¡Qué vivan las bibliotecas vivas!
En estos tiempos es frecuente escuchar “los chicos no leen”, “las bibliotecas ya no se utilizan, en Internet está toda la información”, o dichos en los que se minimiza la importancia que tienen las bibliotecas en la sociedad y se pone en duda cuantos empleados deben trabajar en ella e incluso ver que depósitos enteros de libros se descartan sin consideración alguna. Sin embargo, nosotros apostamos a una realidad diferente.
Resulta imprescindible que las bibliotecas y los bibliotecarios estemos en constante evolución y justamente, en la Biblioteca Djeredjian, trabajamos para adaptarnos a las nuevas necesidades, demandas e intereses de los estudiantes. Aquí sólo hay una premisa fundamental: ellos son la razón de ser de la biblioteca, los pilares que le dan vida y sobre los que se sustentan nuestra labor diaria. Sin ellos, ¿qué sentido tendrían las colecciones, los servicios, los espacios que ofrecemos?
La biblioteca, además de garantizar el acceso a la información intenta generar nuevos espacios de encuentro. Encuentros con la lectura, con otras voces, con otras formas de pensar y de sentir…y por qué no con otras generaciones. Esa fue una de las formas que elegimos para celebrar nuestros primeros cincuenta años de vida: encontrar a los alumnos de nivel secundario con exalumnos, periodistas y autores de libros que transmiten nuevas miradas de nuestra historia (Armenia y Argentina) y que enriquecen el espectro cultural de los estudiantes.
Reencuentros que emocionan
Llegó el “Haigagán don” y la biblioteca también salió a la calle a festejar la cultura armenia. “En el stand de la biblioteca hay una sorpresa para vos”, le dijeron a Lorena Toursarkissian, exalumna del colegio y madre de dos pequeñas que también vienen a Jrimian.
Llegó a nuestro espacio preguntándose cuál sería esa sorpresa y se reencontró con algo que no esperaba: su libro de tareas de armenio de los primeros grados de primaria. El asombro, la emoción y la nostalgia invadieron ese momento.
Esta breve vuelta a la infancia quiso compartirla con su familia que estaba presente en la muestra. Cómo era posible que la biblioteca aún conservara ese libro. Las mismas emociones vivenciaron otros exalumnos que también se reencontraron con sus libros, los “pequeños tesoros de la biblioteca”, como nos gusta llamarlos.
Así seguimos festejando nuestros primeros cincuenta años. ¡Qué vivan las bibliotecas vivas! No es sólo un deseo, es un desafío que asumimos desde Jrimian y sabemos que contamos con el acompañamiento de toda nuestra comunidad.
Johanna Valdez
Bibliotecaria