El segundo golpe de Operación Némesis
El 18 de julio de 1921 se produjo el segundo golpe de la “Operación Némesis” en el corazón mismo de la capital otomana. Misak Torlakian ejecutó con su pistola Mauser a Behoud Khan Djivanchir, el “Talaat de Bakú”, ex Ministro del Interior del gobierno de Azerbaiyán, responsable de las brutales masacres de más de 20.000 armenios en septiembre de 1918.
En el capítulo “Bakú vengó a Constantinopla” del libro Operación Némesis, los vengadores armenios de Jaques Derogy, traducido por Abraham Aharonian editado por la Fundación Jean y Cármen Apkarian, el autor escribe que, como en el caso de Soghomón Tehlirian, el acusado Misak Torlakian presentó en el momento de su arresto y durante su comparendo, una biografía muy armada, tendiente a dar a su crimen un móvil estrictamente personal.
Torlakian nació en 1890 en un pueblo de 40 familias armenias del vilayato de Trebisonda. De larga trayectoria revolucionaria es descripto como un hombre moreno, de cejas salientes y ojos inexpresivos, profundamente hundidos en las órbitas quien no se despojó, a lo largo de las cuarenta audiencias ante el tribunal, de su actitud fingida ni de su condición de huérfano de Bakú, afectado por epilepsia por los sufrimientos físicos y morales.
El relato explica que varios reclutados para el Servicio Especial del Tashnagtsutiún (Hadug Marmin) de la misión Némesis se hallaban en Constantinopla esperando distintas credenciales y certificados que les facilitaran la tarea encomendada en el lugar. Se trataba de Yervant Fundekian, Haroutiún Haroutiunian, Misak Torlakian, Aram Yerganian y Arshavir Shiraguian.
El comando fue informado sobre la presencia del ex ministro azerí Khan Djivanchir que estaba en Estambul en carácter de representante comercial del Gobierno Bolchevique ante la Sublime Puerta. Había sido reconocido en la calle por un militante tashnagtsagan que había tenido asuntos personales con él en Bakú, antes de las masacres de 1918. Yervant y Haroutiún fueron los encargados de seguirlo hasta su residencia y Misak fue designado para ejecutarlo. Una semana de seguimientos fue suficiente para “localizar” el objetivo: descendió en el Hotel Pera Palace, disponía de dos limusinas para él y los suyos, pero no tenía un horario fijo para sus desplazamientos en la ciudad.
El trío se ubicó en un café situado frente al hotel. Pasaron algunos días, jugando interminables partidas de tavlí (backgammon), vigilando las entradas y salidas del hotel. La noche del 18 de julio, las dos limusinas se estacionaron delante del hotel. Djivanchir apareció acompañado de cinco personas llevando el tradicional shapká (sombrero turco) sobre sus cabezas. Pero, en vez de ir a sus habitaciones, fueron a dar un paseo en el jardín público cercano al hotel y se sentaron en un kiosco de bebidas en medio de la multitud.
Haroutiún se eclipsó mientras que Misak y Yervant ingresaron en el Jardín de Taskim, a orillas del Bósforo, y se ubicaron en un banco próximo a la entrada. Una multitud se mantenía alrededor del kiosco. Las horas pasaban sin que el hombre a abatir se mueva del lugar donde estaba instalado para consumir y hablar con sus compañeros. El sueño vencía a los dos observadores estirados sobre sus bancos. Cuando Misak salió de su letargo, la mayoría de la gente había abandonado el jardín. Estupor: Djivanchir y sus amigos también se habían retirado. Misak sacudió a su compañero, adormecido como él, y se precipitaron hacia la calle donde la circulación aún era densa en medio de la noche. Misak vio al grupo con shapká sobre la entrada del hotel, a unos sesenta metros. Atravesó la calle zigzagueando entre los autos. Se aproximó hasta una veintena de pasos en el momento en que Djivanchir se puso de perfil. Su gran estatura impresionó a Misak que sólo lo pudo visualizar a la altura de su torso. Disparó sobre el blanco. Todo el mundo retrocedió a causa de la detonación pero la bala sólo rozó a Djivanchir que permanecía de pie y tuvo el reflejo de tomar el puño de Torlakian que lo apuntaba. Este se balanceó y lo enfrentó con el pecho descubierto. El matador disparó dos veces. Su víctima llevó su mano sobre el corazón y se desplomó pidiendo socorro.
La gente buscó refugio al abrigo de los autos. Los dos policías de guardia delante del hotel huyeron al ver el arma de fuego. Aprovechando el pánico, Misak dobló en la esquina y desapareció. Pero repentinamente, el recuerdo de un mal sueño regresó a su espíritu: “Djivanchir montaba un caballo blanco con sus cascos amenazantes y su pistola se había transformado en un látigo, incapaz de disparar un tiro”. Fue esta imagen que surgió en su inconsciente que lo hizo regresar para darle el tiro de gracia a su víctima. Había unas treinta personas alrededor del cuerpo de Djivanchir, que se abrieron al verlo regresar con el arma en la mano y lo dejaron disparar sobre el herido que murió poco después de su hospitalización.
