Escritores peligrosos, secuestro y asesinato de los intelectuales armenios del Imperio turco-otomano
Es la madrugada del 24 de abril de 1915. Por las calles de Constantinopla (Estambul) un sonido se repite frente a las viviendas de los referentes comunales armenios. Es el sonido estridente de puñetazos en la puerta que reclaman la presencia inmediata de políticos, artistas, científicos, sacerdotes, maestros y benefactores acusados de traición a la Patria Turca. Son armenios y no quieren dejar de serlo dentro de un Estado que busca homogeneizarse étnica y culturalmente. La policía y las fuerzas parapoliciales del Imperio turco-otomano empuñan armas y antorchas. No dan explicaciones. Mientras se desarrollan los arrestos roban lo que pueden con la certeza de efectuar una compensación justa y el respaldo cultural de haber efectuado aquella rapiña durante siglos. Tras retirarse con sus presas humanas y materiales, una turba de fanáticos irrumpe en escena para prolongar la depredación. Lo que no les interesa, lo queman. Son llamas que arden con más intensidad que durante las masacres anti-armenias de 1894, 1896 y 1909. Es un fuego total que busca consumir definitivamente a un pueblo y a su cultura. El plan ya estaba en marcha y su primera fase consistió en reducir a los líderes armenios para que la población que representaban quedara acéfala e indefensa. Aquella noche comenzaron los secuestros que se extenderían durante las siguientes semanas. A la par, el gobierno turco disolvería todos los comités y las organizaciones armenias, cerraría sus diarios y asesinaría clandestinamente a los secuestrados.
El poeta Taniel Varuyán se disponía a acostarse cuando escuchó el violento llamado a su puerta. En segundos la casa se llenó de oficiales turcos que ni siquiera le permitieron cambiarse el piyama argumentando que pronto le permitirían regresar. Junto a Varuyán se llevaron los manuscritos del trabajo poético que estaba preparando y que quedó perdido para siempre. Días después, prometiéndole la liberación, lo trasladaron de la cárcel en la que lo habían retenido y torturado. Los oficiales turcos que lo reubicaban liberaron la zona para que un grupo de tareas lo asesinara mediante despellejamiento. Se había formado en Venecia y Bélgica. Formaba parte de un proceso renovador de la Literatura armenia y había fundado un círculo literario que editó en 1914 la revista Mehián (Templo), la cual apenas tuvo siete números pero cuyos referentes compartían las inquietudes estéticas y sociales que impulsaban reformas en ambos campos. A Varuyán pertenecieron los siguientes versos:
«Ու պայքար, պայքար, պայքար երգեցի.
— Ձեզի ընծա, հայ մարտիկներ —
Գրիչս եղավ անթրոց սըրտերու հնոցի...
— Ձեզի ընծա, քաջ մարտիկներ —Եղեգնյա
գըրչով վըրեժ երգեցի.»
«Y canté lucha, lucha, lucha;
-ofrenda para ustedes, guerreros armenios-
mi pluma se volvió atizador de corazones en hornos de fundición…
-ofrenda para ustedes, valientes guerreros-Canté
venganza con pluma de caña.»[1]
Pero Varuyán no fue el único escritor peligroso para la seguridad nacional turca. Entre la totalidad de intelectuales secuestrados se encontraban los más destacados literatos armenios de la época cuya participación política en defensa de los derechos civiles de la comunidad armenia del Imperio los había convertido en enemigos internos de un régimen ultranacionalista que aprovechó el contexto de la Primera Guerra Mundial para deshacerse de las minorías y lograr así una Turquía exclusivamente para turcos, una Turquía que se replegaba de Europa y que buscaba expandirse por territorio ruso, en dirección a las estepas de Asia Central desde donde, según narra la Historia, llegaron los primeros turcos que con el correr de los siglos tomarían Constantinopla, se expandirían casi hasta Vienay que a su paso imperialista conquistarían las regiones de Anatolia Oriental en las que los armenios habían vivido desde mucho tiempo atrás.
Kegham Parseghian era un escritor, periodista, editor y docente armenio. También participó de la fundación de Mehián. Se dedicó a las letras desde sus dieciséis años. Capturado aquella infausta noche pocos días después fue conducido a un matadero cercano a Ankara mientras en sus ojos refulgía la «libertad de pupilas vengativas».
Constantinopla era el epicentro cultural de los armenios occidentales y donde se concentraban las figuras más relevantes de su intelectualidad. Pero durante las masacres del sultán Abdul Hamid que transcurrieron entre 1894 y 1896 muchos de ellos emigraron a Europa, Estados Unidos o Rusia para trabajar por la liberación armenia desde esos lugares. Tras la Revolución de 1908, el Imperio abandonaría su teocracia histórica por un régimen que prometía modernización, parlamentarismo e igualdad ante la ley. Esas promesas convencieron de retornar del exilio a muchas figuras armenias destacadas. Pero poco duró la máscara democrática del Comité Unión y Progreso (CUP) que gobernó desde el desplazamiento del Sultán Rojo. De hecho, su fanatismo etnicista perfeccionó (e incluso burocratizó) procedimientos criminales a gran escala controlados por un gobierno central y ejecutados por autoridades locales. Junto a los asirios y a los griegos pónticos, los armenios serían borrados de sus tierras ancestrales.
