Epílogo semanal 11/11/21
“Armenia sin Artsaj y sin Syunik no es Armenia”. La frase es del comunicado de la FRA-Tashnagtsutiún de Sudamérica y sintetiza en pocas palabras lo que está en juego en este difícil e inquietante momento que atraviesa la armenidad ante la inminente firma de un nuevo acuerdo entre Azerbaiyán, Armenia y Rusia.
Una de las mayores preocupaciones se centra en la delimitación y demarcación de las fronteras mediante la cual Ereván y Bakú reconocen las fronteras y la integridad territorial entre sí basándose en los mapas del Estado Mayor soviético de la década de 1920. De esta forma se trata de legitimar la anexión de los territorios armenios por las fuerzas azerbaiyanas, con todo lo que ello implica, dando, entre otras cuestiones, un status definitivo a Artsaj dentro de Azerbaiyán.
Otro de los puntos a firmar refiere a la normalización de las relaciones de Armenia con Turquía y Azerbaiyán y al desbloqueo de las comunicaciones en la región. Esto último es un plan turco-azerbaiyano de larga data que intenta establecer rutas o canales de transporte para unir a Azerbaiyán y Najicheván a través del llamado “Corredor Zanguezur” atravesando la provincia armenia de Syunik.
La normalización de las relaciones entre Turquía y Armenia, en esta coyuntura, llevará al ocultamiento del Genocidio Armenio en la agenda política armenia para banalizarlo como una conmemoración ceremonial y no con el compromiso del reconocimiento y de la reparación.
El lunes 8 hubo una multitudinaria manifestación en la Plaza de la Libertad de Ereván organizada por la oposición reunida en la Alianza Armenia. Entre las muchas expresiones y denuncias declamadas allí se remarcó que sin un acuerdo nacional nadie tiene derecho a tomar decisiones por cuenta propia sobre las relaciones con los enemigos en nombre de más de una decena de millones de armenios que habitamos en el mundo.
Ishkan Saghatelyan, de la FRA-Tashnagtsutiún y vicepresidente de la Asamblea Nacional, señaló que se estaban colocando “las bases de un Movimiento de Resistencia Nacional para impedir la destrucción del pueblo armenio en Artsaj y evitar la turquificación y una nueva capitulación de Armenia”.
En solidaridad con la manifestación celebrada de Ereván, distintas organizaciones juveniles de la FRA-Tashnagtsutiún de la diáspora se sumaron al Movimiento de Resistencia a lo largo de varias ciudades del mundo. Las consignas fueron las mismas: por la integridad territorial de la República de Armenia, por Artsaj, por Syunik, contra la cesión de las tierras al enemigo y por los soldados caídos para proteger nuestras tierras.
Ante la sorpresa de nadie, en la medianoche del 11 de noviembre, Bakú anunció la apertura de puntos de control aduanero en la carretera Goris-Kapan de Syunik, en Armenia, región que se encuentra actualmente ocupada por tropas de Azerbaiyán. Días atrás el mismo Ejército azerbaiyano asesinó a un civil armenio en las afueras de Shushí y al día siguiente disparó contra un agricultor en la aldea Khachik, también en Artsaj.
El alto al fuego firmado el 9 de noviembre de 2020 no sólo no estableció la paz sino que provocó el apetito expansionista de Azerbaiyán. Fue uno de los días más oscuros de la historia armenia, el día de la capitulación.
El acuerdo trilateral facilitó la mayor pérdida de tierras para los armenios desde la firma del tratado de Kars en 1921, hace exactamente cien años atrás, con los mismos actores: Rusia y Turquía. Azerbaiyán salió beneficiado por haber recibido, de la mano de Stalin y los bolcheviques armenios, las provincias de Artsaj y Najicheván. A Syunik la salvó Karekin Nshteh, el mismo que dijo “nuestra desgracia no es que existan enemigos en la tierra, sino que entre nosotros haya personas mimetizadas con ellos”.
Hasta la próxima semana.
Pablo Kendikian
Director de Diario ARMENIA