El desafío de mutar el dolor en arte
La teatrista Herminia Jensezian (foto), directora del Teatro Tadrón, creó en 2007 este encuentro gratuito, atravesado por el “compromiso y la solidaridad”. Aunque la temática disparadora fue el genocidio armenio, las obras abordan “todo tipo de injusticia”.
“Creo que primero está la necesidad de uno. Después puede multiplicarse en la voz de los demás”, expresa Herminia Jensezian, actriz, directora, directora también del Teatro Tadrón y creadora del ciclo Teatro x la Justicia, cuya décima edición comienza hoy. Jensezian dice que hay que mutar el dolor en arte: su abuela y su padre sobrevivieron al genocidio armenio, y ella creció sintiendo lo que era “la falta de Justicia”. En 2007, con la compañía de otros artistas, ideó este ciclo atravesado por el “compromiso y la solidaridad”, ya que está hecho a pulmón y no se cobra entrada. En esta oportunidad se presentarán Tengo un apuro de un siglo, de y dirigida por Román Caracciolo; y El familiar, de Oscar Vázquez, con dirección de Gabriel Fernández Chapo.
A diez años del surgimiento del ciclo es momento de hacer un balance. “Lo que pasa es impresionante. Porque las obras que se presentan suelen ser durísimas. Me conmueve que el público nos agradezca por mostrarle esto”, desliza Jensezian. Cada año se lanza una convocatoria para la presentación de materiales teatrales vinculados al concepto de Justicia y el premio es la producción de los espectáculos. La selección corrió por cuenta de un jurado integrado por Jorge Dubatti, Jorge Palant, Enrique Dacal, Nora Lía Sormani, Jensezian, Jorge Ducca y Pablo Mascareño. Tengo un apuro de un siglo, inspirada en Del vodka hecho con moras, de Ana Arzoumanian, y cuentos de Hovhannés Yeranyan, tiene la particularidad de ser la primera obra que se estrena en la Argentina sobre la guerra de Nagorno Karabaj. El familiar es un alegato sobre las desapariciones forzosas de personas en la provincia de Tucumán.
El germen del ciclo fue la coexistencia en la cartelera porteña de muchas obras que abordaban el genocidio armenio. Antes, Una bestia en la luna había marcado “un punto de inflexión”, según entiende Jensezian. “Pero no seleccionamos obras vinculadas únicamente con esta temática. Tiene lugar todo tipo de injusticia: la violencia de género, la social, los desaparecidos. Sólo en 2015 hicimos una convocatoria específica, por tratarse del centenario del genocidio armenio. Siempre fuimos amplios”, precisa la directora. La fecha del lanzamiento coincide siempre con el aniversario del comienzo del exterminio u ocurre dentro de la misma semana.
Como es habitual en cada edición, durante la ceremonia de la noche del jueves 28 de abril los autores recibieron el Premio Tadrón y se leyó el manifiesto del ciclo. Este evento inaugural fue conducido por la actriz Ana María Cores. Como parte de la conmemoración del décimo aniversario, se prevé la publicación de un libro que recopila el trabajo realizado en estos años. A las 21 se pudo ver Tengo un apuro de un siglo. En el acto estuvieron presentes el embajador de Armenia en la Argentina, Alexán Harutiunian, y los autores que inspiraron el texto de Caracciolo. Hovhannés Yeranyan llegó especialmente desde Armenia. Hasta mediados de julio habrá funciones todos los jueves a las 21.
Con actuaciones de Trinidad Asensio y Marcelo Saltal, Tengo un apuro... es una historia de amor entre un soldado armenio y una joven argentina, y tiene como marco el conflicto bélico del enclave Nagorno Karabaj con Azerbaidján. Está inspirada en la novela Del vodka hecho con moras, de Ana Arzoumanian, y los cuentos “Día engañoso” y “El sapo”, de Yeranyan. Se la podrá ver hasta el 9 de junio. “Escribí la obra especialmente para este ciclo porque creía que este tema y esta forma se podían realizar solamente en un espacio como éste, que tiene pocos ribetes comerciales”, dice Caracciolo. Ya había tomado como punto de partida un texto de Arzoumanian para el espectáculo La que necesita una boca.
“Trabajé con todas palabras de los autores. Agregué una sola frase mía. El trabajo consistió en el traspaso del soporte papel al espacio, en agregar la forma teatral y dotar de acción a las palabras. Quise hacer una historia de amor en el marco de la guerra. Una historia de amor en el infierno. La Justicia está en tratar estos temas, en que se pongan en acción. En el hecho de que el público y todos tengamos la posibilidad de saber qué pasa, de informarnos, de tener una idea propia acerca de lo que sería la Justicia en cada uno de los casos”, reflexiona el autor y director.
Por otro lado, El familiar –del 16 de junio al 28 de julio– parte de un mito rural arraigado en Tucumán para recorrer la tragedia de una familia a través de distintas épocas. Es parte de una trilogía del autor que alude a la represión de la última dictadura militar. “Lo que diferencia a este trabajo es que tomo la represión desde los primeros años del siglo XX, partiendo de un mito que existió en la zona de los cañaverales de Salta, Tucumán y Jujuy: para la gente humilde aparecía de noche un perro gigante que se comía a los obreros díscolos. Es una cosa terrible que inventaron los patrones para desaparecer a los primeros anarquistas”, cuenta Vázquez, que fue militante en los setenta y que por eso se siente “parte” de la Historia retratada en sus obras. Aquella leyenda es el puntapié para contar “noventa años de represión”.
Porque el perro primero “se come” al padre de una mujer, quien después pierde a su marido en los 50 y finalmente a su hijo, en los 70. El elenco lo integran Vivi Vázquez, Marcelo Vilaro, Lautaro Alvarez y Pablo Mounier. Respecto de Teatro x la Justicia, Vázquez opina: “Es recontra interesante, permite poner todos los años en la cabeza de la gente mucha información. Turquía sigue negando el genocidio armenio”. El director de la obra, Fernández Chapo, definió al ciclo como una propuesta “necesaria”, ya que por medio del teatro político “apuesta a echar luz sobre las injusticias que atraviesan nuestras sociedades”.
Como apéndice de la propuesta se presenta Nomeolvido. Montaje Interpretativo de un Genocidio, de Kensezian, los sábados a las 18.30. Los intérpretes son Vahram Ambartsoumian, primer bailarín del Teatro Colón, y Kalust Jensezian, actor nacional de la diáspora armenia. “Tenemos que unirnos. La única forma de afrontar el dolor es hablarlo. No sólo para hacer catarsis, sino para que todos tomen consciencia”, concluye la directora.
María Daniela Yaccar