Retazos de una historia: un café envenenado
Esta es la historia de Esther Zanazian de Disoyan (Aintab, 1886 - Buenos Aires, 1972), viuda del genocidio armenio, docente al servicio de Near East Relief (ca.1915 en adelante).
Mi abuela materna, Esther Zanazanian de Disoyan había nacido en Aintab el 25 de febrero de 1886 y pertenecía a una familia instruida. Se gradúa como maestra de jardín de infantes, al igual que sus dos hermanas, en su ciudad natal y comienza a ejercer su profesión. Sus seis hermanos varones también tenían estudios superiores. Eran arquitectos y constructores.
A sus veintidós años se casa con Nazaret Disoyan, un próspero comerciante. Pocos años después y ya con dos hijos, se radican en la ciudad de Constantinopla (hoy Estambul) donde él se dedica a la importación de especias e integra un grupo de 21 prominentes comerciantes armenios que todas las tardes frecuentaban el Ministerio del Interior para tomar café y jugar al tavlí (backgammon) con las autoridades.
Mientras tanto, mi abuela se acerca a los misioneros evangélicos norteamericanos para colaborar desinteresadamente en su labor y es muy apreciada por sus conocimientos y carácter. Era además experta bordadora a la aguja y tejido al crochet así como también se destacaba por tocar exquisitamente el violín.
Así transcurría su vida apacible. Pero una tarde, en vísperas del aciago 24 de abril de 1915, los 21 armenios no regresan a sus casas tras la cotidiana visita al Ministro, Talat Pashá.
A la mañana siguiente, las esposas se juntan para ir a averiguar lo sucedido. Los misioneros, ya advertidos del hecho, retienen a mi abuela impidiendo que las acompañe. Las veinte mujeres son asesinadas. Ella es la única que se salva. Los esposos habían perdido la vida el día anterior cuando fueron convidados “amablemente” con café envenenado.
La despojan de todas sus pertenencias. A sus veintinueve queda desamparada con dos hijos, uno de cinco y otro de dos años de edad y alejada de sus familiares a los que nunca más volverá a ver. Los misioneros entonces le proporcionan trabajo rentado para su subsistencia –clases de bordado y tejido- y ubican a sus hijos en dos escuelas diferentes: el varón, en un internado agrario en Salónica, Grecia, y la niña al llegar a la edad correspondiente, es becada para sus estudios en el colegio americano Liceo de señoritas de Usküdar.
Pasados un par de años cuando las persecuciones se apaciguan un poco, los misioneros, a través del “Near East Relief“, creado en el año 1915, comienzan un recorrido por el interior del entonces Imperio Otomano para recuperar a las niñas, ya jóvenes, que habían sido arrebatadas de sus hogares y padecían distintas situaciones de vida, ya sea como hijas adoptadas, concubinas o sirvientas de sus captores, habiéndolas ya instado a pautas culturales turcas. Acarreando el trauma de las matanzas en sus espaldas, cada una protagonizaba también otro de diferente naturaleza. Hubo quienes se negaron a volver. Pero las jóvenes que aceptan la propuesta son llevadas a Constantinopla donde se crea una escuela con sistema de internado para reorientarlas en las costumbres y usos cristianos. A la cabeza de esa institución nombran a mi abuela, quien las educa amorosamente ofreciéndoles todo su conocimiento, habilidades, consejos y experiencia para afrontar en su calidad de huérfanas, sus diferentes destinos en la vida.
Ella era una persona disciplinada, muy ordenada en sus hábitos y de mentalidad vanguardista. Testimonio de esa entrega devota son las expresiones faciales de las jóvenes huérfanas que la acompañan en las placas fotográficas que se adjuntan a este texto. A pesar de las estrecheces económicas tuvo una intensa y útil vida social, cultivando amistades sinceras que se apoyaban mutuamente.
Su hija Victoria se graduó como maestra en el año 1931 y comenzó a ejercer su profesión. Un día, su íntima amiga, la docente Verónica Dedeian de Diyarian, emigró junto con su familia a la Argentina y aquí se encontró con Harutiun Djordjalian, su queridísimo ex alumno de primer grado en Afion Karahisar, quien vivía solo. Desde la primera hora del encuentro ella se transformó en su apoyo moral y él, en su cicerone lugareño y apoyo material.
Pronto las noticias comenzaron a correr desde un extremo al otro del océano. Y “Diguin Veronique", nombre con que muchos connacionales la conocieron, ofició muy sutil y sabiamente de celestina para que mis padres entablaran una relación epistolar, se enamoraran y Harutiun enviara a Constantinopla por su prometida su madre y su hermano. Así, mi abuela pudo reunir lo que le había quedado de su familia destrozada por los turcos. Llegaron a Buenos Aires el 22 de febrero de 1935 y una bendecida vida nueva comenzó.
Yo tuve la enorme dicha de tenerla a mi lado hasta mi edad adulta.
Ella, como muchas otras víctimas de la barbarie turca, ocultó su trauma decidiendo no hablar sobre el tema. Pero revisando su álbum fotográfico y recordando sutiles detalles que me había transmitido pude recuperar parte de su pasado tan doloroso. Un pasado al que sobrevivió afrontando la vida con su energía, cultura, generosidad y, por sobre todo, su fe en Dios.
Mary Estela Djordjalian de Minoian
Nieta de Esther Zanazanian de Disoyan
La Near East Foundation y el Genocidio Armenio
Fundada en 1915 por el embajador estadounidense en el Imperio Otomano Henry Morgenthau, la Near East Foundation (NEF) es una organización humanitaria internacional, con sede en Nueva York dedicada a la construcción de comunidades sostenibles, prósperas e inclusivas en el Cáucaso, Medio Oriente y África.
En los países en los que actualmente trabaja, entre los que se encuentra Armenia, la NEF centra su trabajo en grupos desfavorecidos y que enfrentan conflictos como desplazamientos, la exclusión o el cambio climático.
Siendo una de las ONG de desarrollo más antiguas de Estados Unidos, la fundación se creó en respuesta al Genocidio Armenio y a través de la recaudación de fondos (llegó a recolectar un equivalente a mil millones de dólares actuales) y el trabajo de sus miembros y miles de voluntarios logró construir decenas de orfanatos, escuelas vocacionales y centros de distribución de alimentos, que salvaron la vida de 132.000 huérfanos y de casi un millón de refugiados armenios, griegos y asirios.