoría de nuestras reivindicaciones. El día después nos debe encontrar con la fortaleza intacta y dispuestos a seguir dando batalla al enemigo negacionista. Esto sólo será posible si no resignamos el protagonismo y continuamos en el sendero acertado.
Se abre ahora una nueva etapa de la causa armenia. El objetivo del reconocimiento ya puede quedar atrás, pues la cantidad y calidad de las últimas pronunciaciones al respecto, hacen que podamos ingresar en una nueva fase: la del reclamo de reparación. Al respecto, acaba de publicarse un importante trabajo de una comisión de expertos que dedicaron varios años a estudiar las diversas alternativas de un derecho inalienable de todos los armenios, la recuperación de su patrimonio cultural, sus sedes sociales y religiosas y hasta en determinados casos el reclamo de determinados bienes materiales identificados de modo indiscutido.
El 2015 también tuvo otras aristas en la comunidad. La vida social siguió su curso y no faltaron las habituales manifestaciones culturales.
Debemos reconocer que la comunidad está funcionando como si un piloto automático tuviera a su cargo la conducción de las diversas organizaciones. Es verdad que en ocasiones nos topamos con interesantes novedades, pero lo habitual es la reiteración de programas y actos a los que concurre sólo una regular cantidad de compatriotas.
La crisis interna lleva ya varios años. La ausencia de aquellas plateas masivas a las que nos habíamos acostumbrado décadas atrás, nos da la concreta imagen de una comunidad que se está dispersando por distintos motivos.
Tal vez uno de ellos sea el económico. Las escuelas armenias no pueden sostener su caudal de alumnos de origen armenio y hace tiempo que ya abrieron las puertas a todos aquellos que quieran compartir nuestra cultura y tradiciones. Esa realidad ya empuja a las comisiones a reformular sus objetivos modificando programas de estudio y objetivos económicos que permitan que los distintos colegios sean viables administrativamente.
Los medios comunitarios tampoco pasan por su mejor momento, varias audiciones radiales se discontinuaron y otras se sostienen merced al aporte personal de sus directores.
La comunidad es un enorme conjunto de voluntades de diversos pensamientos políticos y diferentes estratos sociales. Para que podamos imaginar un futuro que nos conserve fieles a nuestros orígenes y usanzas, es imprescindible que comprendamos la gravedad de una situación que se extiende desde hace varios años.
Nuestros mayores construyeron la colectividad con iglesias, colegios, clubes y otras sedes sociales. Esos edificios hoy se ven poco concurridos y muchas instituciones han debido apelar a su imaginación gastronómica para poder sobrevivir. Honestamente, nadie puede pensar que esas soluciones sean eternas, más bien son parches que durarán lo que el entusiasmo de los comensales disponga.
Estamos cerrando un año intenso. Por una vez pensemos en analizar lo que viene y tratar de hallar nuevas respuestas a un estado de cosas que todos conocemos y que pocos se animan a enfrentar.
Jorge Rubén Kazandjian