Pablo Gostanian, el diseñador armenio-argentino que trabajó para The Strokes y Katy Perry

22 de junio de 2020

Ante cualquier lista de nombres completos, los armenios siempre realizaremos un escaneo exhaustivo en busca de apellidos terminados en “ian”. Es una costumbre automática que nunca cuestionamos o compartimos, simplemente allí está. Este ritual se vuelve un poco más evidente después de mirar una producción audiovisual: siempre observaremos los créditos a la espera de que aparezca alguien que quizás nos recuerde la permanencia de nuestro pueblo, la genuina alegría por la prosperidad ajena o la familiaridad. Si prestamos atención al colorido lyric video de Daisies de Katy Perry, estrenado el pasado mayo, o al complejo videoclip animado de At The Door de The Strokes, publicado a principios de este año, nos encontraremos con que la dirección creativa estuvo a cargo de un argentino-armenio llamado Pablo Gostanian.

Pablo tiene 40 años, nació en Córdoba, se mudó a Buenos Aires a los 18 y se licenció en Diseño Gráfico en la universidad. Hace doce años fundó con su socio 2Veinte, un estudio de animación que ha alcanzado proyección internacional: además de los recientes videoclips musicales que fueron noticia en toda la industria del espectáculo, ha trabajado para algunas de las marcas más reconocidas del mundo como Adidas, Nike, Disney, Fox, Sony y Nickelodeon. Con su equipo también desarrolla proyectos audiovisuales que no tienen un fin comercial, como fue el caso de “Armenian Genocide”, el corto que realizó en 2015 en el marco del centenario del Genocidio Armenio y que recorrió los actos conmemorativos de la Diáspora a nivel mundial. Perfeccionista y trabajador, en esta entrevista nos contó acerca de su trayectoria, sus recientes trabajos y su vínculo con la armenidad.

—¿Cómo empezaste en el mundo de la animación?

—Cuando estaba en segundo año de la facultad, con mis amigos fuimos al Trimarchi (el encuentro internacional de diseño) y tuvimos la suerte de escuchar a mucha gente grosa, de estudios que estaban empezando con el motion graphics. Ahí fue cuando dije “esto es lo que quiero hacer”, y desde entonces me empecé a dedicar a eso. Hice un portfolio y entré a trabajar a uno de esos estudios. Después me fui a otro como director de arte, y finalmente abrí el mío hace ya 12 años. Empezamos a hacer branding al principio, y después nos metimos más en lo que es animación plena, con storytelling, personajes, etc. Ahora nos dedicamos casi al 100% a diseño y animación de personajes. Nos llaman para comerciales, pero también hacemos nuestras cosas propias. Cada tanto sacamos cortos no comerciales que hacemos a pulmón, pero cada vez menos porque sale caro. Lo disfrutamos un montón igual.

—Hace unos años hicieron uno de esos cortos no comerciales por el 100 aniversario del Genocidio Armenio. Me gusta ver cómo distintos armenios de la diáspora buscan la forma de difundir nuestra causa desde lo que mejor saben hacer, como en tu caso es la animación y el diseño. ¿Qué me podés contar sobre ese proyecto?

—No fui a colegio armenio pero estoy muy pegado a la armenidad, por razones obvias. ¡Los armenios somos así! Cada armenio durante su vida intenta hacer algo por la causa. Yo había hecho unos afiches sobre el Genocidio Armenio cuando era más chico, y cuando se acercaba el 100 aniversario le presenté esta idea de hacer un corto a mi socio. Era algo carísimo porque había que cerrar el estudio para hacerlo y dedicarle mucho tiempo. Le conté sobre nuestra historia y accedió, porque es un copado y confía en mí. Hoy no haría algo como ese corto, ni lo haría tan largo. Lo que intenté hacer fue como un collage de situaciones que había leído sobre el Genocidio. En su momento estuvo buenísimo, lo pasaron en toda la diáspora y mi primo, Agustín Analian, me contactó con mucha gente. Lo pasaron en actos de conmemoración del Genocidio y festivales, y desde afuera de la armenidad también, hasta nos llamaron para dar charlas. Fui a dar una clase a TUMO (el centro educativo para adolescentes especializado en tecnología y diseño) en Armenia, donde tienen una materia sobre animación. Viajé con mi hermano más chico, que trabajaba en el estudio también. Fue una gran experiencia. Y además tuve la oportunidad de sumar a mi papá a ese viaje, que es super armenio y nunca había ido -lo que me parece una locura-. Me encantaría ir a Armenia todo el tiempo, es espectacular. Ojalá la próxima vez pueda llevar a mis hijos.

Un objeto. Una hebilla de scout de mi abuelo, que para mí es super especial. Tiene 100 años y está hecha a mano. Dice “1919” y Բարձրացիր, Բարձրացուր (Elévate y Eleva, el lema de Homenetmen), y tiene el Monte Ararat. Me lo apropié de mi papá y me lo voy a quedar conmigo hasta que me muera.

—¿Participás de alguna forma de la comunidad armenia?

—Estoy conectado más que nada por mi primo y por mi papá, pero no estoy involucrado directamente en nada. Consumo lo que me llega y toda mi familia está metida, así que estoy informado todo el tiempo. El idioma es un impedimento grande que tengo, por eso lo estoy aprendiendo ¡por quinta vez! Con mi hermana estamos tomando clases de armenio, por Zoom. Me lo puse como una meta para poder transmitirselo a mis hijos y que ellos se lo puedan transmitir a sus hijos. Siento que con eso podría cerrar un ciclo interno que tengo. En mi rubro creas o no hay varios armenios, a pesar de que es muy específico. Me hice amigo de un armenio que vive en Nueva York. También hace unos años fui a unos premios que nos nominaron en Los Ángeles y casualmente el CEO de esos premios es armenio. Nos conocimos y nos terminó contratando para hacer la imagen de la próxima edición, así que volvimos a ir como invitados con todo pago ¡solo por ser armenios! Creo que el armenio tiene eso. Le da una mano a su par cuando puede.

