Héroes de Syunik, tres siglos de lucha contra turcos y tártaro-azeríes
Cada vez queda más claro que sin Artsaj y Syunik, Armenia no es Armenia, por eso cobra renovada importancia la rica historia de autodefensa y autodeterminación de esa región.
Desde que asumió su cargo el 31 de octubre de 2003 pero mucho más a partir del fin de la segunda guerra de Artsaj hace un año, el presidente de Azerbaiyán, Ilham Aliyev, vive en una realidad paralela, ficticia e inventada, intentando demostrar a su rebaño de incondicionales que los armenios son virtuales usurpadores de “territorios ancestrales de Azerbaiyán”.
Las referencias a Artsaj (Karabagh), Syunik (Zangezur), Gegharkunik (Gyoycha) y Ereván (Erivan) como territorios azeríes no resisten ningún análisis histórico, político, cartográfico, ni siquiera religioso o arquitectónico.
La razón más potente para ello es que Azerbaiyán nació como Estado recién el 28 de mayo de 1918, el mismo día en que Armenia estableció la primera república.
Pero con una diferencia esencial. La presencia armenia en esa región tiene más de 4500 años y el Estado armenio se remonta al siglo II antes de Cristo, pasando desde entonces por cuatro dinastías y dos repúblicas independientes, además del período soviético (1920-1991).
Así, los supuestos territorios ancestrales azeríes son una fantasía, dado que para que algo sea ancestral es imprescindible primero que un pueblo acredite antigüedad, algo que claramente Azerbaiyán no tiene en el Cáucaso. Tal vez sí podría reclamar algún territorio en Asia Central, en Tayikistán, Uzbekistán o Mongolia, de donde provienen las hordas turcomanas de sus antepasados.
Esos supuestos territorios ancestrales sólo existen en la imaginación de un lunático que, siguiendo las enseñanzas y el modus operandi que hace más de ocho décadas desarrollara Josef Goebbels, ministro para la Ilustración Pública y Propaganda del Tercer Reich (1933-1945), con el ya ilustre “miente, miente, que algo quedará”, buscan torcer a la fuerza una evidencia histórica irrefutable.
El rottweiler azerí
Desde hace mucho tiempo y con la misma lógica expansionista del nazismo, Azerbaiyán apela al uso de la fuerza para “comer” metro a metro una línea fronteriza no delimitada, ni demarcada completamente de jure tras la implosión de la Unión Soviética, pero aceptada de facto desde hace más de un siglo.
Los casos más flagrantes de violación del derecho soberano de Armenia por parte del régimen dictatorial azerí se vieron a partir del 12 de mayo pasado, con la invasión de tropas de ese país en poblados de las provincias de Syunik y Gegharkunik.
Según datos del propio gobierno de Armenia se trata de 41 km2 de territorio soberano que hoy son controlados por fuerzas de Azerbaiyán, incluyendo tramos de una ruta interestatal clave, entre Gorís y Kapan por la que llegan a Armenia insumos, alimentos y medicamentos desde Irán.
Los ataques armados del pasado 16 noviembre en la región de Sev Lich (Syunik) y nuevos tiroteos hacia el pueblo de Norabak en Gegharkunik, que continuaban al cierre de esta edición, dejan en claro que el régimen de Bakú tiene una idea fija: abrir un corredor hacia Najichevan por Syunik, en la zona que tiene la menor distancia (30 kilómetros) con el enclave que fuera territorio armenio hasta la decisión discrecional de Stalin de cederlo a Azerbaiyán en 1921.
Y en esto sigue la lógica que se observa desde hace nada menos que tres siglos. Así, el conflicto entre la población musulmana (turcos y tártaros, hoy devenidos en azeríes) y cristianos armenios tal vez sea uno de los conflictos territoriales más antiguos del mundo.
Syuniáts Ashjár
La historia de Syunik como territorio armenio se remonta, como mínimo, a la era precristiana cuando se constituyó en la novena provincia del Reino de Armenia entre los años 189 antes de Cristo y el 428 de nuestra era. Y transcurridos veintidós siglos, aún hoy Syunik es el último bastión ante el avance panturquista.
Los Syunia o Syunik fueron una familia de antiguos nobles armenios, que en el siglo I antes de Cristo gobernaban a través de najarárs la provincia de Syunik, que formaba parte del Reino de Armenia (dinastía Ardashesián).
En el año 821 se estableció en Artsaj el Principado de Jachén. En 1170 la mayor parte de Armenia fue dominada por los selyúcidas, sin embargo, Jachén quedó en manos del rey Hasán I y permaneció como un reducto armenio independiente.
