El compromiso político que marcó una época y quedó grabado en piedra

28 de octubre de 2021

En apenas una década en Armenia se levantaron varios de los monumentos imperdibles actualmente para los turistas. El rol clave de intelectuales y políticos en esta movida.

Una de las primeras imágenes que todo visitante registra tan pronto sale del Aeropuerto Internacional de Zvartnóts y se acerca a casco céntrico de Ereván es la vista omnipresente de Mayr Hayastán, una madre vigorosa, firme, resiliente como toda armenia o armenio que se precie de tal, pero a la vez protectora y comprensiva.

Uno podría quedarse horas contemplando las sugerentes expresiones de su rostro y los significados de su recia postura. Y algo parecido ocurre al detenerse frente a la estatua de Sasuntsí Tavit (el mitológico David de Sasún) a sólo dos estaciones de metro del centro neurálgico de la capital armenia.

Un city tour a pie también llevaría al visitante hasta el Madenatarán (Museo de Manuscritos Antiguos “Mesrob Mashtóts”), una joya que alberga incunables y obras singulares que recorren los 4500 años de historia armenia.

Y claramente, nadie podría irse de la Yereván sin antes visitar el Memorial de Tsitsernagapért (o Dzidzernagapért, como se prefiera) erigido en recuerdo de las víctimas del genocidio armenio de 1915-1923, decidido, organizado y ejecutado por el Estado turco-otomano.

Otro infaltable es el complejo de Sardarabad, que conmemora la heroica gesta emancipadora de 1918 en la que Armenia logró su independencia y estableció la primera república. Pero para eso habrá que recorrer casi 46 kilómetros desde Ereván en dirección oeste.

Lo que no muchos conocen es el hecho de que gran parte de estos atractivos turísticos que hoy tiene la República de Armenia son el resultado de un momento histórico particular, caracterizado por el resurgimiento del nacionalismo y la reivindicación de la identidad armenia que emergió en la Madre Patria tras los años oscuros del stalinismo.

La estatua de Sasuntsí Tavit; la entronización de Mayr Hayastán en el Parque de la Victoria, donde años antes un Josef Stalin de gigantes proporciones observaba todos los movimientos de los yerevantsí; sin olvidar la construcción del edificio del Madenatarán y los memoriales de Tsitsernagapért y Sardarabad, todos fueron construidos en un período que va de 1959 a 1968.

El hilo conductor de este resurgimiento de la arquitectura armenia, ciertamente imbuida de cierto estilo arquitectónico soviético, fue la combinación de la revalorización de la identidad nacional, junto a la destreza política de una clase dirigente que, sin renegar de su ideología marxista-leninista, aprovechó su llegada a los círculos del poder soviético en Moscú para beneficio de Armenia y los armenios.

La “intelligentsia”

Tras la muerte de Josef Stalin en 1953, el proceso de desestalinización en la Unión Soviética (URSS) había desencadenado una ola de relativa apertura, sin llegar por supuesto a los estándares de la democracia occidental, aunque sí un cierto florecimiento de las ideas y la acción política, hechos sin precedentes hasta entonces en la URSS.

Emergieron figuras como Paruyr Sevag, Silva Kaputikyan y su esposo, Hovannés Shiraz, quienes se destacaron en el campo literario a la par de su activismo político y el involucramiento en los asuntos públicos, dando espacio a la resignificación de la identidad nacional.

Al comienzo esa vuelta a las fuentes, incluso en el contexto de un poder soviético internacionalista, se expresó a través de las manifestaciones artísticas pero con el correr de los años, en especial a promediar la década de 1960, la tendencia llegó a las calles.

Allí cobra relevancia la gran manifestación popular del 24 de abril de 1965 en la Plaza de la República, que congregó a unas 100.000 personas pidiendo el reconocimiento del genocidio armenio y la construcción de un memorial dedicado a las víctimas de la atrocidad turca. Ésta fue la primera manifestación callejera en toda la Unión Soviética desde los tiempos de la Revolución Bolchevique.

En esta empresa los intelectuales tuvieron también un invalorable apoyo político. Hacia fines de 1964 Yakov Zarobyan, Primer Secretario del Comité Central del Partido Comunista de Armenia, había mantenido contactos con altos oficiales de la URSS como Andrei Gromiko, Nikita Khruchev y Leonid Brezhnev.

El objetivo era obtener permiso para la construcción de un memorial en homenaje a las víctimas del genocidio armenio. Silva Kaputikyan y Paruyr Sevag, principales oradores en las manifestaciones de abril, en la que también se pidió por “una solución justa a la Causa Armenia” y por los “territorios de Karabaj (Artsaj) y Najicheván”, a los pocos días fueron invitados a Moscú para encontrar un cauce político a las marchas.

