Opinión: ¿Qué pasara con Artsaj?
Tres meses después de los cuatro días de abril en que el futuro de Artsaj y los armenios estuvo en serio peligro, la situación en la línea de contacto parece mantenerse en tensa calma. El enemigo continúa con su rutinaria mecánica de disparos de francotiradores y artillería, sin embargo, todo parece estar enmarcado en un contexto de exasperante espera.
Apenas días después del cese informal de las hostilidades, comenzaron a hacerse públicas algunas situaciones difíciles de explicar. Muchos hablaron entonces de ausencia de mando, insuficiente equipamiento militar, inadecuada provisión de pertrechos y bastante más. Las sospechas que muchos analistas dejaron trascender durante los últimos años tuvieron su cuasi confirmación con el despido por parte del Gobierno de varios jerarcas militares armenios, responsables justamente de las áreas específicas puestas bajo la lupa.
Con un balance de muertos y heridos aún sin cerrar, las partes en conflicto arribaron a algunas conclusiones que determinarán el cómo proseguirá este prolongado conflicto armado.
Por el lado armenio, el análisis imparcial parece haber motivado muchas preocupaciones en las altas esferas castrenses de Armenia y Artsaj. Una de las muletillas habituales de quienes se referían al nivel de preparación de las tropas armenias era la de afirmar que los soldados armenios eran superiores y valerosos porque además de estar bien entrenados luchaban por defender el suelo patrio. Seguramente este pensamiento no era erróneo, pero hoy parece cuanto menos anacrónico.
Es que luego de más de dos décadas de permanentes escaramuzas y enfrentamientos, Azerbaidján tomó nota de esa diferencia y trató al menos de paliarla equipándose con el mejor armamento a su disposición. Además, con muchos años de altos ingresos por sus exportaciones petroleras, Bakú pudo destinar ingentes sumas para tal efecto. Pero hay otro ingrediente y éste es la abierta cooperación técnico-militar que Turquía ejerce en estos momentos. Es más, siempre existió la sospecha que entre las tropas que encabezan los ataques a Artsaj y Armenia actúan elementos de las fuerzas armadas turcas.
También hay otro déficit que venía observándose durante las últimas rondas de negociaciones por la resolución del conflicto. A simple vista, Azerbaidján avanzó mucho más que Armenia en el terreno diplomático gracias a que Ereván jamás se destacó por tener activa presencia en los organismos internacionales. Podrá argumentarse, entre otros pretextos, la ausencia de medios económicos, pero lo cierto es que nuestra política exterior no está a la altura de las extremas necesidades de nuestro país. Es algo incómodo referirse con minuciosidad al respecto, pero basta con poner atención en la experiencia sudamericana en esa área y las conclusiones negativas serán de alcanzar.
Y tal vez esa debilidad haya alcanzado a las conversaciones por Artsaj. En este punto, es notoria la intervención de Moscú en su pretendido papel de árbitro regional en la guerra de los cuatro días. Bastó una llamada a los mandatarios de Armenia y Azerbaidján, para que éstos acordaran el inmediato alto el fuego. Luego hubo dos reuniones más, la última hace apenas unos días en San Petersburgo.
Como en cada encuentro las expectativas sobre lo acordado son enormes, pero la constante de los recientes tiempos es la ambigüedad de las declaraciones oficiales. En Armenia coinciden en señalar que algo se está “cocinando” en la cuestión de Artsaj, y muchos temen la reiteración de viejas intentonas de ceder terreno al enemigo en aras de una supuesta paz.
Recordemos que hace varios años el entonces presidente Ter Petrosian debió resignar su puesto por haber emprendido un camino que no tiene retorno.
Es de esperar que esa no sea la actual coyuntura, pero la desinformación es la madre de todas las sospechas.
Jorge Rubén Kazandjian