—¿Cómo haces para poder dedicarle tiempo a los proyectos no comerciales? Debe ser difícil con tanta demanda de trabajo.

—Lo que más me gusta hacer son los proyectos no comerciales porque es algo mío y me da mucha libertad, pero es súper difícil repartirse. Tenemos una meta que es cada dos años hacer un proyecto no comercial, porque nos gusta mucho y además nos ayuda a promocionar el estudio a través de festivales, viajes, etc. Y los clientes valoran mucho que hagas algo propio, no comercial. El último fue The Ricochet Splendid, que nos costó mucho. Fue un año de trabajo entre proyectos, con dos personas full-time dedicadas a eso. Además fue carísimo porque lo hicimos de la manera “tradicional”, animado y trabajado cuadro por cuadro. Cada segundo tiene de 12 a 24 cuadros y el corto dura un minuto y medio, así que imaginate todo el trabajo que hay detrás. Eso lo hacemos con fines comerciales, pero esto fue todo a pulmón. Cuando tenemos un minuto libre lo hacemos. Ahora estamos terminando otro proyecto de la misma índole, con la misma técnica, y hay gente dedicada a full a eso. Cada vez es más difícil meterlo, por más de que queramos hacer siempre más. Pero nos llegan proyectos comerciales como el del video de “At the Door” para The Strokes, a los que no podemos decir que no.

—¿Cómo fue la experiencia de trabajar con The Strokes?

—Yo soy super fanático: cuando salió el primer disco de la banda tenía 19/20 años, y pasé toda mi facultad escuchándolos. Cuando me llegó el mail te imaginarás lo contento que estaba. Tuve la suerte de viajar a Los Ángeles y de conocerlo a Albert Hammond Jr. (uno de los guitarristas) para hacer un brainstorming de ideas junto al director Mike Burakoff, a quien llegamos a través de mi amigo Benjy Brooke, que fue el productor y director de animación del video. Nosotros diseñamos, dirigimos y animamos en base a la historia que escribió Mike. Nos dio rienda suelta para trabajar. Las referencias eran super claras: heavy metal, hacerlo retro, que tuviera imperfecciones, que tuviera un defasaje de colores.

—“At The Door” es un track bastante singular en toda la discografía de The Strokes, y sin dudas es el que más desentona con el resto de los que componen el último álbum. Además fue el primer material que sacaron después de varios años, así que me imagino que más allá del fanatismo no fue una tarea sencilla. De por sí es difícil trabajar con artistas, en especial desde lo creativo.

—Sí, cuando me mandaron la canción me desconcertó, pero al juntarnos con Albert tuvimos más claridad porque nos mostró las demás y entendí que era la única así en el disco. Para mí era super especial porque implicaba hacer algo muy diferente a lo que venía haciendo The Strokes, y estar involucrado ahí me encantaba. Pero hubieron bastantes idas y vueltas. El video era mucho más oscuro y triste de lo que ves ahora. Tuvimos que sacar varias escenas, entre ellas una que era de mis favoritas. El final también lo sumamos después, por pedido de Julian Casablancas (frontman de la banda). El video se estrenó en el evento del que participó The Strokes en apoyo al ex candidato presidencial de Estados Unidos de Bernie Sanders. Fue mucho tiempo de trabajo y muchas expectativas. Es un video que deja mucho lugar a la interpretación, pero he recibido comentarios positivos de todas partes y fue una experiencia increíble. También dio lugar a nuevas oportunidades: gracias a eso nos llamó Katy Perry.

—¿Qué tuvo de diferente el trabajo que hicieron para Katy Perry?

—Nos llamaron del sello y de la productora, Partizan Entertainment, que estaban con mucho trabajo y quisieron que este proyecto lo hiciéramos nosotros. Ya tenían unos diseños y un storyboard más o menos armado. Nosotros produjimos todo el video. Es otra onda, otra calidad, más pop. Estuvo bueno y nos dio mucha exposición, nos llamaron mucho también a partir de eso. Los videoclips por lo general requieren mucho presupuesto porque llevan mucho trabajo, entonces no es algo que podemos hacer siempre porque los artistas necesitan tener la estructura para sostenerlo.

—¿Qué consejo le darías a alguien más joven que sueña con trabajar de lo que le gusta?

—Cuando nosotros empezamos hacíamos cualquier cosa con tal de pagar las cuentas. Mi consejo es no frustrarse cuando no se consigue algo. Yo en mi estudio pierdo trabajos alucinantes todo el tiempo, y me choco contra la frustración constantemente. Hay que seguir adelante hasta que te salga. Es lo que me sirvió a mí. Hoy los chicos quieren éxito casi inmediato, y descubrí que eso es imposible. Te vas a chocar contra la pared 200 veces. El fracaso es parte del aprendizaje. No hay que caer en dejar lo que a uno le gusta por miedo a fracasar. Hay que aprender de eso y seguir adelante. Se puede llegar a donde uno quiere llegar. Siempre cuento que antes de crear mi estudio estuve en otros donde aprendí, donde me formé, incluso trabajé gratis en el mejor estudio de ese momento. Iba a la facultad, trabajaba, no dormía nada, la pasaba medio mal, no tenía plata. No hace falta pasarla mal y trabajar gratis en absoluto, pero sí hay que entender que las cosas no son inmediatas. La formación es super importante y siempre hay algo por aprender. Es un proceso. Si vos trabajás, todo llega.

Romina Bedrossian
Periodista
romibedrossian@gmail.com

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