Magda Tagtachian: “Artsaj, mi nueva novela, es una bala de plata que la voy a usar”

27 de septiembre de 2022
Ph.: Alejandra López.

Magda Tagtachian habló de Artsaj, su  nueva novela que comenzará a distribuirse en todas las librerías del país y en tiendas digitales a partir del 1° de octubre. En diálogo con Diario ARMENIA la periodista y escritora hace un recorrido por sus otros tres libros y explica cómo vive este momento tan particular de la historia armenia.

¿Cómo surgió Artsaj, tu nueva novela?

—Cuando puse el punto final de Alma Armenia, jamás imaginé que habría una continuación. Y cuando concluí Rojava, sabía que la historia no se cerraba ahí. Si con Alma Armenia terminé debiéndole una vida a Nané Parsehyan, con el renglón final de Rojava, entendí que le quedaba debiendo un futuro a Alma, su prima. Milagros, trampas, magias o abismos de la ficción. O todo junto.

Terminé de escribir Rojava el 20 de septiembre de 2020. Tipeé el final, en la cocina, persianas totalmente bajas, arropada con mis necesarios trapos de Medio Oriente, devorando roquefort con sucesivas copas de Malbec ¡a las cinco de la tarde! Atravesábamos la pandemia y todo contaba como permitido. En lo particular, a la emoción e incertidumbre, le sumaba el duelo por mamá. Beatriz Balian ya estaba gravemente enferma cuando me contrataron para escribir Alma Armenia. Bea partió la madrugada del 28 de mayo de 2020, justo en el aniversario de la República de Armenia. Y exactamente mientras escribía la mitad de Rojava. Tipeé al lado suyo hasta su anteúltima noche. Bea se despedía de este mundo y yo escribía la resistencia del pueblo kurdo unido al armenio en milicias contra el régimen de Erdogan en Turquía, el sirio y contra Estado Islámico. Fue y sigue siendo también mi forma de resistencia. Después que Bea se fue, pasé un mes en el sillón mirando el techo. No podía moverme, pensar y menos escribir. Temí jamás retomar la novela. Sin embargo, y gracias al empuje de Marcela, una querida y valiosa amiga, pude volver a sentarme frente al teclado. Me obligué. Después entendí que mamá se había ido en una fecha muy significativa. Un día de lucha y reivindicación de la existencia del pueblo armenio. Quizá fue su último acto de resistencia también. Su manera de luchar. Morir sin decir pero diciendo. Como atravesaron la violencia del genocidio de 1915 mis cuatro abuelos, nacidos en el sur del Imperio Otomano, actual estado turco. Todos ellos tuvieron que elaborar pérdidas. Sin embargo, ninguno habló de lo que había pasado.

¿Qué sentís al escribir? ¿Cómo viviste la guerra de los 44 días?

—Mi manera de hablar es escribir. Dejar por sentado. Gritar a los cuatro vientos entre páginas. Lo entendí cuando volví a sentarme a la máquina en medio del duelo. Enfurecida, enardecida y empinada. Terminé Rojava, orgullosa por poder hacerlo fue también un acto de justicia y reparación. Sin embargo, no puedo dejar de repasar fechas tan significativas. ¿Casualidades? ¿Destino? Creo en los caminos.

Mientras intentaba reponerme del exabrupto que significa expulsar una novela y trataba de retomar algo de vida normal (en pandemia), el 27 de septiembre de 2020 cuando el borrador de Rojava descansaba apenas hacía una semana en el cajón, amanecimos con la noticia que nunca querríamos haber escuchado. Azerbaiyán había lanzado un ataque a gran escala sobre Artsaj, República independiente y autónoma, con población históricamente armenia, y que mantiene una frontera caliente con su vecino desde que Stalin decidió entregarla arbitraria y caprichosamente a Azerbaiyán.

Los armenios de Armenia y los armenios de la diáspora comenzamos a ser testigos de una película de terror y sufrimiento nuevamente. Vivimos la guerra en directo, la continuación de un plan genocida y la ambición de Erdogan y Aliyev -su socio político en el Cáucaso Sur-, para reinstalar el antiguo Imperio Otomano. El neotomanismo. Azerbaiyán no se detuvo hasta cuarenta y cuatro fatídicos días después, el 9 de noviembre de 2020, cuando Rusia, Armenia y Azerbaiyán firmaron un acuerdo tripartito y cese del fuego.

Seguí la guerra en directo, con impotencia, rabia y dolor. Con ganas de subirme a un avión y ponerme a disposición para ayudar. Mientras hablaba con amigos y colegas en Artsaj, Armenia, Argentina y la diáspora pensaba en mi siguiente novela. Mi cabeza giraba de día y de noche. Quería escribir sobre Artsaj. No podía bajar el horror al papel. Era un bollo de nervios y angustia. No encontraba el hilo para la trama ni para los personajes.