El doctor Rupén Sevag Chilinguirian se había graduado en la Facultad de Medicina de Lausana. Al comenzar la Primera Guerra Mundial dirigió un curso de primeros auxilios en Constantinopla donde capacitó a enfermeros turcos. Pero era armenio y le gustaba escribir Literatura con un entusiasmo turbulento y agitado. Su pluma rebelde expresó el sufrimiento de los armenios y convocó a la lucha contra la explotación. Ello lo convirtió en objetivo del CUP. Unas semanas después de que lo secuestraran fue trasladado a un bosque apartado donde lo desnudaron para asesinarlo a cuchillazos metódicos. En su poema Վրեժին Սերմնացանը (El sembrado de la venganza) del doctor Sevag sentenció:
«Քե՛զ, ցասումի՛ վայրագ հեղեղ գահավէժ,
Արդարութեան փայփայելի մո՜ւթ հըրէշ,
Խաւարներու ահե՛ղ ծընունդըդ,
վըրէ՛ժ,Ողջո՜յն. տաղե՜րըս քեզի…։»
«¡Para ti, torrente despeñado de furia salvaje!,
¡monstruo oscuro de la apreciada justicia!,
¡tu nacimiento terrible en las tinieblas,
venganza!,¡salud!, ¡mis poemas son para ti…!» [2]
Lograr que Anatolia sea homogéneamente turca resultó un objetivo vital para el CUP. A fin de alcanzarlo asimiló por la fuerza, expulsó a algunas poblaciones mediante campañas de intimidación, saqueos o asesinatos disciplinarios y exterminó a otras haciéndolas peregrinar en el desierto hasta la muerte. A los griegos y a los búlgaros, por ejemplo, había a dónde despacharlos. Existían Estados con los cuales negociar intercambios poblacionales. Pero los armenios no tenían un país que respondiera por ellos o que los refugiara. Por lo que su deportación tuvo una finalidad genocida. La eliminación y reemplazo poblacional fue organizado a partir de los informes y registros demográficos que prepararon funcionarios locales, los cuales notificaban sobre la estructura socioeconómica de todos y cada uno de los grupos étnicos principales, las características del lenguaje y la cultura, las modalidades y niveles de la educación, y las relaciones entabladas con otros grupos. En otras palabras, se recopiló en registros reglados información detallada acerca de las propiedades y posesiones que se encontraban en manos armenias y tales informes fueron remitidos al gobierno central turco para que éste planificara la reubicación poblacional de su política homogeneizadora.
Rupén Zartarian ejerció la docencia desde los dieciocho años pero a los once ya escribía poemas. Su estilo fue desarrollándose hasta lograr también una prosa delicada mediante la cual retrató escenas rurales armenias, compuso fábulas, cuentos y novelas cortas sin dejar de exponer allí sus críticas a la realidad. Asimismo, su compromiso político con la Federación Revolucionaria Armenia (FRA) le valió la cárcel y el exilio en Bulgaria. Cayó en las mismas condiciones que sus camaradas antes nombrados. Secuestrado y puesto a disposición de criminales luego de liberar las zonas de traslado.
Zartarián sabía que los ultranacionalistas turcos se consideraban descendientes de una loba. Observando ese mito y en sintonía con la opresión imperante escribió un cuento en cuyo final pueden leerse las siguientes palabras alegóricas: «Es mejor ir de frente contra un lobo joven, en lucha desigual y furiosa, y morir cubierto de heridas, que agonizar en un rincón de la calle y terminar como un animal vil y despreciable la parte de vida que te ha tocado».[3]
Cuando llegó el momento de la deportación genocida, el grueso de la población armenia estaba constituido apenas por niños, mujeres y ancianos. Los adultos varones ya habían sido reclutados para realizar trabajos forzados en el ejército turco-otomano. Luego fueron masacrados por dicho ejército. Además, como ya se mencionó, esta población armenia de Anatolia ya se había quedado sin líderes intelectuales que pudieran organizar una defensa. Sus aldeas estaban aisladas por la gendarmería turca y las noticias tardaban en llegar. Así fueron sorprendidos y obligados a abandonar sus casas para peregrinar por los desiertos de Siria. Allí, esta población civil desprotegida fue atacada constantemente. A los asaltos se añadieron las apropiaciones de niños y de muchachas a quienes luego se vendían como sirvientes o esclavas sexuales. Los que no afrontaban ese destino eran brutalmente asesinados a golpes, a sablazos, atados y arrojados al río, mediante la inanición forzada, por agotamiento extremo o durante violaciones y juegos sádicos.
