No es posible ser indiferentes ante la intolerancia
Es absolutamente repudiable la prohibición impuesta por el gobierno de la República de Armenia al dirigente comunitario Mourad Papazian de ingresar al país. Una medida arbitraria, injustificada. Sospechada de servir vaya uno a saber a qué intereses, pero sin dudas ajenos al interés nacional armenio.
Cuando la democracia coquetea con el abuso de poder con tintes autoritarios, infundados y desmesurados, es inevitable que una alarma intermitente reclame nuestra atención. En la historia del pueblo armenio, también de la humanidad en general, tropezar con la misma piedra suele ser una constante que, aunque inexplicable, con frecuencia es hasta predecible y no evitada.
Y ahora… un déjà vu. Sinsabores que pensábamos haber superado. Sin embargo, afloran nuevamente, como décadas atrás.
Es inadmisible cercenar la libertad de quien obra con altruismo y en aras del bienestar nacional. Y cuando esa violencia —sí, aunque no sea física también es violencia— se desprende de quien se supone ha asumido un rol dirigencial, con responsabilidad de cuidar los intereses de sus conciudadanos, de la república, de su nación milenaria, entonces el peligro y la incertidumbre azotan sombríamente el umbral del futuro. Pues siembran en nosotros la duda y el desasosiego. Pero aún así, no debemos claudicar.
En los últimos tiempos hemos sido testigos de hechos que jamás hubiéramos imaginado presenciar. Mutilaron nuestras tierras de Artsaj y Armenia, usurpadas hoy por nuestros enemigos. Arrasaron como un vendaval calamitoso con la vida de miles de nuestros heroicos soldados, que no habían dudado en luchar por nuestra soberanía y la esencia de la identidad armenia. ¿Y ahora el objetivo es aniquilar nuestros derechos e ideales? ¡Es inaudito! ¡Inadmisible! ¡Intolerable! Ni siquiera el filo del yataghán turco, manchado con la sangre de nuestros antepasados, pudo silenciarnos. Pues renacimos y nos fortalecimos, afianzados a nuestras raíces, a nuestras convicciones en defensa de la Causa Armenia.
Por eso es enérgicamente repudiable una medida como ésta; que no es inocente, y no es aislada. Porque la historia nos ha demostrado que el único modo de prevalecer y no claudicar es mantenernos firmes en nuestras creencias, no ser indiferentes y evitar que el enemigo continúe avanzando.
Dra. Graciela Kevorkian