La nave se hunde y la orquesta sigue tocando...

05 de diciembre de 2021

Cuando al finalizar la guerra de Artsaj le preguntaron a Pashinyan la razón por la cual no había aceptado el cese del conflicto bélico propuesto por Rusia a mediados de octubre de 2020, reaccionó diciendo: “Si hubiéramos parado la guerra en ese instante y entregado los territorios, me habrían acusado de traidor”.

En esa declaración se esconde la esencia misma de la política de Pashinyan desde el inicio de la guerra: justificar mediante lo injustificable cada una de sus decisiones con el objetivo primordial de mantenerse en el poder. Tanto es así, que la suerte de la República, la defensa de los intereses nacionales, la seguridad y la vida de los soldados armenios, se han tornado temas secundarios...

¿Cómo maniobrar cuando la presión externa y la interna se contraponen? Encontrar un pretexto que permita justificar la toma de decisiones a posteriori es la mejor opción. Todo indica que Pashinyan sigue a rajatabla esa receta política. Tal fue el caso en Artsaj con la guerra de los 44 días y tal es el caso ahora en Syunik, con la guerra de un día, el 16 de noviembre.

Las hipótesis y los hechos

Hay quienes afirman que es un agente del enemigo (el “Chacal”), que gobierna con un grupo de agentes (“Omega” y otros) en los puestos claves del poder. Que tomaron el gobierno con dinero “invertido” por el tándem turco-azerí para organizar la “revolución de terciopelo” y que desde 2018 hasta ahora están cumpliendo con los “compromisos” asumidos. “El poder a cambio de la entrega de Artsaj” (y ahora de Syunik), dicen que ha sido el “arreglo”...

Hay otros que aseguran que sólo se trata de un ignorante oportunista con amplias cualidades de demagogo y manipulador. Que no tiene preparación política alguna y que el principal rasgo de su carácter es saber engañar: al pueblo, a sus votantes, a los países amigos y aliados... Algunos llegan a decir que tiene serios problemas psíquicos, que sufre de esquizofrenia o bipolaridad. Otros, que se hace pasar por loco cuando le conviene (algo que él mismo ha reconocido...).

Finalmente, están los que afirman que se trata de una conjunción -parcial o total- de todo lo anterior y que su única motivación es mantenerse en el poder a toda costa hasta haber cumplidocon la totalidad de sus “obligaciones” o porque sabe que en caso de perderlo, deberá rendir cuentas. Y que su fin no será aterciopelado...

Sea como fuere, hasta el día en que se devele el “misterio”, dejemos las hipótesis y atengámonos a los hechos:

Primero. A tres años y medio de haber asumido, el balance deja un saldo catastrófico: pérdida irreparable de una generación de jóvenes; pérdida de Artsaj; degradación de las instituciones de seguridad nacional, entre ellas el ministerio de Defensa y el ejército; desprestigio del ministerio de Asuntos Exteriores y del cuerpo diplomático; desmoralización generalizada tanto en Armenia, en Artsaj como en la diáspora; destrucción del tejido social de la población; emigración masiva; inseguridad en las fronteras; ocupación de territorio soberano por el enemigo; ineptitud temeraria en las negociaciones regionales e internacionales...

Segundo. Ante semejante panorama desolador, cualquier gobierno medianamente prudente, abdicaría de sus funciones o llamaría a un acuerdo de salvación nacional para poder enfrentar la situación de forma mancomunada. Por el contrario, el gobierno actual sigue aferrado al poder como si nada ocurriera. “Hay futuro” fue el lema con el cual Pashinyan ganó las elecciones parlamentarias el 20 de junio pasado. Desde entonces, cada día que pasa trae consigo nuevas pérdidas humanas y territoriales.