Atom Hovhannes Yarjanian, conocido como Siamantó, tal vez haya sido el poeta armenio más destacado de aquella época. Escribió una extensa obra consagrada exclusivamente a la Causa Armenia. Estudió en la Sorbona y vivió en Ginebra y Boston pero no resistía vivir lejos de su pueblo. Adoptó la poesía simbolista y la desarrolló en lengua armenia con un estilo personal mediante el cual representó escenas pesadillescas del sufrimiento armenio y convocó a la resistencia. Al igual que Varuyán y Zartarián se afilió a la FRA. Por orden del ministro Taalat Pashá, las fuerzas de seguridad turquistas secuestraron a Siamantó y lo mantuvieron cautivo en Aiásh junto al histórico líder del partido Hnchakián Murad Boyadjián, a Sarkis Minassian[4], al mencionado literato Rupen Zartarián y a otros más de setenta intelectuales armenios. Cuatro meses después Siamantó, que contaba con treintaisiete años de edad, fue colgado de un árbol, torturado y asesinado.
En un poema que dedicó al fedayí (partisano) Antranig escribió los siguientes versos que no dejan espacio para la duda respecto a cómo los armenios debían unirse y organizarse para resistir:
«Եւ ահաւասիկ ես եմ, ո՜վ մեղկութեան ու
անշարժութեան զաւակ,
Որ աղմկայոյզօրէն՝ այս իրիկուն հեռուներէն կու գամ,
Քու երազուն եւ անտարբեր ու անգործօն ու եսական ու տկար
Երիտասարդի մարմինդ ու էութիւնդ ու հոգիդ,
Բազուկիս հարուածովը ու սուրերուս շառաչին հետ,
Կռիւներու հարկադրիչ ժամերուն համար,
վերջնականապէս ցնցելու…
Ունկնդրէ՛ իմ ձայնիս, որ այս վճռականութեան օրերուն
Մեր ցեղին, մեր վրէժին ու մեր արիւնին
աղաղակն է ահարկու,Ու խառնուէ՛,
ընկերացի՛ր, եղբայրացի՛ր սա՛ մեր հզօրաքայլ ամբոխին հետ՝»
«Heme aquí, oh hijo de la debilidad y la inmovilidad,
que llego esta noche desde muy lejos para perturbar
tu soñador e indiferente e inactivo y egoísta y débil
cuerpo joven y tu esencia y tu alma,
con el golpe de mi brazo y el estallido de mis espadas,
para las horas coactivas de luchas, para definitivamente conmocionar…
Escucha mi voz en estos decisivos días.
Son los lamentos espantosos de nuestra gente, de
nuestra venganza y de nuestra sangre, ¡Mézclate,
amígate, hermánate con esta poderosa multitud!» [5]
Por lo expuesto, el Genocidio Armenio constituye uno de los episodios más brutales de la Historia Moderna. El 24 de abril de 1915 se toma como fecha conmemorativa porque durante esa noche comenzó el proceso letal. Entre los referentes armenios secuestrados estaban esos escritores peligrosos (algunos aquí citados) que con sus palabras unían al pueblo para luchar por su liberación. Posteriormente fueron asesinados en defensa de la seguridad nacional turca. No hubo juicios ni órdenes judiciales, solamente decisiones políticas de arrestos, torturas y ejecuciones. Lo que siguió fue el exterminio de un pueblo desprotegido.
El Estado turco actual niega su responsabilidad en los hechos y convierte a las víctimas en victimarios recurriendo a un peligroso discurso negacionista que reescribe su Historia Oficial. Es por esta razón que recuperar y a leer a los escritores armenios masacrados es una forma de recuperar el pasado que se intenta ocultar y el patrimonio literario que se buscó silenciar. Sus obras siguen siendo peligrosas para la tiranía y la negación.
Martín Montenegro Abazyan*
Publicado en Ulrica Revista
Notas
[1] Todas las traducciones (salvo nota 2) son del autor del artículo.
[2] La traducción de estas palabras corresponde a Vartán Matiossián.
[3] Minassian había sido biógrafo del fedayí (partisano) Serop. Además fue compañero de Siamantó en los periódicos Troshak y Hayrenik.
*Martín Montenegro Abazyan (Buenos Aires - Argentina) Magíster de la Universidad de Buenos Aires en Literatura en lenguas extranjeras y Literaturas comparadas. Profesor de Castellano, Literatura y Latín del Instituto Superior del Profesorado Dr. Joaquín V. González, con especialización docente en Literatura Hispanoamericana. Licenciado en Periodismo con orientación audiovisual.