Pero no fue hasta entrado el siglo XVIII cuando comenzó a fraguar la idea de autodeterminación en Syunik y Artsaj. Las disputas feroces entre otomanos y persas, y sus consecuencias sobre los armenios, convenció a los melík (nobles) de unir fuerzas en busca de la libertad.
Aquí emerge la figura clave de David Bek, un noble armenio que servía en la corte del rey georgiano Vakhtang VI en Tiflís, quien no dudó en trasladarse a Syunik para luchar contra los opresores.
La epopeya de David Bek fue clave en el surgimiento del movimiento de liberación nacional, primero contra el Imperio Safávida (1722-25) y luego, entre 1726 y 1728 contra el Imperio Otomano.
Tras organizar un gran ejército y unir bajo su mando a las fuerzas de distintos melik y nobles (Pahintúr Ishján, los melik Torós y Parsatanián, Stepanós Shahumian, Mjitár Sparapet), además de contar con el apoyo de Aván Yusbashi, quien al mando de sus hombres luchaba contra los turcos en Artsaj y había logrado establecer la fortaleza de Shushí.
Tras varios éxitos militares, el choque decisivo de David Bek contra los otomanos fue en la Batalla de Halidzór, muy cerca del monasterio de Tatev, en cuyo altar el ejército armenio veló las armas, gracias al incondicional apoyo del arzobispo Nersés, y un eclesiástico que pasó a la historia como Der Avedík, y fue clave en la logística y tareas de espionaje.
Luego de un duro asedio a la fortaleza de Halidzor por parte de los turcos y tras 7 días de sitio, las fuerzas y las provisiones comenzar a escasear. Mjitár Sparapet y Der Avedík, trabajan para mantener alta la moral de los combatientes pero la clave era romper el cerco. La solución fue tomar la iniciativa y salir al exterior a combatir a campo abierto pese a la disparidad de fuerzas en contra.
Los armenios lanzaron un feroz ataque y la escarpada geografía montañosa dificultó la huida de los otomanos. Como resultado fueron muertos unos 12.000 soldados turcos, logrando poner fin al sitio de la fortaleza.
En esa batalla perdió la vida David Bek, ya algo mayor y enfermo. Le sucedió al mando de las tropas Mjitár Sparapet, aunque ante algunos reveses fue traicionado y asesinado por los propios armenios en 1730 en Jëntsorésk. Así finalizó el movimiento emancipador armenio del siglo XVIII.
El último bastión
Pero esta idea de tomar la iniciativa y resistir por todos los medios, dejó su semilla y fue retomada a comienzos del siglo XX por Karekín Nshteh, quien no casualmente también fue apodado Sparapet, y no casualmente también veló las armas en el Monasterio de Tatev. Incluso más, Nshtéh, estableció en el propio monasterio su comando general y vivió, comió y durmió en una pequeña pieza en el monasterio durante casi dos años.
Tras la sovietización de Azerbaiyán en abril de 1920, la presión de los bolcheviques se centró en lograr la caída del gobierno independiente de Armenia. En paralelo, los ataques de las tropas kemalistas al mando del general Käzim Karabekir buscaban llegar a Ereván desde el norte, mientras los tártaros-azeríes atacaban desde Karabaj (Artsaj) intentando doblegar a Armenia en Syunik.
Hacia octubre de 1920 la situación era crítica. Meses antes las tropas armenias ya no tenían cómo defender Najicheván y se habían replegado hacia Syunik, para hacerse fuertes ahí.
La caída del gobierno tashnagtsagán el 2 de diciembre de 1920, había librado a su suerte a Karekín Nshteh, que sin embargo, entre octubre y noviembre de ese año había logrado algunos triunfos militares resonantes, y había recuperado Gorís y Kapan de manos bolchevique-azeríes.
Así, Nshteh se mantuvo al margen del cambio político que se había dado en Ereván, desconociendo la autoridad de los comunistas armenios. Y redobló la apuesta. El 26 de abril de 1921 declaró la independencia de la República de Armenia Montañosa en la Catedral de Tatev, una experiencia que duró apenas unos meses, hasta el 5 de julio de ese año. El objetivo principal era que Zangezur o Syunik formara parte indivisible de la República Socialista Soviética de Armenia, que ya se había establecido el 2 de abril, y no pasara a manos turco-azeríes.
Más o menos lo mismo que se está discutiendo hoy en día. Aunque lamentablemente, Armenia hoy no tiene a David Bek, ni a Mjitár Sparapet, tampoco a Der Avedík o al melik Torós, ni mucho menos a Karekín Nshtéh. Tal vez no casualmente, los enemigos intentan una vez más “imponer” su deseo del Corredor Zangezur.
Carlos Boyadjian
Periodista
coboyadjian@yahoo.com.ar