Erdogan: la fuga hacia adelante del populismo autoritario
La destitución de los alcaldes del Partido Democrático de los Pueblos (HDP, pro kurdo) de las ciudades de Van, Dyarbekir y Mardin en el sudeste de Turquía, el pasado 19 de agosto, reavivó el debate internacional sobre las tendencias autoritarias del gobierno de Recep Tayyip Erdoğan. Los autoridades comunales habían sido electas por el voto popular el pasado 31 de marzo pero eso poco le importó al gobierno de Ankara.
En este caso, la acusación fue de “pertenecer a una organización terrorista” y de “difundir propaganda terrorista”. La apelación a los vínculos con el terrorismo es el sostén argumental que justifica un nuevo ajuste en el collar de ahorque del gobierno contra toda disidencia política interna.
La excusa es la cuestionada legitimidad del Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK), proscripto desde hace casi dos décadas. Pero lo que está en juego es la propia democracia. El régimen mantiene en prisión de alta seguridad a su líder histórico Abdullah Öcalan desde 1999, cuando fue sentenciado a muerte.
Luego la pena fue “alivianada”, siendo condenado a cadena perpetua. Desde entonces, vive un confinamiento solitario en la prisión de la isla de Imralí, en el mar de Mármara.
La agenda de política interior del gobierno del Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP) del presidente Erdoğan tiene entre sus prioridades acallar las voces de las minorías y en especial del pueblo kurdo, que desde hace décadas brega por su independencia.
En esa lógica, cualquier señal orientada a defender los derechos de autodeterminación del pueblo kurdo son consideradas literalmente terroristas y castigadas con toda dureza.
Autoritarismo a la carta
La destitución de los tres alcaldes gatilló importantes manifestaciones callejeras, que derivaron en violentas razzias policiales y la detención de más de 400 personas en sólo un par de días. No es novedad. Es la manera en que se mueven en todo el mundo los gobiernos de tinte autoritario, aunque mantengan las formas democráticas, con elecciones regulares e instituciones republicanas. Es uno de los modelos que delinea el llamado “populismo autoritario”.
Justamente, éste fue uno de los aspectos subrayados en las diferentes presentaciones y entrevistas con la prensa que mantuvieron hace unos días los miembros del Parlamento turco Garo Paylan, de origen armenio, y Ebru Günay, abogada kurda, de visita en Buenos Aires. Los hechos violentos y la represión policial en las ciudades del sudeste de Turquía obligaron a los parlamentarios a suspender la gira sudamericana (restaba ir a Chile y Brasil) y regresar a su tierra.
“La kurdofobia de Erdoğan no tiene fronteras”, enfatizó Günay. Y agregó: “Erdoğan construyó su régimen sobre un sistema de ser único, con rechazo a los que representan algo diferente. Cada persona, cada minoría que está en su contra puede terminar en la cárcel, puede ser torturada y pueden asesinada”.
Por su parte, Garo Paylan recordó que “hace cuatro años que en Turquía vivimos un invierno oscuro, en el que se cometen todo tipo de crímenes. Todas las acciones de opresión a los disidentes, a los opositores, son directas, abiertas. Buscan generar terror en la población”. Pese a ello, destacó que la sociedad empezó a tener más convicción en sus protestas. “Perdimos el miedo”, se entusiasmó Paylan.
Sobre este punto, un reciente informe de Kenneth Roth, Director Ejecutivo de Human Rights Watch, titulado “Los autócratas del mundo enfrentan una creciente resistencia”, asegura que pese a que “los populistas están propagando el odio y la intolerancia también están generando una resistencia, que está cosechando sus propias victorias”. En este sentido, Roth afirma que en el último año “han surgido suficientes batallas como para sugerir que los excesos de un régimen autocrático están avivando un poderoso contraataque”.
El informe alude en forma explícita a los gobiernos de Brasil, Venezuela, Rusia, Malasia, Hungría, Polonia, Turquía, Arabia Saudita y Filipinas, por mencionar algunos de ellos. Roth explica que a diferencia de los dictadores tradicionales “los aspirantes a autócratas de hoy en día normalmente emergen en entornos democráticos”.
La forma de socavar el régimen democrático reconoce dos fases: en principio, demonizan a las minorías vulnerables y las convierten en chivo expiatorio para forzar el apoyo popular. Hay que recordar aquí la apelación al terrorismo por parte del gobierno de Turquía en el caso kurdo o la acusación a los armenios de colaborar con el enemigo durante la Primera Guerra Mundial, como causa de las deportaciones y el genocidio.