Tercero. Desde el 12 de mayo pasado la agresión armada del enemigo ha causado víctimas mortales, heridos, prisioneros y la pérdida de varias decenas de kilómetros cuadrados (¿45?) de territorio nacional. Cumbres estratégicas y arterias de comunicación han sido ocupadas por Azerbaiyán en las regiones de Syunik y Gegharkunik (por ahora). En la declaración final del reciente encuentro trilateral en Sochi nada se dice sobre esa agresión ni se pide la retirada de esas fuerzas del territorio ocupado.

Cuarto. Se rasgan las vestiduras declarando que la cuestión de la apertura del corredor terrestre de Syunik “no está ni estará en el orden del día del gobierno”, e inmediatamente después de la reunión de Sochi, el enemigo declara que “el corredor de Zankezur es un hecho”... ¿A quién creer? Muy a nuestro pesar, la credibilidad del gobierno de Armenia es prácticamente nula. Mientras tanto, el enemigo intenta cortar y separar de Yerevan toda la región de Syunik desde Djermuk y Sisian, la parte más estrecha del territorio de Armenia entre Najicheván y Azerbaiyán.

Quinto. A pesar de la ley votada por el Parlamento en 1992 según la cual ningún funcionario gubernamental puede firmar documento alguno que reconozca a Artsaj como parte de Azerbaiyán, con la aceptación por parte de Armenia del proceso de delimitación de fronteras entre ambos países, Artsaj queda reconocido de hecho y de jure como asunto interno de Bakú. En otras palabras, el tema de Artsaj -como ente político autónomo- está terminado para el gobierno de Armenia... y punto.

Sexto. Pashinyan ha aceptado comenzar con la delimitación y demarcación de fronteras sin condicionar dicho proceso a la retirada de las fuerzas enemigas del territorio nacional ni a la devolución de todos los prisioneros, tal como lo establece el acuerdo trilateral de noviembre de 2020. De manera tal que nada impide a Azerbaiyán seguir ocupando franjas de territorio, enclaves, montañas, lagos, fuentes fluviales y caminos pertenecientes a Armenia y luego presentarlos como propios.

Séptimo. Armenia está siendo fragmentada y esos fragmentos están entregándose al enemigo sin firma de documento visible (por ahora). Todo se basa en acuerdos y consentimientos en reuniones secretas. Aunque se sabe que la ocupación azerí de kilómetros de carretera nacional en Syunik (tramo Gorís-Kapán) y el establecimiento de controles aduaneros en la misma, se basa en un acuerdo firmado por el ex ministro de Defensa Vagharshak Harutyunyan, por indicación expresa de Pashinyan, lo cual fue reconocido por este último en el Parlamento. Es más: con el establecimiento de puestos aduaneros armenios en esa franja, no se hace más que legitimizar la usurpación azerí.

Octavo. El régimen de Aliyev se mueve no sólo en el terreno militar sino además, en el diplomático y energético. Bakú y Teherán acaban de firmar un acuerdo gasífero, cuando semanas atrás las amenazas recíprocas eran moneda corriente... Pero ¿por qué acusar a los países amigos y aliados de Armenia de negociar con otros países? Al fin y al cabo, cada cual atiende su juego y defiende sus intereses nacionales. Y si el gobierno de Armenia no sabe, no puede o no quiere defender los suyos, las razones de las desgracias internas no hay que buscarlas afuera.

Noveno. Si hay tratados bilaterales (Rusia) o multilaterales (OTSC) de defensa mutua, Armenia debería haberlos accionado –con los protocolos de rigor- desde mayo pasado, ante la primera agresión contra su soberanía. En lugar de eso, seis meses después, cuando las papas empezaron a quemar, el gobierno salió a mendigar ayuda en apariciones televisivas... Hasta el día de hoy no se han aclarado los motivos por los cuales no se ha realizado la solicitud pertinente por escrito y como se debe...

La pregunta que se impone aquí es: Si el mismo Pashinyan reconoció públicamente haber dado la orden al ejército armenio de retirarse de la frontera de Syunik ¿por qué habrían de venir fuerzas de otros países a defender lo que Armenia es reacia a defender?