Fue entonces que acudieron cuatro o cinco policías que habían sido llamados para reforzar blandiendo sus armas. Misak intentó escapar saltando por encima de un auto descapotable pero tropezó con los cuerpos tirados en el suelo. Un hombre trató de detenerlo: era el hermano de Djivanchir. Misak tiró para liberarse de él y lo hirió en el ojo. Sólo le quedaban cuatro balas. Disparó al aire para impedir que un policía lo desarme y se apoyó sobre el techo de un auto para intimidar a sus colegas hasta la llegada de la policía militar francesa. Sólo ante su presencia aceptó entregar el arma. Los soldados lo golpearon y dejaron que la multitud le arranque la camisa. Lo llevaron ensangrentado. Vio a un oficial francés levantar su bastón sobre él pero el jefe se interpuso: “Déjelo. Es un asunto doméstico, no es asunto de ustedes”. El jefe del destacamento le colocó las esposas y luego del interrogarlo sumariamente lo condujo a un gran edificio donde lo patearon hasta desmayarlo.
Cuando recobró el conocimiento Misak se encontraba en una celda en compañía de un detenido griego que le tendió su botella de agua para que beba. Al día siguiente fue llamado para un nuevo interrogatorio. Fue necesario que le corten las esposas que le sujetaban los puños con una sierra porque el guardia había perdido las llaves. Un intérprete griego tradujo sus respuestas del turco al francés. Le dijo al oficial que Djivanchir era el gran responsable de las masacres de Bakú donde había perecido toda su familia y él había sido herido como lo probaban sus cicatrices.
…
Una mujer de Trebisonda que se presentó como su locadora pero que en realidad era la esposa de una amigo de la infancia de Misak, Garbis Charinian, fue autorizada a visitarlo y llevarle ropas para cambiarse. En realidad era un agente de enlace. Con el pretexto de renovar su indumentaria, ella mantuvo el contacto durante las seis semanas que duró el procedimiento de instrucción británico.
…
El 28 de agosto Misak compareció ante el Tribunal Militar Británico con asiento en la antigua Escuela Militar Turca de Harbieh. Torlakian rechazó la defensa de un abogado británico y se aseguró que su defensa estuviera a cargo de tres armenios. Manifestó la reticencia a aceptar las directivas de sus jefes: calcar su actitud a la de Tehlirian en Berlín, invocando crisis de epilepsia a consecuencia de las escenas de horror que había presenciado. Pretender que había perdido el conocimiento, conseguir falsos certificados médicos, jugar una comedia que no le gustaba y mantener a lo largo del proceso informaciones falsas sobre su pasado y sobre sus actividades. Esta tergiversación era contraria a su temperamento, pero era la consigna transmitida por el Partido a través de sus visitantes y defensores.
…
Un testigo, guardespaldas del General Sebouh, dio a conocer el orden del día dirigido a Djivanchir a los intendentes de Azerbaiyán: “Nosotros proclamamos la guerra santa para la unificación de todos los pueblos emparentados con los turcos, desde Constantinopla a la India. Para ello es necesario eliminar a la raza armenia, agente de los ingleses en oriente y principal obstáculo para nuestro designio. Nuestro objetivo exige que pasemos sobre el cuerpo de los armenios. No se dejen enternecer por su suerte”.
…
Durante los dos meses en que duró el proceso judicial, el Presidente del Tribunal y sus dos asesores, no cesaron en manifestar su comprensión por la situación del acusado, pero el Lugarteniente-Procurador era conocido por sus simpatías pro-turcas. Sin embargo, éste fue llamado de Londres en medio de los debates y reemplazado por un joven oficial más comprensivo, el Capitán Cripton.
Lo que se demostró en las audiencias fue, ante todo, el rol de Djivanchir en las masacres de Bakú. La sentencia se conoció el 20 de octubre. Fue declarado culpable pero irresponsable, pues actuó en estado de demencia en el momento de los hechos. Torlakian fue absuelto pero sancionado con la expulsión del territorio otomano. Tras una espera de 18 días abandonó la celda N° 1 de la prisión militar y fue conducido, bajo escolta armada, hasta un barco griego. Sería liberado solo a su llegada al puerto de El Pireo, desde donde debía dirigirse a la Iglesia Armenia de Atenas.
Mientras tanto, otros dos equipos de vengadores navegaban hacia Europa. Uno estaba en marcha desde principios del verano de 1921 –incluso antes de la muerte de Djivanchir- con un objetivo de una audacia sin precedentes: abatir no tras otro a los siguientes integrantes de la lista. La piedra angular de esta serie de atentados puestos en la mira, supervisados por Shahan Natalí, era el ex agente secreto de la policía de Ereván, Ashavir Shiraguian. La consigna, esta vez, era no dejarse capturar y evitar, en lo posible, la muerte inútil de inocentes.