En segundo término, explica Roth, las autocracias “debilitan los controles institucionales al poder del gobierno, necesarios para preservar los derechos humanos y el estado de derecho”, tales como, medios de comunicación libres, un poder judicial independiente y grupos de la sociedad civil comprometidos.
“La nueva Turquía”
Un editorial del diario británico The Guardian, señaló el pasado 20 de agosto en referencia a los desafíos que enfrenta el presidente Erdoğan, que en los últimos tiempos está particularmente nervioso ante una situación política interna, económica e internacional que le da la espalda. “Él (Erdoğan) dice que está usando sus amplios poderes como presidente ejecutivo para construir una ‘nueva Turquía’. Pero parece que el viejo modelo lo está cansando rápidamente”, señala el artículo.
El tercer aniversario del fallido golpe de Estado, llevó mandatario turco a tener un discurso incendiario. “El 15 de julio (de 2016) fue un intento de someter a nuestra nación a la esclavitud”, exageró Erdoğan. “Pero por mucho que nunca dejemos de proteger nuestra libertad y nuestro futuro, aquellos que ponen trampas para nosotros nunca cesarán sus esfuerzos”, argumentó.
Para Simon Tisdall, autor del editorial, la verba del presidente turco “era un tono típico, que combinaba el nacionalismo con historias de miedo de enemigos secretos, extranjeros y nacionales”. Analizando la coyuntura política doméstica, los desórdenes de la economía y los conflictos internacionales que involucran a ese país, se pregunta desde el título de la nota: “Erdoğan está en un camino solitario hacia la ruina. ¿Se llevará a Turquía con él?”.
Carlos Boyadjian
Periodista
coboyadjian@yahoo.com.ar
Sin prensa libre no hay democracia
Si hay algo que la llamada Primavera Árabe -estalló en el norte de África a fines de 2010 y se extendió luego hasta Medio Oriente- enseñó a los gobernantes de todo el mundo, es que en la era de las redes sociales y las comunicaciones horizontales, es imposible controlar el pensamiento y la palabra de los ciudadanos.
Pero como tantas veces en su historia, el gobierno de Turquía intenta tapar el sol con las manos. Peor aún, pretende silenciar las voces disidentes “matando al mensajero”, literalmente, como sucedió en enero de 2007 con el asesinato del periodista turco de origen armenio, Hrant Dink en una calle de Estambul. O como ocurre en los últimos años, encarcelando a cientos de hombres y mujeres de prensa.
Según el portal Turkey Purge (Purga en Turquía), un colectivo de jóvenes periodistas que busca ser la voz del pueblo turco frente al opresivo régimen de Erdoğan, en la actualidad hay en ese país 134 redactores, editores y columnistas en prisión. Desde el fallido golpe de Estado de julio de 2016 ya suman 319 los periodistas detenidos por ejercer su trabajo y su derecho a informar.
Tras la destitución el pasado 19 de agosto de los alcaldes de Van, Mardin y Dyarbekir, electos el 31 de marzo, la razzia policial detuvo a siete periodistas pro kurdos en sólo 48 horas, acusados de vínculos con el terrorismo, informó la agencia de noticias Mezopotamya. Además, detuvieron a Ayşegül Tözeren, escritora y columnista del diario Evrensel, y a la jefa del Departamento de Mujeres del municipio de Dyarbekir, Selda Baran, quien debió dejar a su beba de ocho meses al cuidado de familiares.
Pero la acción gubernamental contra la prensa no sólo tiene raíces políticas. El Comité de Protección de Periodistas (CPJ, por su sigla en inglés), una organización internacional que monitorea a la prensa en riesgo en todo el mundo, reportó que en junio pasado la Corte Criminal de Estambul levantó cargos contra dos reporteros de la agencia Bloomberg, especializada en noticias económicas, acusados de propiciar la inestabilidad de la economía turca. De ser declarados culpables, podrían recibir sentencia de hasta cinco años de prisión.
El CPJ señaló, además, que el 16 de julio la Corte de Ankara ordenó a los proveedores de servicios de internet de Turquía el bloqueo de 136 sitios web independientes, además de cuentas de Facebook, Twitter, Instagram y Youtube.
C.B.