Opinión

La guerra de los jóvenes y los viejos

26 de mayo de 2016

Soldadesca-jovenes-y-viejosLa guerra de liberación de Artsaj fue uno de los hitos de nuestra historia reciente. El pueblo y la nación armenios se apoyaron codo a codo para enfrentar la amenaza de un nuevo genocidio que sobrevolaba la región de la mano de un enemigo que ya era gobernado por un tirano al que poco le importaban los derechos humanos ni las disposiciones de un régimen -el soviético- del que había sido alto dirigente por largos años.

Azerbaidján se transformó en enemigo de Armenia por decisión de Heydar Aliev, quien utilizó el enfrentamiento como una herramienta fundamental en su deseo de perpetuarse en el poder. Y cuando los resultados de la guerra le fueron adversos y el avance de las tropas de liberación amenazaba llegar al corazón de Azerbaidján, corrió presuroso a Moscú para “aceptar” el cese del fuego en 1994. Fue un grave traspié para sus aspiraciones, sin embargo, se apoyó en el proceso de negociaciones para conservar vivo el temor a una nueva conflagración y de esa manera mantener sojuzgado a su propio pueblo que jamás tuvo el derecho de opinar sobre un conflicto del que tuvo poca o nula información ajustada a la realidad de los sucesos.

Cuando los pogromos de Sumgait primero y Bakú después, pronosticaron el negro futuro que les esperaba a los karabaghíes, renació el espíritu libertario que siempre caracterizó a los armenios que no dudaron en sumarse a los voluntarios de todas las edades que abandonaron a sus familias para ir a pelear por la libertad de sus hermanos.

Sobran las historias de convicción y de coraje protagonizadas por hombres y mujeres que entregaron su vida por un ideal de libertad e independencia. Aún hoy muchos de esos bravos luchadores están dispuestos a volver al frente de batalla para hacer frente con orgullo a la provocación azerí.

No queda más que admirar la determinación de esos valientes hombres que ahora, cuando ya peinan canas y ya no tengan tal vez la fortaleza física de otrora, reemplazan esa carencia reviviendo ese espíritu guerrero que los llevó a triunfar.

Pero esta guerra es distinta porque a pesar de que los veteranos muestren su disposición de apuntalar y asistir a las tropas de la primera línea, los que deben hacer frente al enemigo son, en su enorme mayoría jóvenes que apenas egresaron de su adolescencia. Ellos no son voluntarios ya, son parte de un ejército entrenado y listo para defender a la patria. Sin embargo, no podemos olvidar que casi todas las víctimas de la última escalada bélica provocada por Azerbaidján, fueron esos jóvenes de veinte o menos años que una vez más se transformaron en héroes de la patria.

Duele y mucho asumir la realidad de que toda una generación de armenios, aquella que es hija de la libertad conquistada a sangre y fuego por sus padres y abuelos, deba ser víctima una vez más de una guerra que al igual que la comenzó en 1991 es provocada por la decisión de Ilham Aliev, otro feroz opresor, hijo de aquel déspota que fundó una “dinastía” de pies de barro pero con manos manchadas de sangre inocente.

Jorge Rubén Kazandjian

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