El “terciopelo” en la política de Armenia
El ambiente político armenio cambió de color luego de la irrupción pacífica del fenómeno Pashinian. Y es que él mismo denominó como una “revolución de terciopelo” al movimiento popular que inesperadamente ganó las calles de Ereván y otras ciudades armenias provocando en pocos días la estampida del gobierno de Sarkissian.
El terremoto abarcó todo el espectro político y afectó también las estructuras superiores de las fuerzas armadas y las administraciones del interior del país. Una nueva Armenia está en marcha fue la opinión coincidente de muchos ciudadanos, en especial aquellos que pertenecen a las generaciones más jóvenes. Algunos un poco mayores moderaban su entusiasmo, seguramente recordando otros episodios no muy lejanos donde la política provocó esperanzas que pronto fueron trocadas por dolor y desesperanza.
Pashinian es dueño de un estilo de gobierno distinto, más frontal y combativo. Y de acuerdo a sus dichos previos a su asunción pone su mira en la corrupción y busca combatirla en varios terrenos. En ese contexto, ya son varios los exfuncionarios investigados y enjuiciados, algunos ya detenidos. Pero, una luz de alarma se encendió en las últimas semanas, cuando algunas medidas tomadas por las cortes legales parecieron de tono político, en abierta contradicción con las promesas de Pashinian de no ir por la revancha.
La justicia parece actuar con otros libretos como si el tono teatral variara de género. Así, largos años después se despiertan causas que hoy sólo sirven para despertar nuevos enconos y divisiones. ¿Quién gana con este escenario?
Los que vivimos en la Argentina sabemos de este tipo de mutaciones. Las leyes existen, son útiles y son la herramienta para impartir justicia de modo imparcial. Pero, quienes son los encargados de utilizarlas en beneficio de la verdad y el bien común, siempre van a destiempo. Un juicio no dura menos de diez o quince años y cuando finalmente el martillo del juez dicta sentencia, los delitos cometidos ya no son tales porque el tiempo se los fagocitó.
El Tashnagtsutiún reclamó por una justicia seria y ajustada a derecho cuando fue detenido el expresidente Kocharian. Y su reclamo no fue por su antigua coalición de gobierno con él, sino por la imperiosa necesidad de que las leyes fueran observadas legítimamente. Eso despertó muchos enojos contra la FRA. Desde el mismo gobierno salieron a denostar a quienes se atrevieron a “contradecir” al premier Pashinian. Hasta hubo funcionarios que dijeron que se estaba con el primer ministro o contra él. Es decir, sólo valía la opinión concordante, el disenso era descalificador.
Pero el Tashnagtsutiún aboga por la curación no por la reapertura de viejas heridas. Es cierto, hubo represión y muertes en 2008. Y el único acusado de hoy es Kocharian y algunos de sus funcionarios. El revisionismo no alcanza a quienes provocaron las manifestaciones o quemaron decenas de vehículos en el centro de Ereván. Claro, mirar para atrás parece valer sólo en una dirección.
Pocos recuerdan hoy la persecución que sufrieron los dirigentes del Tashnagtsutiún en tiempos de Levón Ter Petrosian, justamente el polo contrario al gobierno que encendió la mecha en 2008. Pocos recuerdan que compañeros como Hrant Markarian o Vahán Hovhannessian fueron encarcelados varios años bajo falsas acusaciones que sólo tenían motivaciones políticas.
¿Sería muy descabellado pensar que la FRA no quiere justicia para los suyos? No, pero lo cierto es que el Tashnagtsutiún prefirió cerrar esa herida y marchar hacia el futuro por el bien de Armenia.
Hoy, en vísperas de las elecciones municipales de Ereván, el Tashnagtsutiún presenta sus candidatos. Y una vez más, la FRA enfrenta falsas acusaciones y amenazas que buscan desacreditar a sus hombres y mujeres. Pero, nuevamente el Tashnagtsutiún va por un futuro mejor para todos los armenios, como lo hizo toda su vida.
Jorge Rubén Kazandjian