Entrevista a Romina Bedrossian: “¿Una mujer que represente la máxima fortaleza? Mi bisabuela”
Romina Bedrossian es una joven periodista especializada en música y está en pleno proceso de escritura de tesina para recibirse de licenciada en Comunicación en la UBA. Bedrossian habla con seguridad y confianza, sabe transmitir elocuentemente sus pasiones. Cada tema que toca lo hace con análisis y fundamentado por su formación.
—Tu herencia armenia.
—Toda mi vida tuve participación activa en la comunidad: hice dos años en Arzruní y continué en Marie Manoogian. Fui scout desde los 8 años hasta los 23 en la Agrupación Ararat de Homenetmen. A los 13 comencé a participar de Badanegán Miutiún en la filial Soghomon Tehlirian y a los 17 fui parte de la filial Arshavir Shiraguian de Unión Juventud Armenia.
Crecí en Valentín Alsina y trabajé en el área de Comunicación de la Asociación Cultural Armenia. El lado materno fue el que forjó mi identidad sentimental y el de mi padre, político. Mis abuelos maternos junto a mi mamá que tenía 2 años, escaparon de los pogromos de Estambul en 1956 y encontraron refugio en Argentina. Mi abuela se encargó de contarme en detalle la historia de sus padres, mis bisabuelos, sobrevivientes del genocidio, para que jamás la olvide. Creo que eso bastó para que entendiera desde chica que la lucha y el compromiso con nuestra causa debían ser siempre pilares fundamentales en mi vida, y así lo siento. A los 13, mis compañeras de scoutismo iban a Badanegán y decidí probar. Mis papás me apoyaron: todos los viernes salía del colegio en Palermo, volvía a Alsina y en unas horas regresaba para asistir a las reuniones. No dudé en continuar el camino a través de UJA.
Encontré en el tashnagtsutiún, además de Homenetmen, la correlación de mis ideas con la magnitud de mis sentimientos por la armenidad. UJA acompañó mi proceso de consolidación como comunicóloga, me dio el lugar para comenzar desde chica dentro del equipo de Comunicación de la organización -que indiscutiblemente me sirvieron para llegar mejor preparada al mundo laboral-, me ofreció oportunidades de capacitación por las que siempre estaré agradecida, me permitió valorar mis aptitudes y mi responsabilidad en los años en los que formé parte de la comisión de la filial y me enseñó que todos tenemos una forma de aportar a la causa armenia.
Siempre voy a estar agradecida con Badanegán, UJA y la FRA, como scoutismo, por haber sido los espacios donde construí mi identidad, valores y visiones políticas. Si bien a medida que pasa el tiempo se hace complejo mantener el mismo nivel de compromiso y las dificultades se vuelven cada vez más frustrantes, tengo claro que las futuras generaciones merecen tener la misma oportunidad que tuve.
—¿Cómo ves el papel de la mujer en la armenidad?
—Esto me recuerda a Virginia Woolf y la pregunta acerca de las mujeres y la literatura en Un cuarto propio. ¡Podríamos escribir un ensayo super extenso sobre eso! La diferencia es que estando en el siglo XXI creo que nosotros a veces seguimos en el XIX. En una parte del libro cita a un hombre que dice algo así como que el rol de las mujeres es servir a los hombres, y el de éstos mantenerlas. Creo que ese estereotipo se perpetuó un tiempo innecesario en la armenidad. Por suerte existen organizaciones como HOM, espacios en los que las mujeres pueden tener un rol activo, pero nos queda mucho por hacer. Así como reclamamos paridad en nuestra sociedad, el compromiso debería replicarse en la comunidad. Quiero dejar de decir “y... pasa que los armenios son muy machistas”.
Sé que hay pensamientos que no vamos a poder cambiar pero me sorprende que aún en los jóvenes se replican estereotipos conservadores y patriarcales. Ojalá las mujeres podamos unirnos para construir una comunidad de pares, donde también en los espacios de poder haya representación femenina. De esta forma, desde la diáspora vamos a poder ayudar a las mujeres de Armenia, donde sabemos que la violencia de género y los abortos selectivos son algunos de los problemas que enfrentan.
También me apena que dentro de la educación aprendí sobre héroes armenios, fedayís y escritores, pero jamás se mencionó a una mujer y espero que eso cambie. Si sé de la existencia de Sosé Mayrig es por casualidad, pero nadie me enseñó sobre ella. Aun así, si tengo que pensar en una mujer armenia que represente la máxima fortaleza, no necesito irme a la historia: evoco a mi bisabuela.
—¿Qué cambios proponen los jóvenes para la comunidad?
—Puedo opinar desde mi subjetividad y no como parte de UJA. Como dije, espero que podamos construir una comunidad con paridad de género y menos conservadora. Hay cosas que deberían dejar de ser tabú, como la legalización del aborto. Me gustaría interiorizarme más en las problemáticas que afectan a los jóvenes en Armenia.
Sé que hay mucha militancia LGTB porque no gozan de los mismos derechos o libertades que en Argentina, y ojalá como juventud de la diáspora pudiéramos por lo menos escucharlos. Por otro lado, creo que en los últimos años, especialmente de cara a las marchas del 24, las distintas juventudes pudimos generar un espacio productivo de debate y trabajo conjunto. Si bien no participé directamente de esos encuentros, fue lo que me transmitieron mis compañeros y es muy positivo. Cada vez somos menos y, más allá de las visiones distintas que podamos tener al interior de la comunidad, hay que potenciar nuestras fuerzas.