Monseñor Marayati: "Siempre habrá una herida en el alma de los niños sirios"
Vaticano (Rome Reports/AICA).- Monseñor Boutros Marayati ha sido testigo de la destrucción absoluta de un país en el que reinaba la paz y la convivencia. Bastaron semanas para sumir a Siria en el caos.
El arzobispo armenio católico de Alepo recuerda que en ese contexto hay millones de personas que intentan simplemente sobrevivir. Muchos de ellos son niños. "Si un día llega la paz no sabemos cuál será su futuro. Siempre habrá una herida en su alma porque habrán vivido tiempos de guerra civil, de guerra fratricida, que es una guerra sucia, no tiene sentido, hay tantos intereses, el país ha sido destruido”, dice monseñor Boutros Marayati
Uno de cada tres niños no ha conocido nada más que este trágico escenario. Además, desde 2011, el 25 por ciento de los 21 millones de habitantes de Siria ha huido del país empeorando una crisis humanitaria sin precedentes desde la II Guerra Mundial.
El conflicto en Siria es más que una guerra civil ya que quince países han bombardeado su territorio. Por eso, la solución al conflicto depende más que nunca de la voluntad de la Comunidad Internacional.
"Pido una mediación entre las dos grandes potencias. No hay que esconder que la clave de esta situación se encuentra en las manos de EE.UU. y Rusia. Si estas dos potencias llegan a encontrar una solución se resolverá y llegará la paz. Han iniciado un tipo de diálogo que aún no ha tenido éxito”, agrega el arzobispo.
El Papa Francisco no cesa en sus llamamientos para que se ponga fin a este conflicto que compone la Tercera Guerra Mundial por partes. Desde Siria, le piden además oraciones para que los cristianos no se vean obligados a seguir huyendo de la cuna de la fe.
Haciendo referencia a la prédica del Sumo Pontífice, dice Marayati: "El Papa Francisco con su bendición nos ha prometido que rezará por nosotros y que hará todo lo posible para que todas las partes reinicien cuanto antes el diálogo, la reconciliación y hagan la paz y reconstruyan el país”.
Siete de cada diez sirios viven por debajo del umbral de la pobreza, es decir, son incapaces de cubrir sus necesidades alimentarias básicas. La ciudad de Alepo sufre una de las situaciones más delicadas, sin suministro de agua, electricidad ni medicinas y bajo la amenaza constante de que los radicales islamistas se hagan por completo con el control de la ciudad.
"Una política incomprensible que nos desconcierta"
La prórroga por un año más de las sanciones contra la Siria de Assad, ordenada por la Unión Europea, es otra expresión más “de una política incomprensible que nos desconcierta. Las sanciones hacen daño al pueblo, a los civiles, a las personas pobres, y no al gobierno o a los grupos armados. Éstos, como se puede ver, están bien abastecidos con todos los recursos y de armas cada vez más sofisticadas”, dijo el arzobispo Boutros Marayati, de la archieparquía armenia católica de Alepo, comentando la decisión tomada en mayo último por la Unión Europea de ampliar hasta el 1º de junio de 2017, las sanciones impuestas a una nación desgarrada por cinco años de guerra.
En las últimas semanas el arzobispo Boutros había firmado una apelación lanzada en la plataforma change.org con la que muchos obispos, religiosos y consagrados católicos, pertenecientes a diferentes Iglesias sui iuris, pedían a la Unión Europea terminar con “las inicuas sanciones contra Siria”. “Sabemos que nadie nos escucha y las personas siguen sufriendo. Hace poco, -también dijo a Fides monseñor Marayati- fue bombardeada nuestra casa de ancianos armenios. En el ataque murió una trabajadora que se ocupaba de ellos, y tuvieron que evacuar a 45 personas mayores, que ahora viven en una sala subterránea de la parroquia apostólica armenia.
La situación es cada vez peor. Desde los distritos en poder de los rebeldes llegan disparos de artillería lanzados con armas más sofisticadas, que hacen más daño que los proyectiles de mortero de antes. En Alepo no hay tregua. Crece el número de ataques por ambos lados. Y estamos bajo el fuego de los grupos yihadistas”.
“Vista desde la frontera de Alepo, la decisión europea confirma lo que hace tiempo venimos sintiendo muchos obispos y pastores de la región: Si la guerra continúa -expresó monseñor Boutros Marayati- significa que alguien no quiere que termine. En Europa crece la obsesión por los refugiados y las políticas de repatriación. Pero nadie huiría de Siria, si no hubiese una guerra ni sanciones que ayuden a morir de hambre a la gente. Siria siempre fue un país que acogió a los refugiados. Si las armas hiciesen silencio, y si se eliminaran las sanciones, aquí a nadie se le ocurriría salir corriendo para irse a vivir bajo la nieve. Pero está claro que hay alguien que no quiere que esta guerra termine. Pedimos las oraciones de todos, para que vuelva la paz, como una gracia del Señor”.