Sobre la demolición del monumento a Osvaldo Bayer, un intento de borrar con violencia un símbolo que representa parte de la memoria colectiva

Ver las provocadoras imágenes destrozando con brutalidad el monumento a Osvaldo Bayer me llevó inmediatamente a las recientes escenas en las que enormes máquinas retroexcavadoras arrasaban el edificio del gobierno y de la Asamblea Nacional de Artsaj (Nagorno-Karabaj).
Esa bestial demolición, que simbolizaba la restauración del control por parte de Azerbaiyán en medio de un genocidio, me resultó inquietantemente similar al acto que hoy hiere a muchos en Argentina. Aunque en escala y contexto diferente, ambos actos comparten una violencia simbólica que busca borrar la identidad y la memoria de un pueblo.
El martes 25 de marzo, una cuadrilla de Vialidad Nacional, cumpliendo una orden del gobierno nacional, derribó sin contemplación el monumento ubicado en la Ruta Nacional N° 3, en el ingreso a Río Gallegos, Santa Cruz. Esa obra, erigida en homenaje a Osvaldo Bayer, periodista, escritor e historiador santafesino que dedicó su vida a denunciar las injusticias y a defender los derechos humanos, fue destruida con máquinas y martillos neumáticos.
Me formé con textos de Bayer quien, en mi primera juventud y un poco antes de la primavera democrática, me mostró la cruda realidad de los 1.500 fusilamientos de trabajadores del sur argentino y de los abusos de nuestra historia a través de obras como Severino Di Giovanni y La Patagonia Rebelde que compré, casi clandestinamente, en una vieja librería de usados en Sarmiento y Montevideo.
Años más tarde me emocionó y enorgulleció su acercamiento a la problemática armenia. Tuve la suerte de poder decírselo en varias oportunidades. Bayer no solo documentó y denunció los horrores de la historia argentina, sino que también se convirtió en un ferviente defensor de la memoria del Genocidio Armenio perpetrado por el Estado turco, al punto de bautizar al asesinado periodista Hrant Dink como “el Rodolfo Walsh armenio”.
Para Bayer, la firmeza con la que se impidió que se emplazara el busto a Mustafá Kemal “Atatürk” en la ciudad de Buenos Aires fue un ejemplo paradigmático: un acto que rechazó la exaltación de un de los verdugos responsables de genocidio. A través de una contratapa de Página 12 de 2010, desafió a mirar con ojos críticos el devenir de nuestro país, recordándonos que la memoria es un ejercicio de la lucha continua contra el olvido y la impunidad. En esa extensa nota Bayer compara a Mustafá Kemal con el General Julio Argentino Roca y el genocidio cometido contra los pueblos originarios.

La destrucción del monumento es una provocación imperdonable que atenta contra el legado de un hombre que luchó incansablemente por la verdad y que intenta silenciar la resistencia de quienes creemos que la memoria es un derecho inalienable. Estos actos de vandalismo estatal nos recuerdan que, sin un compromiso real con la justicia y la memoria puede resurgir la injusticia y la violencia del pasado.
Afortunadamente, al día siguiente de este horroroso acto, el intendente de Santa Cruz anunció que restituirá el monumento a Osvaldo Bayer y la Patagonia Rebelde. Bayer siempre cuidó nuestra historia, ahora debemos cuidarlo a él*.
Pablo Kendikian
Periodista
*Frase leída y adoptada de una publicación en la red X