¿Por qué no se condena la agresión contra Armenia?

El interrogante nos lo hemos formulado más de una vez a lo largo del último año y nuevamente ahora, durante la última agresión de Azerbaiyán contra Armenia. Si bien no hay una respuesta única y tajante, es necesario desmenuzar esta cuestión para tratar de entender los motivos que llevan a la llamada comunidad internacional en general y a los amigos y aliados de Armenia en particular, a tomar una postura de “neutralidad” y de equidistancia entre ambas partes.

Es imprescindible reconocer que el constante accionar de Bakú en todos y cada uno de los frentes diplomáticos, tenía que dar sus frutos. No importa si esa avalancha de relaciones públicas ha sido como consecuencia de los petrodólares y de los gasoductos. Ni siquiera si ha sido resultado de las millonarias “compras de conciencias” de diversos funcionarios europeos o asiáticos o a las igualmente millonarias compras de armamentos...

La cuestión es que Azerbaiyán ha logrado llevar el conflicto de Artsaj allí donde más le conviene: al principio de integridad territorial. Y alejarlo lo más posible de su esencia, que es la autodeterminación de la población armenia, con todo lo que ese principio implica. De ahí que la comunidad internacional – y la ONU en especial- no condenara la agresión contra Artsaj en 2020.

Pero el tema no se circunscribe ya sólo a la cuestión de Artsaj. Hoy Azerbaiyán ha logrado disfrazar su incursión armada en la región de Syunik, llevando una vez más el tema hacia la dirección que le conviene: que el mundo vea como “disputas limítrofes” aquello que en realidad es una agresión y una clara violación de la soberanía y de la integridad territorial de Armenia.

El verso preferido de los actores regionales e internacionales para aplicar la política del doble rasero y cubrir el tema con un manto de nebulosa, es llamar a las partes a la “moderacióny al diálogo. Al fin y al cabo –dicen- no es el único conflicto de fronteras en el mundo. Y no se puede estar a los palos limpios para solucionarlo.

¿Habrá que aclararles que no se trata de una “disputa limítrofe”? Sí, aunque lo saben perfectamente. Pero así les conviene presentarlo para eludir incómodas condenas...

Sin embargo, tanto Azerbaiyán como su patrocinadora Turquía tienen un punto de apoyo que no dudan en echar en cara tanto a la prensa internacional como a los organismos y gobiernos interesados. Se trata de las incalificables posturas y declaraciones de funcionarios gubernamentales armenios, empezando por Pashinyan y siguiendo por sus ministros y consejeros nacionales.

Así, basándose en vaya uno a saber qué mapas, cuando el mismo gobierno declara públicamente que los tramos de ruta ocupados en Syunik son “territorio azerbaiyano” o cuando elude reivindicar como propios sectores de lagos limítrofes o pueblos fronterizos ¿por qué pretender que la comunidad internacional apoye y condene lo que el gobierno armenio se niega a condenar?

La imagen del Titanic hundiéndose en las gélidas aguas del océano es tal vez lo que más se asemeja a la actual situación que vive Armenia. Y los pasajeros a bordo son los armenios, sin distinción alguna.

¿Y la orquesta? Pues en este caso no son los heroicos músicos del transatlántico sino todos aquellos que cumpliendo servicio, están tratando de desviar la atención de la población, inventando “culpables” de la derrota fuera del ámbito gubernamental y manteniendo en prisión a aquellos líderes de las principales ciudades de Syunik que pueden ser una amenaza real contra los planes de Pashinyan...

Si la conocida historia del barco se repite, sólo unos pocos “pasajeros” lograrán salvarse de la tragedia. A menos que echen al “capitán” y a su “tripulación”, antes de que sea demasiado tarde.

Ricardo Yerganian
Exdirector de Diario ARMENIA

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