Nikol Pashinyan y la necesidad de plantarse en el centro el ring
En los últimos días se suceden los encuentros de alto nivel entre Ereván y Bakú pero pocos avances concretos. Y Armenia no logra imponer sus prioridades en la agenda de discusión.
El primer ministro de Armenia, Nikol Pashinyan, está por estas horas en el centro de una polémica que se ha disparado, tanto en Armenia como en las comunidades de la diáspora, en relación a las negociaciones que se están desarrollandoa nivel de las máximas autoridades políticas de Armenia y Azerbaiyán.
En los últimos diez días hubo encuentro en Washington,el 2 de mayo entre los ministros de Relaciones Exteriores de Armenia, Ararat Mirzoyan, y de Azerbaiyán, Jeyhun Bayramov, a instancias del secretario de Estado de los Estado Unidos, Anthony Blinken. Días después, el 12 de mayo los cancilleres se encontraron en Moscú para seguir las conversaciones.
Además, el primer ministro de Armenia se reunió con el presidente azerí, Ilham Aliyev, en Bruselas el 14 de mayo, convocados por el titular del Consejo de Europa, Charles Michel.
Y el gobierno de la Federación Rusa convocó nuevamente a los cancilleres de ambos países a un encuentro el 19 de mayo en Moscú, mientras que el presidente Vladimir Putin acaba de hacer lo propio con Pashinyan y Aliyev para el 25 de mayo, también en la capital rusa.
Parece un juego entre gigantes, en el que a cada movimiento de Occidente sobre el tema de Artsaj, Moscú reacciona moviendo sus piezas para no quedar en desventaja como negociador clave.
Es una carrera que en algún hace recordar los días finales de la Segunda Guerra Mundial en mayo de 1945, en los que para la Unión Soviética y los Estados Unidos era más importante llegar primero a Berlín, para hacer campaña diciendo que habían batido a Adolf Hitler, que terminar la guerra sangrienta.
Diálogo de sordos
Lo llamativo en el caso del conflicto de Artsaj es que en casi una decena de encuentros que se realizaron en los últimos dos años y medio, casi nada se ha decidido y casi todo lo escrito ha sido violado y menospreciado por el presidente azerí, sin consecuencias para su posición, al menos hasta el momento.
Ni siquiera tiene efecto el desoír el fallo vinculante de la Corte Internacional de Justicia (CIJ) del 22 de febrero pasado, en relación al desbloqueo total del Corredor de Lachin (Berdzor) e incluso después de eso Bakú desbarató la farsa del reclamo de los ambientalistas instalada en diciembre pasado y directamente levantó un checkpoint en las cercanías de Shushí.
Pero como muchas veces demostró la historia armenia, negociar desde una posición de debilidad nunca ha sido buena consejera. Hoy lo que se ve es una agenda impuesta por los negociadores, en sintonía con los intereses de Bakú, que Armenia no logra replantear.
El primer ministro Pashinyan está en una situación muy difícil, presionado por las permanentes agresiones militares de Azerbaiyán, la continuidad de la invasión de parte del territorio armenio, fuerte reclamo de la sociedad armenia por el resultado de la guerra y también por el modo en que está negociando el Gobierno, y presiones de las potencias occidentales y Rusia, que quieren cerrar un acuerdo de paz entre Armenia y Azerbaiyán a como dé lugar.
Pero también el Gobierno ha cometido gruesos errores. Por ejemplo, hoy se está hablando en estas conversaciones del respeto por la integridad territorial de ambos países de acuerdo al Protocolo de Alma-Atá, firmado el 21 de diciembre de 1991 por 11 de las 15 exrepúblicas soviéticas, entonces recientemente independizadas.
En referencia a eso se hace alusión al respeto de los 29.800 km2 de Armenia (no incluyen Artsaj), un pedido de Pashinyan para resguardar su territorio y lograr que las tropas azeríes devuelvan las áreas invadidas desde mayo de 2021. Pero la respuesta de Azerbaiyán fue pedir por el respeto a sus 86.600 km2 que sí incluyen Artsaj como territorio azerí.
Cuestión de prioridades
En contraste, el gobierno de Armenia no plantea como prioridad de la agenda la liberación de todos los prisioneros de guerra (hay 32 soldados armenios en cautiverio desde el fin de la guerra).
Tampoco la apertura total del corredor de Lachín con un ancho de 5 kilómetros, tal como se incluyó en el tratado del cese al fuego del 9 de noviembre de 2020, ni la desarticulación del check point de Azerbaiyán, no contemplado en los acuerdos hasta el momento e impuesto por la fuerza.
Así, Armenia está discutiendo una agenda que no es prioritaria para sus intereses, mientras su oponente negocia desde una posición de fuerza con las potencias occidentales y Rusia, casi de su lado.
Armenia necesita abortar esta estrategia y plantarse en el centro del ring para lograr la paz pero en base a criterios que satisfagan sus intereses.
Tampoco nadie está pensando en los habitantes de Artsaj, ni en su seguridad y posibilidades de sobrevida en este contexto.
Bakú está esperando que se firme algo para buscar el momento de avanzar a toda máquina en su plan de limpieza étnica. Las potencias de Europa están haciendo lo que hicieron siempre, buscar su conveniencia y usar los derechos humanos como un eslogan, pero mirar para otro lado cuando estos se violan en algún lugar que los incomoda.
Así lo hicieron en 1918/20 apoyando a Turquía y la recientemente creada república de Azerbaiyán, cuando necesitaban petróleo del Caspio o frenar a los rusos/soviéticos poniendo un socio “tapón”.
En 2022/23 la excusa es la urgencia por abastecerse de gas natural, por la baja del abastecimiento ruso por las sanciones que, justamente, le impuso Occidente a ese país.
Es una visión centrada en sus intereses, con poco apego a los derechos de los pueblos, a la defensa de la vida y el respecto por los valores democráticos y la justicia.
Mientras tanto, Rusia también hace su juego, como en el pasado. El aliado estratégico de Armenia, al menos en los papeles, no movió mucho más que un dedo para asistirla cuando era bombardeada e invadida.
Tal vez el pecado original de Nikol Pashinyan sea no haberse percatado que la democracia es un valor poco valorado en esa región del mundo, y la búsqueda de aliados lejanos en desmedro de la cercana Rusia y hasta de Irán, tendría más costos que beneficios.
Cada día parece más claro que el conflicto de Artsaj sólo puede resolverse con una intervención directa de Vladimir Putin y de Rusia, en tanto sucesores del poder soviético que creó el engendro del Oblast Autónomo de Nagorno Karabaj - también de Najicheván- con población de una nacionalidad, pero bajo administración de sus enemigos.
Desarmar esa maraña requiere de poder político y no de una mesa de negociaciones donde será virtualmente imposible ponerse de acuerdo. Y el acuerdo de paz debe dejar conformes a todas las partes en pugna. Una balanza que por ahora está dejando arriba de los platillos todos los puntos que quiere Bakú y ninguno de los que pretende Ereván.
Carlos Boyadjian
Periodista
coboyadjian@yahoo.com.ar