—¿Cuándo encontraste ese hilo?

—Pasó un tiempo. Una tarde, presagiando el verano 2021, tomaba un té con una amiga. Tratábamos de distraernos de los dolores del alma, cuando Gachi, tan espontánea y verborrágica, quiso contarme algo, pero de pronto se detuvo. Tapó la boca con sus manos. Permaneció callada unos segundos, suspiró y tomó un sorbo de la taza. De pronto, soltó: “Ah, a vos no te lo puedo decir porque te vas a poner mal”. No entendí. Gachi siguió: “Te iba a contar que estoy viendo una telenovela turca, pero no te puedo hablar de Turquía justo a vos. Sé que te hace mal”. Gachi tenía razón. Me quedé en silencio y después pasamos a otros temas. Me volví caminando a casa con las tripas revueltas. Me invadía una sensación de incomodidad, de rabia y de impotencia. Era el 10 de noviembre de 2021. Un año exacto de la entrada en vigencia del alto el fuego de Artsaj 2020. Lo tengo anotado en el cuaderno que arranco cuando inicio cada una de mis novelas. De pronto me detuve en la mitad de la calle y vi toda la trama. El hilo que me faltaba. Vi la narración y vi la vida de cada uno de los personajes. Entendí de qué manera los iba a llevar a Artsaj, en plena guerra de 2020. Justo lo que quería contar. Denunciar.

Me apuré por llegar. Aterricé en mi escritorio con el corazón en vilo. Abrí mi cuaderno nuevo y anoté: 10 de noviembre 2021. Arriba escribí en letras mayúsculas bien grandes el título de la novela: ARTSAJ. Todo se ordenó adentro de mi cabeza y también en el papel. Todo lo que me incomoda de Turquía, la tierra de donde expulsaron como perros a mis abuelos, la tierra donde masacraron a un millón y medio de armenios, la tierra donde destruyeron las iglesias armenias, donde profanaron las tumbas, donde convirtieron las mansiones armenias en “bares de moda”, el país donde hoy está penado por ley referirse al Genocidio Armenio. Todo era materia servida para mi nueva novela, Artsaj.

¿Entonces?

—Decidí llevar a Alma Parsehyan a Turquía, a todos esos lugares que no conozco y que me gustaría conocer, aunque se me revuelve el estómago. Decidí llevarla a esas ciudades y tierras que por obra de un régimen negacionista que intenta distorsionar la historia con lobby, mucho dinero y mentiras, hoy no podría pisar porque mi seguridad podría estar en juego.

Decidí entonces iluminar mi alma y la tierra de mis ancestros con Alma Parsehyan. Ya tenía el enlace para llevarla a Artsaj y contar la guerra desde adentro. Con personajes de ficción, pero con investigación periodística, como lo hice en Alma Armenia y en Rojava. El resto no lo puedo develar. Ojalá lo lean.

Siempre supe que el nombre de la novela sería Artsaj. Lo que nunca imaginé es que mi cuarta novela se publicaría en el mismo momento en que el régimen de Azerbaiyán acaba de abrir fuego a gran escala, esta vez ya no sobre Artsaj, sino sobre territorio soberano armenio. Tampoco pude imaginar que mi novela Artsaj llegaría a las librerías en la misma semana que se cumplen dos años de la guerra.

Alma Armenia, Rojava y ahora Artsaj.

—Mi novela, que completa la trilogía con Alma Armenia y Rojava, pero que se puede leer en forma independiente, tiene una actualidad pasmosa. No creo en las casualidades, lo dije. Creo en el destino y creo en las luchas. Qué sentido tiene la vida, la muerte, el amor, la pasión, si no es la lucha y la resistencia. Los armenios lo sabemos muy bien. No fue fácil de comprender. Fue y es un proceso que me ha tomado los últimos años. Empecé a entenderlo en mis dos viajes a Armenia y Artsaj. Y me debo el tercero. Aprendí que podemos tener una sentencia de muerte o amenaza sobre nuestras cabezas, podemos convivir con la injusticia y la bronca que genera que apenas solo treinta países en el mundo hayan reconocido el Genocidio perpetrado contra el pueblo armenio, y que aún hoy falte condena explícita de los grandes organismos internacionales. Que falte visibilidad a gran escala en la prensa porque pareciera que algunas guerras tienen más marketing que otras. Duele decirlo. Duele escribirlo. Duele vivirlo. Los ojos del mundo nos pueden ignorar, pero siempre tendremos la capacidad de hacer. Esa decisión nos pertenece. También es un acto de voluntad y supervivencia. Una responsabilidad. Cada uno desde su lugar y a su manera. Sabemos que estamos de paso en esta vida, pero a veces nos hacemos los distraídos.

—¿Te referís a la muerte?