El resultado fue la aprobación de la construcción del Memorial Tsitsernagapert, que tras un concurso de proyectos (se presentaron 78 propuestas) comenzó su construcción bajo la dirección de Arthur Tarkhanyan y Sashur Kalashyan, dos jóvenes arquitectos que trabajaron día y noche para terminar las obras en tiempo récord.

La obra se inauguró el 29 de noviembre de 1967, al conmemorarse el 47° aniversario de la creación de Armenia Soviética y la llama eterna la encendió el Primer Secretario del Comité Central del Partido Comunista de Armenia, Antón Kochinyan.

De la misma época data el Complejo de Sardarabad, un proyecto dirigido por el arquitecto Rafael Israelyan, con esculturas de Ará Harutyunyan –el mismo que hizo Mayr Hayastán-, Arsham Shahinyan y Samvel Minasyan.

Fue inaugurado por el propio Kochinyan en mayo de 1968 para el cincuentenario de la gesta. En 1980 se dio una situación particular, cuando los líderes soviéticos de las tres repúblicas caucásicas, Karen Demirchyan, Eduard Shevardnadze (Georgia) y Heydar Aliyev (Azerbaiyán), el papá del armenófobo Ilham Aliyev, rindieron homenaje en Sardarabad a los caídos en la lucha por la independencia.

Basalto y granito

Este paso trascendental en la materialización arquitectónica de la identidad nacional, tuvo algunos pasos iniciales a finales de la década de 1950. En ese sentido, tras algunas gestiones previas en 1959 se inauguraron la estatua de Sasuntsí David y el moderno Madenatarán.

En el primer caso, en realidad se trata de una reconstrucción de la obra original realizada en yeso por el escultor Yervand Kochar en 1939, al conmemorarse el milenario de esa épica armenia. En 1941 la obra fue destruida apenas días después de que Kochar fuera encarcelado, acusado –supuestamente- de haber elogiado a Adolf Hitler en plena Segunda Guerra Mundial.

En 1957, al celebrarse en la URSS el 40° aniversario de la Revolución, el gobierno de Armenia decidió restaurar la obra, encargada al mismo Kochar, pero esta vez tallada en cobre, sobre una estructura de basalto y altura total de 12 metros.

La nueva escultura fue inaugurada frente a una estación ferroviaria el 3 de diciembre de 1959 y el modelo utilizado para representar a David fue el entonces primer bailarín del Conjunto Estatal de Armenia y a la postre, su director artístico más afamado, Vanúsh Khnamiryan.

El mismo año se concluyó el moderno Madenatarán, con la conocida escultura de Mesrob Mashtóts y su discípulo Koriún en la entrada. El 17 de diciembre de 1920, apenas dos semanas luego de la sovietización de Armenia, el gobierno local había decidido la nacionalización de todas las instituciones educativas y culturales armenias, declarando la colección de manuscritos de Echmiadzín “propiedad del pueblo trabajador de Armenia”.

Construido en basalto entre 1945 y 1958, el moderno Madenatarán sufrió también las vicisitudes de los vientos de cambio en la URSS y en la economía. Entre 1947 y 1953 las obras quedaron paralizadas por falta de obreros calificados, o al menos ésa fue la explicación oficial. Tras la muerte de Stalin se retomaron las obras y quedaron inauguradas el 3 de marzo de 1959.

El caso de Mayr Hayastán es incluso más llamativo. Originalmente, sobre el pedestal de granito se posaba una enorme estatua de Josef Stalin, erigida en 1950 en el Parque de la Victoria en homenaje a los vencedores y los armenios caídos durante la Segunda Guerra Mundial.

En 1962 tras varios años de desestalinización de las estructuras soviéticas, y el mismo año en que visitó Armenia Anastás Mikoyan, prominente dirigente de la URSS desde la década del 20, se decidió reemplazar al líder bolchevique por una estatua de la Madre Patria.

Inaugurada en 1967 la obra del escultor Ará Harutyunyan tiene una elevación total de 51 metros contando el pedestal –Mayr Hayastán tiene 22 metros- y se ve prácticamente desde todos los sitios de Ereván. Su base incluye un museo militar dedicado a la Segunda Guerra Mundial y hoy guarda objetos y recuerdos de la primera guerra de Artsaj (1988-1994) y en especial mapas de la campaña que permitió en 1992 la toma de Shushí por parte de las fuerzas armenias.

Carlos Boyadjian
Periodista
coboyadjian@yahoo.com.ar

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