Ema Demirdjian: “Hoy puedo decir soy armenia, siempre lo fui”
El martes 7 de mayo obtuve oficialmente la nacionalidad armenia.
Si bien no necesitaba ese diploma para sentirme y decir que soy armenia, tuve la necesidad de gestionarla. Soy armenia, siempre lo fui.
Por la mañana, me presenté en la oficina de la Embajada de Armenia en la Argentina. Me recibió la consulesa, nos saludamos y pasamos a su oficina. La oficina, prolija, ordenada y pintada de blanca, muy luminosa. Nos sentamos. A mi derecha, un cuadro de Cascad, Ereván.
Mientras la consulesa tipeaba algo en su computadora yo me trasladé a esas escaleras que conocía de memoria. Me vi nuevamente caminando por esas calles, visitando el Museo que está ahí cerca. Recorrí con mi memoria su plaza y los bebederos de agua helada que tanto refrescan en verano.
Cuando voy a Armenia, nunca me siento turista, siempre que voy siento que vuelvo a casa. Pasear por sus calles, comer las comidas típicas, hablar con mi gene, es mi felicidad.
De pronto, la consulesa me indicó que había llegado el momento. Nos ponemos de pie. Ella lee solemnemente las palabras para el juramento. Yo temblaba. “Juro”, dije, con un nudo en mi garganta. Inmediatamente hace sonar el Himno Nacional Armenio y no pude reprimir las lágrimas.
Estábamos solas pero no, yo no me sentía sola. Sentía que estaban a mi lado mi marido, mis hijas, mis hermanos, mis cuñados y detrás, observando a mis espaldas, sosteniéndome, sentí también la presencia de mis padres, mis suegros, mis abuelos y la de 1.500.000 de almas como fuego acompañándome.
Las estrofas del himno seguían mientras la consulesa intentaba encontrar en su cartera algún pañuelo para limpiar mis lágrimas que ya, sin vergüenza, descendían sobre mis mejillas sin control, a mares.
Soy armenia, soy feliz cuando mi país está bien, me entristece cuando se ve atacado o sufre problemas internos o externos. Tantas llagas por sanar, una sobre otra desde hace tantos años. Tanta historia, tanta fuerza por sobrevivir a pesar de los intentos por hacernos desaparecer del mundo.
No somos importantes para el mundo. No tenemos tanta prensa como otras naciones a pesar de sufrir los peores asedios, persecuciones, muertes, torturas, destierros, pogromos y genocidios. Solos contra el mundo.
Por todo esto, hoy digo que soy armenia por nacimiento, por ascendencia, por sentimiento, por decisión, por mis padres, por mis abuelos por mis suegros que tuvieron que venir a la Argentina para poder vivir en paz.
Por los que tuvieron que abandonar las tierras de Artsaj sufriendo otro atropello y otra pérdida. Por los jóvenes soldados que lucharon y murieron, por esas madres que orgullosas vieron a sus hijos partir para nunca más verlos regresar.
Seguiremos a pesar de todo y de todos, dispersos por el mundo exigiendo, reclamando por nuestros derechos, defendiendo lo que es nuestro. Seguiremos difundiendo nuestra cultura, nuestra música, arte, lengua que nos identifica.
Hoy puedo decir soy armenia, sin embargo, siempre lo fui.
Ema Demirdjian Leylek