Sin comentarios, los hechos hablan (mucho) por sí solos
Desde el fin de la guerra de Artsaj y la firma de la rendición el 10 de noviembre pasado, los trágicos sucesos que viven Armenia y los armenios parecen no tener fin. Sin necesidad de comentarlos, los acontecimientos hablan por sí mismos.
A diez meses de haberse iniciado la guerra del 27 de septiembre de 2020, nada se dice sobre el número oficial de muertos, desaparecidos, heridos y prisioneros. Todavía –casi un año después- siguen apareciendo restos de soldados armenios caídos en batalla… Hasta el día de hoy, prisioneros de guerra armenios son juzgados en Bakú y condenados a años de prisión. Es un hecho.
A partir del supuesto cese de las hostilidades, el gobierno azerí declaró sin tapujos que no sólo había terminado con la cuestión de Artsaj, sino que había llegado el turno de ocupar Syunik y Gegharkunik (Zankezur “occidental”) y llegar hasta “Eriván”. Sin pérdida de tiempo, ha comenzado a llevar a la práctica sus objetivos. Así, desde el 12 de mayo, Armenia está siendo amenazada por los continuos ataques del ejército azerí en esas dos regiones limítrofes. Nuevamente soldados armenios muertos y heridos. Es un hecho.
Pashinyán apostó a las elecciones parlamentarias anticipadas. El resultado fue a su favor a pesar de las acusaciones de la oposición sobre fraude electoral. El discurso oficialista –antes y después de las elecciones- fue optimista: la paz con Azerbaiyán -terminado el “dolor de cabeza” de Artsaj- se conseguiría con la prometedora apertura de las comunicaciones terrestres y férreas. La realidad le demostró lo contrario. Es un hecho.
Con la atención de la opinión pública internacional focalizada en la pandemia y ahora también en los Juegos Olímpicos de Tokio, Bakú lanzó hace unos días una fuerte agresión armada desde Najicheván hacia la zona de Yeraskh y con drones cerca del lago Seván. Armenia -una vez más- está a la defensiva. Los actores regionales y los organismos internacionales callan o emiten -una vez más- declaraciones vacías de contenido. Es un hecho.
Turquía y Azerbaiyán siguen su política genocida y expansionista y están abocados a su plan de quitar del medio esa espina clavada entre sus dos Estados que se llama Syunik y la misma espina -más grande- llamada Armenia. Es un hecho.
El gobierno de Armenia y el conjunto de las fuerzas de la oposición no han logrado aunar esfuerzos para asumir una postura nacional clara y firme frente a la amenaza externa. Las diferencias internas siguen vigentes aún durante la agresión foránea. Por su parte, la diáspora no ha dado señales de tener reflejos y actúa esporádicamente donde y como puede. Es un hecho.
En medio de los últimos ataques al territorio soberano de Armenia, el presidente de la República viaja a Tokio, el ministerio de Relaciones Exteriores continúa acéfalo y sin rumbo político claro y el ministerio de Defensa sigue con su conocida retórica de comunicados y desmentidos. Es un hecho.
En estos trágicos momentos en los que soldados mueren o caen heridos, el Parlamento en funciones de Armenia está ocupado en legislar sobre la penalización del insulto en el discurso público… Es un hecho.
Ante este panorama desolador, hay armenios que todavía siguen culpando y responsabilizando a los agentes externos de todos nuestros males, ese ya remanido discurso “deporte” nacional… Salvaguardar el país, garantizar la inviolabilidad de sus fronteras y la seguridad de sus habitantes, es responsabilidad primordial de las autoridades electas y del conjunto de la nación. No es un hecho. Tendría que serlo.
Dr. Ricardo Yerganian
Exdirector del Diario ARMENIA