—La única muerte es el olvido. Lo aprendí de mi abuela. Me di cuenta varios años después, cuando Armenuhi ya no estaba. También me pregunto por qué. Casi sin hablar, ella me dejó la belleza, lo que nunca se olvida. Los aromas de su cocina, el amor de su abrazo, nuestras manos tejiendo juntas cadenitas de crochet en sofá de pana verde. El mismo sillón donde mi tía Alicia Tagtachian, con 87 años, hoy espera leer mi nueva novela, que está dedicada a ella.

Estuve en Shushí, en la ex Nagorno Karabaj, la perla de oro de esta guerra, dos veces. Azerbaiyán se la quedó tras la firma del acuerdo de 2020.

El segundo viaje, el de 2018, lo hice con Alicia. En la Catedral de Shushí, cada una elevó su plegaria y encendimos nuestras velas. Hoy ninguna de nosotras, ningún armenio, puede pisar Shushí ni la Catedral de Ghazanchetsots. Aliyev la bombardeó el 8 de octubrede 2020. La Catedral de Shushí está en la contratapa de mi novela. Leyendo sabrán por qué.

—Sos una divulgadora de la Cuestión Armenia…

—Creo que cada uno hace su aporte. Todos son importantes. Mi cuarta novela llega a las librerías en un momento doloroso y trascendental de la historia de Armenia y de Artsaj. Después de la guerra de 2020, en que murió toda una generación de chicos de 16 a 20 años y muchos otros quedaron lisiados con graves secuelas de por vida, nada es ni será igual. Cuando Artsaj intentaba recuperarse, con ayuda del gobierno de Armenia, de Artsaj y de la diáspora, el martes 13 de septiembre de 2022, nos enteramos de los ataques de Azerbaiyán con drones de última generación y artillería pesada. Esta vez sobre territorio soberano armenio. Y lo más aberrante: la salvajada de sus fuerzas ejerciendo violencia, abuso y humillación contra soldados armenios pero especialmente contra las mujeres soldados. Son los mismos métodos que utiliza Estado Islámico -y esto también lo leerán en mi novela.

¿Qué nos podés contar de la trama de Artsaj?

—Que la primera parte es en la Armenia Histórica, que la segunda es en Artsaj y que tiene un final inesperado, en otro escenario, imposible de anticipar. A través de la pasión de Alma Parsehyan y de nuevos personajes quise reflejar la lucha y resistencia del pueblo armenio. Es inspiradora y es heroica. Me da fuerzas para levantarme cuando siento que me quedo sin nafta. Me da sentido. Mi Armenia. Mi Artsaj. Mi Alma. Orgullosa de mi sangre cien por ciento armenia. Una frase que me repetían de chiquita y no entendía… Hoy les hablo a mis ancestros y les pregunto. Los siento. Es cuando me encierro, me envuelvo en trapos -literal- y escribo.

Hace unos días recibiste la ciudadanía armenia. ¿Qué sentiste?

—Empecé los trámites de la ciudadanía cuando escribía Artsaj. Sentí esa necesidad de inscribirme formalmente en nuestro pueblo. En nuestra nación Estado. Armenia. Me hubiera gustado saber qué dirían mis padres, Jorge Tagtachian y Beatriz Balian. Los extraño tanto. Me hubiera gustado saber qué pensarían mis abuelas, María Yelanguezian Balian y Armenuhi Demirjian Tagtachian. Quisiera contarles a ellos que me dieron lo más importante, mi sangre cien por ciento armenia, que este corazón busca y no para. Hacerme ciudadana armenia es una inscripción formal en nuestro pueblo y es también una declaración de amor a mis abuelos y a mis padres.  Quiero devolverles lo que me dieron. Intentar sanar el dolor que callaron. Y, lo más importante: mi armenidad. Mi sangre orgullosamente armenia.

¿Qué le dirías a tus seguidores/as?

—Que no creo en las casualidades. Vuelvo a eso. Que creo en el destino y que como decía Armenuhi, “la suerte se hace con nuestras propias manos”.  Les diría y les digo, gracias por acompañarme en el proceso. Yo también he ido creciendo, escribiendo y leyendo sus devoluciones. Son horas decisivas para el pueblo armenio. Mi nueva novela es mi bala de plata y la voy a usar.

Magda Tagtachian presentará ARTSAJ, publicada por el sello Plaza & Janés, de Penguin Argentina, el jueves 13 de octubre a las 19.30 horas en Armenia 1322, piso 5to, UGAB. Con entrada libre y gratuita, al finalizar el evento la autora firmará ejemplares y se ofrecerá un vino de honor.

LinkArtsaj, la novela, en sitio de Penguin Argentina:

https://www.penguinlibros.com/ar/novela-romantica/312272-libro-artsaj-9789506446444

PlaylistArtsaj-La novela en Spotify:

Crédito de las fotos:

Alejandra López

Compartir: