La diáspora necesita un recambio generacional frente a la amenaza existencial que sufren Armenia y Artsaj
La posguerra del 2020, la posterior crisis política y el resultado de las elecciones parlamentarias coloca a Armenia en un escenario de incertidumbre que se irá develando con el correr del tiempo, más allá del resultado de las urnas, en base a las acciones del reelecto Primer Ministro.
Queda claro que hay cuestiones urgentes que atender y otras que merecen un serio replanteo.
La crisis que viene sufriendo la nación armenia como consecuencia, ya sea por políticas de gobiernos de las que aun habiendo formado parte u otros acusados por corrupción, incluso en los últimos tres años de Pashinyan tras la revolución de terciopelo y la amenaza continua de la política militarista azerí, deja al Estado armenio en el grado de mayor fragilidad de los últimos 30 años.
La geopolítica por errores de los sucesivos gobiernos armenios, o por intereses intrínsecos a la coyuntura, ha empujado a Armenia en un vaivén pendular, que difícilmente se pueda predecir el final.
La realidad nos muestra una foto hasta hace un tiempo descreída por muchos actores de la política de Armenia de la invasión del ejercito azerí al territorio soberano armenio, pese a la insistencia y advertencia que desde la FRA - Tashnagtsutiún efectuáramos y denunciáramos en Armenia y en la diáspora.
La situación de Artsaj y su pueblo frente a la amenaza de Azerbaiyán y Turquía continúa, los genocidas, han demostrado que pueden por fortaleza militar y por capricho truncar años de lucha por la independencia y la estabilidad regional, para continuar con su plan de vaciamiento y exterminio de la población armenia. Sin ir más lejos basta con leer las declaraciones ultimas de Aliyev el 14 de julio pasado, aumentando la apuesta al considerar incluso a Ereván como parte de territorio azerí.
Es necesario que podamos ver una reacción contundente del gobierno de Armenia ante semejante afirmación. Claramente no asumir la gravedad de la situación de la invasión azerí no garantiza el fin de la guerra ni mucho menos la paz para los armenios en la porción de territorio que aún queda de Artsaj y de la propia Armenia.
No caben dudas que estas afirmaciones son parte de un proyecto elaborado desde Turquía, que en pleno desarrollo de su proyecto imperial, no tiene reparos en desplegar su política de agresión y atropello político y militar en la región para llegar al 2023, ocasión en que se conmemoran los 100 años del genocida Mustafá Kemal quien fuera el impulsor de la era moderna turca, valiéndose de Azerbaiyán, su estado satélite, que sin proyecto político e identidad propia, es funcional al plan maestro que le garantice a la actual conducción seguir perpetuándose en el poder a través de los negociados con Occidente.
En un mundo en pandemia, los grandes jugadores con visión pragmática, no miran ni evalúan el más allá de sus fronteras e intereses. Turquía continúa siendo la aliada estratégica de Occidente y un activo clave para la OTAN en la región frente a Rusia, quien a la vez pareciera tener una actitud complaciente frente a Turquía, que se reconoce un actor importante en la región y sabe a la hora de sentarse frente a Rusia con qué elementos negociar.
Para el pueblo armenio esto es historia conocida.
En la diáspora, la movilización durante la guerra 2020 y su posterior desenlace claramente nos pone frente a la situación de redireccionar parte de sus objetivos y reafirmar otros.
La fuerte presencia de Azerbaiyán y Turquía en numerosos países y su agresiva política diplomática se hace sentir en la diáspora como un frente político más, contra el que se deberá seguir trabajando para neutralizar y debilitar.
Frente a esta realidad, surge el desafío de la necesidad del fortalecimiento de la diáspora, integrando a los migrantes de los últimos 30 años, que claramente le aportarían una impronta distinta a aquella diáspora que creó armenidad y forjo las bases en el post genocidio.
El desafío es entonces regenerar armenidad, oxigenar una etapa crítica que nos toca afrontar, multiplicando la identidad desde la perspectiva de integración y pluriculturalidad según su lugar de pertenencia, con construcción colectiva, con inclusión y oportunidades concretas, derechos y responsabilidades de quienes la conforman y de quienes la conducen.
Las organizaciones de la diáspora deben aportar dando respuestas, opciones y espacios, ya sea para formar, promover y animar a la participación a quienes miran desde lejos los acontecimientos, para reconectar raíces que posibiliten el desarrollo cultural, social y educativo, pensando en un perfil ciudadano que invite a la participación y la integración desde lo individual a lo colectivo.
Las organizaciones de la diáspora tenemos el deber de pensar en la necesidad de los recambios generacionales. No son compatibles mayor participación responsable y menor indiferencia, con conducciones y dirigencias eternas que esmerilan su propia representatividad.
Armenia necesita un plan donde su viabilidad y crecimiento sea el núcleo, pero no a costas de entrega y sometimiento, de clausurar sus aspiraciones o ambiciones.
Un pueblo que pueda comprender la situación y elegir su destino y ejercerlo y no delegarlo en quienes tienen otros intereses.
Un pueblo que debe calificar su comprensión y sortear los discursos seductores hechos a medida pero que solo los llevan a estar cada vez peor. No existe futuro ni fortaleza sin construcciones colectivas y pautas claras, sean en la diáspora apuntalando a las instituciones, ni en Armenia sin generar una sociedad más justa e igualitaria .
También la diáspora necesita un plan, donde no solo sea una vidriera para los discursos de inconformismo y denuncia, los demoledores seriales que con su opinión empujan sin saber dónde .
La FRA - Tashnagtsutiún a lo largo de su historia ha cosechado seguidores y rivales políticos, odios y pasiones, detractores y defensores por sus ideas y posicionamientos que le han validado como partido centenario, priorizando desde el momento de su creación los valores ideológicos y su compromiso con el pueblo armenio, reafirmando la identidad que lo caracterizó durante 130 años. Nos consideramos un partido político que a lo largo de la historia le puso ideas, y le puso el cuerpo a la realidad de Armenia, a su diáspora y a la Causa Armenia, más allá de resultados electorales y lo seguirá haciendo tanto en Armenia como en la diáspora.
Asumiendo los nuevos desafíos, con la fuerza de quienes no se conforman solamente en transitar el camino que nos proponen las tendencias mundiales dominantes, nuestra historia partidaria nos interpela nuevamente frente la realidad, para asumirla con participación, creatividad y compromiso.
Otra vez son tiempos de generar, de despertar, de ser responsables y de forjar un mejor destino que merecemos como pueblo y nación.
Comité Central de la FRA - Tashnagtsutiún Sudamérica